Himnología

“Se Acerca el Bello Día”

David Alves padre

Nuestro himno de hoy no es muy conocido. Fue escrito originalmente en inglés por alguien con las iniciales “C. A. H”. Sólo encuentro este himno en unos cuatro himnarios que son de uso entre congregaciones anglosajonas de las, así llamadas, “asambleas congregadas en el Nombre del Señor Jesucristo”. Uno de estos himnarios es “The Believers Hymn Book” (“El Himnario de los Creyentes”), Revisión 1981, que contiene 465 himnos, en el que es el himno #262. El hermano Harold Paisley, un reconocido predicador oriundo de Irlanda del Norte, pero muy usado por Dios en países de habla inglesa alrededor del mundo, editó un volumen que tituló como “Compañero” del mencionado himnario y comenta de tres autores cuyos himnos se incluyen de los cuales no pudo encontrar ningún dato biográfico, y “C. A. H.” es uno de ellos. Estudiantes de la Biblia también especulan mucho sobre quién fue el escritor de la carta a los Hebreos, o del Salmo 1, o el Salmo 119, por ejemplo. Yo tengo una sospecha de quién fue el autor de nuestro himno de hoy pero realmente me falta evidencia sólida. Recientemente un buen amigo y hermano en la fe me envió un video del homenaje solemne que se hace diariamente en Washington, la capital de los Estados Unidos al “Soldado Desconocido”. En un sentido espiritual, anticipo conocer a muchos soldados desconocidos en gloria. Dios sabe todo lo referente al autor de nuestro himno de hoy, y su trabajo no pasará desapercibido ante el Tribunal de Cristo.

Este himno es el #466 del Himnario Cristiano, publicado en México. Si reconoce la melodía que escucha en el fondo (que tomé de YouTube, del canal de Malcolm Kerwin, en su video titulado “Stand up, stand up for Jesus”) es porque también se usa para cantar otro himno muy conocido, titulado: “Estad por Cristo firmes, soldados de la cruz” (pero sin el coro). El compositor fue un caballero cristiano de nombre George James Webb (1803-1887). Era de origen inglés pero murió en los Estados Unidos, en Orange, Nueva Jersey. Al parecer, compuso esta bella melodía mientras venía a bordo de un barco cruzando el Atlántico.

Dice así la primera estrofa:

Se acerca el bello día
en que, Señor, vendrás;
con grande alegría
nos arrebatarás.
Rodeado de las huestes
que redimiste aquí,
los cánticos celestes
te exaltarán a Ti.

Como habrá notado el himno es un monólogo de un creyente hablando a su Señor. Expresa la anticipación de la venida del Señor para arrebatar a la Iglesia Universal, que incluirá a toda persona salva desde el Día de Pentecostés, hace casi dos mil años ya, hasta el momento del Rapto. Es un evento que podría suceder en cualquier momento. Tanto los creyentes que hayan muerto, como los que estemos vivos cuando Cristo venga, subiremos a las nubes en cuerpos glorificados para reunirnos con el Señor en las nubes de nuestras atmósfera (1 Tes. 4:16-17; 2 Tes. 2:1) y de allí iremos al cielo, a la casa del Padre (Jn. 14:1-3). En Ap. 5:8-10 se describe a las huestes de redimidos que estarán alrededor del trono y cantarán a Cristo en gloria.

En vista de todo esto, esta primera estrofa expresa la alegría personal de Cristo en el Rapto y en los eventos subsiguiente. Dice Heb. 12:3 que “Jesús… por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Nos presentará “sin mancha delante de su gloria con gran alegría” (Judas 24).

En la segunda estrofa vemos a este creyente intrigado en su monólogo, preguntándose si en medio de tantos millones y millones de redimidos y seres angelicales en el cielo va a reconocer al Señor Jesucristo. Escuche:

¿Podré reconocerte
en esa multitud?
¿Qué seña habrá, que al verte,
me muestre que eres Tú?
La gloria refulgente,
en Ti se ve brillar,
mas gloria esplendente
no me pudo salvar.

