Preparados para presentar defensa

Cristianos Carnales: La Ficción del Antinomianismo

David Alves hijo

Entre nosotros hay un mal muy serio y no estamos al tanto de ello. Algunos de nosotros creemos, hablamos y enseñamos de la siguiente manera. Pensamos que si alguien dice haber creído en el Señor Jesucristo y puede señalar tajantemente “un cómo, un cuándo y un dónde” en cuanto a esa decisión, es esta una persona indudablemente salvada.

Si ese individuo no vive como debería vivir un cristiano porque aún está entregado a la corrupción moral, muchas veces oímos decir acerca de alguien así que sí es cristiano, pero que es un cristiano carnal.

Algunos enseñan que entre aquellos que van peregrinando al cielo, unos son espirituales y otros son carnales. Al explicar pasajes como Gálatas 5 oímos decir lo mismo: hay cristianos espirituales y cristianos carnales.

Esta forma de pensar se ve claramente afectada por el antinomianismo.

¿Qué es el Antinomianismo?

Es la creencia de que no hay ninguna ley moral que hoy debamos obedecer. La palabra antinomianismo proviene de las palabras en griego, anti, que significa “en contra”; y nomos, que significa “ley”. La idea es que Jesucristo cumplió la ley y nosotros no tenemos ninguna responsabilidad hacia la ley.

El antinomianismo resulta en que se piense que un individuo puede decir que ha sido justificado de sus pecados porque ha creído en Cristo, aún si vive una vida de completa desobediencia a la ley de Dios.

El Antinomianismo y el Híperdispensacionalismo

Es muy importante que se señale que el antinomianismo es en parte el resultado del
híperdispensacionalismo. Esto es trazar las dispensaciones en la Biblia, y por ejemplo, llegar a la conclusión de que la ley de Moisés no tiene ninguna potestad sobre nosotros en la actualidad.

Debemos tener cuidado al realizar esta división entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Decir que los creyentes bajo el Antiguo Testamento obedecían la ley a la fuerza, y no voluntariamente como lo hacemos nosotros, es una perspectiva de un híperdispensacionalista. Decir que los que vivieron bajo la ley de Moisés no podían orar de la misma manera en la que podemos hacerlo nosotros, también es el resultado de interpretar las Escrituras erróneamente de esta manera. El híperdispensacionalismo también resulta en que hayan aquellos que enseñen que la salvación bajo la ley era a través de la obras y que la salvación bajo la gracia es por fe. Esto no es sino falsa doctrina, y debe ser corregida en cuanto antes posible. Considero que también somos influenciados por el híperdispensacionalismo cuando nos enfocamos mucho en dividir las Escrituras en dispensaciones, pero no a través de los distintos pactos que Dios ha hecho. Pensamos que todo lo del Antiguo Testamento ya tuvo su cumplimiento y que poco o nada sigue en efecto. Esta es una noción completamente equivocada ya que por ejemplo, los pactos hechos con Noé, Abraham y David, siguen en efecto y seguirán en efecto por todas las edades. El híperdispensacionalista también diría algo como lo siguiente. El evangelio de Mateo fue escrito a los judíos, y por lo tanto, no debe ser considerado por nosotros hoy en día en cuanto a lo que él escribió sobre la enseñanza de Jesús y el divorcio. Nunca leemos en la Biblia que Mateo fue escrito a los judíos únicamente y nunca leemos en la Biblia que lo mencionado en dicho evangelio fue para las generaciones pasadas.

En vez de interpretar la Biblia de esas maneras, debemos tomar las dispensaciones y trazarlas adecuadamente. Sin duda debemos hacer una distinción entre el antiguo y el nuevo pacto, pero siempre haciéndolo cuidadosamente y responsablemente al ejercer una hermenéutica adecuada.

En el caso de nuestra responsabilidad hacia la ley, Pablo enseña en Romanos 7 que sí hay ciertos aspectos de la ley bajo las cuales aún nos encontramos en la actualidad. Mandamientos de la ley de Moisés fueron dichos por el Señor; y también enseñados y escritos por Sus apóstoles en sus epístolas para los cristianos que viven bajo la administración de la gracia. En resumen, las leyes ceremoniales ya no nos gobiernan, pero las morales sí. Por ejemplo, hoy no debemos impedirle a una mujer congregarse durante su menstruación en base a Levítico 15. Pero sí debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos como lo indicaba la ley (Lv. 19:18; Mr. 12:31). El antinomianista y el híperdispensacionalista no entienden esto, y es urgente que corrijan sus perspectivas, porque el evangelio de ellos no es el evangelio de Dios presentado en la Biblia.

