David Alves Jr.
Al estudiar Lucas 16, a veces nos enfocamos más en el tormento sin fin del rico que del bienestar eterno de Lázaro.
Sí debemos contemplar la miseria del rico para rendirnos ante Dios en adoración al pensar de lo que hemos sido salvados. Por supuesto que debemos detenernos al meditar en la calamidad del rico para motivarnos a propagar con urgencia a todos el glorioso evangelio de Dios.
Pero también es crucial que admiremos las presentes condiciones de Lázaro al disfrutar la presencia de Dios y todo lo demás que ahora le trae infinito deleite a su ser. Esto también producirá en nosotros un corazón que rebose en alabanza a Dios al saber a dónde Él muy pronto nos trasladará. Contemplar el presente de Lázaro hace que encontremos un gran alivio de todas nuestras angustias, al saber que muy pronto experimentaremos las condiciones tan favorables que él ahora disfruta.
Con esto en mente, enfoquemos nuestra atención en Lázaro. Pensemos en los enormes contrastes que encontramos entre su pasado y su presente. En cuando a su pasado, encontramos que Jesús lo describió como siendo un limosnero que estaba echado a la puerta de un hombre rico. Su cuerpo estaba severamente afligido por una gran cantidad de úlceras que punzaban su carne. Tenía tanta hambre y tanta necesidad, que ansiaba profundamente aunque fuesen solo migajas que cayesen de la mesa del rico. Su única compañía eran los perros que se le acercaban para lamer sus heridas y así causarle más irritación.
Al morir, Jesús relató cómo ángeles fueron despachados por Dios desde el cielo para que llevasen el alma de Lázaro al seno de Abraham. Esto nos consuela y nos da confianza. Estamos seguros en Cristo y seguros al lugar a donde iremos. Dormimos en Cristo (1 Tes. 4:13-18). Somos llevados por Sus ángeles al cielo. Jesús nos espera y nos recibe allá (Hch. 7:55-60). ¡Cuán diferente es la muerte para el creyente que lo es para el que muere en la incredulidad!
Consideremos el presente de Lázaro en los tiempos en los que habló Jesucristo y contrastémoslo con su pasado. Ahora no está solo ni acompañado de perros, sino está siendo consolado en el seno de Abraham. Ahora no tiene hambre, sino se encuentra plenamente saciado. Ahora ya no es mendigo para pedir, sino que él tiene todo lo que no tienen los perversos en el infierno. Ahora es a él quien se le mendiga una sola gota de agua. Ahora hay aún más distancia entre Lázaro y el rico. Antes la distancia era mucha. El rico estaba a la mesa comiendo y bebiendo en gran abundancia y Lázaro estaba sobre el piso esperando que cayesen migajas. Ahora la distancia es abismal. Ahora no los separa una mesa y un estatus económico. Ahora Lázaro es visto por el rico desde lejos porque entre ambos hay un enorme abismo.
Es precioso y preciso que también meditemos en el hecho de que Lázaro se encontró en el seno de Abraham. Muchas veces se ha explicado que el seno de Abraham es un lugar en el Seol a donde iban los creyentes al morir antes de la ascensión de Cristo Jesús. El Seol es el lugar de los muertos. Antes de que Jesús entrará al cielo después de Su muerte y resurrección, los que habían creído a Dios iban al Paraíso (Lc. 23:43), mientras que los perdidos iban al Seol para ser atormentados. Al morir, Jesús fue al Hades para anunciarle a los perdidos que Él había culminado la inmensa obra de la redención, y así asegurarles de su condenación eterna (1 Pe. 3:19). Al ascender, Jesús sacó a todos los santos del Paraíso para llevárselos al cielo (Sal. 68:18; Ef. 4:8-10). Hoy cuando mueren los hijos de Dios, sus almas van directamente a la morada de Dios en el tercer cielo.

Pensando aún en el seno de Abraham, no considero que esto se refiera al lugar donde estaba Lázaro junto con miles de otros que estaban también allí descansado. Considero que Lázaro estando en el seno de Abraham debe tomarse literalmente. En otras palabras, Lázaro estaba en el Paraíso recostado junto al pecho de Abraham. Cuán tierno es pensar que los ángeles llevaron su alma directamente para encontrarse allí mientras que el reconocido padre de la fe lo consolaba.
La escena es maravillosa. Lázaro proviene del nombre Eleazar (“a quien Dios ayuda”), y por lo tanto, es muestra de que era un hombre judío. De paso, el hombre rico también era judío. Abraham lo llamó “hijo”. Esto llama poderosamente la atención, porque Lázaro pasó de mendigar migajas y de ser lamido por perros a recostarse junto a Abraham, el padre de la nación elegida por Dios. Junto a él, Dios permitió que Lázaro encontrase alivio, paz y felicidad. La tradición judía habla de Abraham besando a Lázaro y recostándole junto a él para que descansara.
Llego a esa conclusión, porque así como el castigo del rico debe ser tomado literalmente, así también debemos tomar el descanso de Lázaro de forma literal. La palabra “seno” en Hebreo indica lo que es: el pecho de una persona. Si Jesús dice que Lázaro estaba en el seno de Abraham, así lo debemos tomar. En algunas traducciones de la Biblia, aparece de las siguientes maneras: “a un lado de Abraham”, “con Abraham”, “en los brazos de Abraham”. ¡Cuánta ternura!
Esta escena indica por lo menos dos cosas para los judíos. Para nosotros los gentiles es difícil entenderlo plenamente cuando no estamos acostumbrados a sentarse sobre el suelo y reclinarnos junto a alguien al disfrutar juntos una comida. Por eso es importante que tomemos en cuenta eso al entender este pasaje. Para los judíos, estar junto al anfitrión de un banquete era muestra de que uno era el invitado de honor. Este fue el lugar que tomó Juan al estar junto a Jesús en la última Pascua (Jn. 13:23). Esto indica que Lázaro estuvo en un lugar de gran honor al recostarse junto a Abraham.
Esto también podemos relacionarlo con el hecho de que el Hijo se encuentra siempre en el seno del Padre porque es uno con Él (Jn. 1:18). También habla de la intimidad muy singular que hay entre Jesucristo y Su Padre.
Lázaro encontrándose en el seno de Abraham también es la realización de la esperanza de todo hebreo. Cada judío anhela poder sentarse con los patriarcas en el reino y poder convivir con ellos (Mt. 8:11). La esperanza de Lázaro era estar con el Señor, pero como judío también habría anhelado este gran privilegio. Dios se lo concedió. Su esperanza fue plenamente realizada.
Un día esa será nuestra experiencia. Jesús mismo nos consolará, enjugará nuestras lágrimas y nos guiará a las fuentes de agua viva.
¿A quién mas utilizará nuestro Padre para consolarnos? ¿A Daniel? ¿A Ester? ¿A Pedro? ¿A Priscila? ¿A Pablo?
¡Qué futuro nos espera!
La experiencia de Lázaro será la nuestra. Pasaremos del sufrimiento al descanso y consuelo eterno.
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Gracias, es muy provechoso leerle.
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