Mi esposa y yo llevamos varios días disfrutando cada mañana después del desayuno porciones de un audiolibro disponible en el canal de YouTube de Gracia Más Gracia titulado “La Gloria de Cristo”, escrito por el puritano John Owen. Se los recomiendo ampliamente. En uno de los episodios Owen describe la gloria inconfundible que será vista en el cuerpo resucitado de Cristo, en comparación, o contraste, con todos los creyentes y sus cuerpos glorificados. Él basa sus comentarios en 1 Cor 15:41-42, que dice así: “Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos”. Así como el sol sobresale por mucho entre los astros de nuestro sistema solar, Cristo siempre tendrá la preeminencia (Col. 1:18) en la población celestial. La gloria de Cristo es única. Él es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen misma de su sustancia (Hebreos 1:3). Pero nos humilla pensar que, a pesar de esa gloria característica de Él desde la eternidad, tuvo que humillarse y humanarse para poder morir en la cruz y proveer salvación a los pecadores.

La respuesta inequívoca a la inquietud expresada en la estrofa anterior está en la tercera estrofa, que dice así:

Heridas, sí, heridas,
veré en Ti, Jesús,
sólo por Ti sufridas
en esa cruenta cruz.
Cordero inmolado,
eres mi Salvador;
tus manos, pies, costado,
son pruebas de tu amor.

Este himno fue traducido por David Alves padre en Puerto Vallarta, México el 6 de octubre del 2009. Acababa de llegar de una conferencia bíblica en los Estados Unidos en donde un estudio bíblico conversacional tuvo como tema los sufrimientos de Cristo. El traductor de nuestro himno de hoy había quedado sorprendido y boquiabierto cuando uno de los participantes en ese estudio insistió que en gloria no vamos a ver huella alguna de las heridas en el cuerpo de Cristo. Llegando de su viaje el traductor se propuso verter este himno al español. ¡La Biblia y el himnario confirman esta verdad acerca de nuestro Salvador!

@lynngerridog, en X

Hay tres pasajes en los Evangelios que no necesitan clarificación:

1) Lucas 24:38-40, refiriéndose a Cristo resucitado y sus discípulos, dice que: “Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.”

2) Juan 20:19-20, también relata la experiencia del Señor el mismo día en que resucitó de los muertos. “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.”

3) Juan 20:24-29 es contundente. “Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.

Es de notar que las cinco heridas que Cristo mostró a sus discípulos después de su resurrección fueron las que recibió sobre la cruz, cuatro mientras estaba vivo, y una después de que murió. Aunque el sufrimiento causado por el látigo romano, las espinas y las bofetadas ha de haber sido insoportable e indescriptible, fueron sufrimientos por la justicia. Fue sobre la cruz que Cristo consumó la obra de expiación por nuestros pecados. Creo que la evidencia permanente de estas cinco heridas: Las de cada mano, las de cada pie, y la del costado, es lo que veremos en gloria.

Es impresionante leer con cuidado lo que Juan escribió en el Apocalipsis acerca de Cristo en la escena de la Iglesia en gloria, alrededor del trono, después del Rapto: “Estaba en pie un Cordero como inmolado”. “Inmolado” es un verbo perfecto. O sea, se evidencia el resultado permanente de una acción que sucedió en el pasado. Yo he visto corderos inmolados, pero muertos. ¡Este Cordero vive! Pero lleva la evidencia permanente de que murió una muerte sacrificial. Eternamente le reconoceremos como el Cordero que fue llevado al matadero (Isa. 53:7).

Necesito abrir un paréntesis para aclarar un malentendido en cuanto a un pasaje bíblico que pasaje es usado erróneamente en cuanto a Cristo. El pasaje en Zacarías dice así: “Y le preguntarán [a un profeta]: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos” (13:6). el versículo 6 se refiere a falsos profetas. De manera muy sucinta la Biblia de Estudio LBLA dice lo siguiente: “Los falsos profetas se cortaban en ritos idólatras (1 R 18:27, 28; cp. Lv 19:28; Dt 14:1), y luego negaban que ellos mismos se habían hecho la herida”. El versículo siguiente, el 7, sí es una profecía mesiánica.

Como es de esperarse, después de tal contemplación de su Salvador, el monólogo de este creyente culmina con una nota de alabanza y adoración:

Señor Jesús, bendito,
postrado ante Ti
admiraré, contrito,
tu gracia hacia mí.
Te alabo y te adoro,
te amo más y más;
y en el celeste coro
mi voz escucharás.

En este mundo nosotros oímos la voz del Buen Pastor y le seguimos; nos dio vida eterna (Jn. 10:28-29). En el mundo venidero qué satisfacción será para Él oír las voces de sus ovejas admirándole, agradeciéndole, alabándole, y adorándole con profundo amor por la eternidad.