Influencias Sutiles del Antinomianismo

Lo más seguro es que la mayoría de los que leen este escrito, no llegarían al grado de decir que la ley de Dios no tiene nada que ver con nosotros en la actualidad. Esa realmente no es la premisa de este artículo. Más bien el argumento que busca hacerse en este escrito es que el antinomianismo sí ha influenciado a la iglesia de Cristo, aunque sea de manera sutil.

¿De qué maneras? Lo que ya se ha aseverado. Llegamos a predicar un evangelio que en resumidas cuentas enseña que con tal de que alguien tenga una fecha de conversión escrita en la primera página de su Biblia, esa persona es creyente en Cristo, aún si en su vida no hay fruto o evidencia de ello.

Otras influencias sutiles del antinomianismo es que hacemos demasiado énfasis en el pasado de una persona en cuanto a su supuesto momento de salvación, y no a su presente. No hacemos el énfasis suficiente en el hecho de que el Nuevo Testamento enfatiza más el fruto, la obediencia y el testimonio del individuo en el presente que una profesión de fe hecha en el pasado. El hecho de que no se enfatice más lo que significa el arrepentimiento al predicarse el evangelio, también es la influencia sutil del antinomianismo. Casi no oímos a los predicadores llamar a los pecadores a renunciar al pecado y a rendirse a la autoridad de Cristo Jesús después de haber creído en Él. Si el antinomianismo no nos ha afectado, ¿por qué casi no oímos sobre lo enseñado por Santiago que la justificación es por las obras de la ley?

Únicamente el Señor conoce a los que son Suyos (2 Tim. 2:19). Yo ni ninguna otra persona puede decir quién sí es salvo y quién no; quien está en el cielo o en el infierno. Pero somos también antinomianistas cuando predicamos en el velorio de alguien que no mostró nada de fruto y le aseguramos una y otra vez a la familia para consolarles que su ser querido está en el cielo porque vivió diciendo que de niño creyó en Cristo. No estoy sugiriendo que se afirme rotundamente que una persona que vivió así, está en el lago de fuego; sino lo que estoy planteando es que tampoco podemos asegurar que dicha persona está en la gloria.

Charles Ryrie y el Arrepentimiento

Desafortunadamente pareciera que el antinomianismo influenció a Charles Ryrie. Muchos reconocerán su nombre por la Biblia de estudio que él publicó. Ryrie enseñó que el arrepentimiento es una obra, y que por causa de eso, no debe ser mencionado al predicarse el evangelio.

Ryrie escribió:

“¿Es el arrepentimiento una condición para recibir la vida eterna? Sí, si es arrepentimiento o cambio de opinión acerca de Jesucristo. No, si eso significa arrepentirse del pecado o incluso decidir apartarse del pecado, porque estas cosas no salvarán. … El arrepentimiento puede preparar el camino para la fe, pero es la fe la que salva, no el arrepentimiento (a menos que el arrepentimiento se entienda como sinónimo de fe o de cambiar de opinión acerca de Cristo).”1

A él también le incomodaba que se enfatizara el efecto del señorío o de la autoridad de Cristo sobre aquellos que se convierten a Dios. Ryrie no estaba de acuerdo en que se le dijera al pecador que si decidía creer en Cristo, tendría que renunciar a la maldad para ahora servir al Señor.

En uno de sus libros, Ryrie llegó al grado de negar rotundamente que Jesucristo tenía que ser el Señor para poder ser el Salvador de los pecadores. En la respuesta que él dio a ese dilema, él dijo lo siguiente, lo cual nos llevará a considerar la falacia de los cristianos carnales.

“No se puede subestimar la importancia de esta cuestión en relación tanto con la salvación como con la santificación. El mensaje de fe únicamente y el mensaje de fe más el compromiso de vida no pueden ser ambos el evangelio; por lo tanto, uno de ellos es un evangelio falso y cae bajo la maldición de pervertir el evangelio o predicar otro evangelio (Gálatas 1:6-9), y este es un asunto muy serio. En lo que respecta a la santificación, si sólo las personas comprometidas son salvas, ¿dónde hay lugar para los cristianos carnales?”2

“¿Dónde hay Lugar para los Cristianos Carnales?”

Esa es una excelente pregunta que hizo Ryrie. La respuesta bíblica es que los cristianos carnales no existen. En base a lo que la Palabra de Dios enseña podemos concluir que decir que existen cristianos carnales es una de las falacias del antinomianismo.

Cuando la Biblia habla de individuos que son carnales se refiere a dos tipos de personas.

En primer lugar, los carnales somos todos los cristianos, porque todos aún tenemos la carne. Pablo dijo de sí mismo: “Yo soy carnal” (Rom. 7:14). El contexto demuestra que este siervo de Dios se llamó a sí mismo de esa manera, porque él seguía teniendo un conflicto en su interior. Tenía al Espíritu que le motivaba a hacer lo bueno; y poseía la carne que le inducía a hacer lo malo. En este sentido, todos somos carnales como Pablo.

En segundo lugar, los carnales son aquellos que en momentos específicos actúan conforme a la carne al cometer cierto pecado. En este sentido, la única mención de cristianos carnales en el Nuevo Testamento es lo que Pablo le escribió a la iglesia en Corinto. “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?” (1 Co. 3:1-4).

Llama la atención que a estos mismos hermanos, Pablo les escribió en 2 Corintios 13:5, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”. A Pablo le preocupaba claramente que si los corintios continuaban actuando de esta manera, pudiera ser indicación de que algunos de ellos no eran realmente creyentes.

La Biblia nunca enseña que un cristiano carnal es aquel que dice ser creyente pero que persiste a lo largo de su vida en la iniquidad. La Biblia sí enseña que tristemente podemos actuar carnalmente (Rom. 7:25); pero una cosa es actuar carnalmente, y otra cosa es vivir carnalmente. Vivir en la carne es característico de los que no son hijos de Dios (Rom. 7:5). Ellos caminan conforme a la carne (Rom. 8:1). “Son de la carne” porque “piensan en las cosas de la carne” (Rom. 8:5). Pablo afirma categóricamente en cuanto al verdadero cristiano: “Vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu” (Rom. 8:9).

La Palabra de Dios constantemente repite que los practicantes del pecado no pueden ser cristianos, sino que son incrédulos que se perderán por siempre si no reciben la vida eterna (1 Co. 6:9, 10; Gál. 5:19-21; 1 Jn. 3:6; 8, 9; Ap. 21:8). No importa que alguien tenga una maravillosa historia sobre cómo aceptó a Jesús. Si ese individuo vive para el pecado, no es salvo ni es un cristiano carnal. Es un impío que está perdido dirigiéndose a las llamas del fuego eterno que necesita ser perdonado, lavado y regenerado.

Conclusiones

Terminemos considerando algunas cosas que combaten contra las perspectivas antinomianas que han sido presentadas. Te recomiendo leer El Evangelio Según Jesucristo por John MacArthur y a analizar lo siguiente.

  1. El arrepentimiento de los pecados no es una obra, sino que conduce a la fe en Cristo para la salvación (Hch. 20:21). El arrepentimiento es indudablemente un componente del evangelio de Dios y debe ser predicado como un requisito indispensable para la salvación (2 Cr. 7:14; Mt. 4:17; Hch. 3:19; 17:30; 2 Pe. 3:9).
  2. La salvación es solo por fe (Gn. 15:6; Hab. 2:4; Jn. 6:47; Ef. 2:8, 9). En el momento que una persona se arrepiente y cree en Cristo Jesús, ese individuo es rescatado por Dios (Jn. 3:16; Hch. 10:43; 16:31). Sus obras antes o después de su conversión no le salvan de ninguna manera (Rom. 11:6; Tit. 3:5; Gál. 2:16).
  3. Los incrédulos sí deben ser llamados a someterse a la autoridad suprema del glorioso Hijo de Dios después de creer en Él, siguiendo el ejemplo de lo predicado por Él mismo (Mt. 8:22; 7:13, 14; 9:9; Lc. 6:46-49; 9:23).
  4. La justificación se recibe por fe, y únicamente por fe (Rom. 5:1); pero se demuestra a través del comportamiento, y por lo tanto, es también una justificación por las obras (Stg. 2:14-26).
  5. No existen cristianos carnales, pero sí existen muchos falsos profesantes (Mt. 7:21-23; 2 Co. 11:13-15; Tit. 1:16; 2 Tim. 3:5).
  1. Charles C. Ryrie, So Great Salvation: What It Means to Believe in Jesus Christ (Wheaton, IL: Victor, 1989), 99. ↩︎
  2. Charles C. Ryrie, Balancing the Christian Life, 2nd ed. (Chicago: Moody, 1994), 178. ↩︎

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