David Alves Jr.
En grande amargura me ha puesto el Todopoderoso…
el Todopoderoso me ha afligido…
(Rut 1:20, 21)
Noemí al hablar de Dios se refirió a Él como siendo El Shaddai en estas dos ocaciones en el libro de Rut. Este nombre del Ser supremo y glorioso que adoramos indica que Él es la Persona más poderosa. No solo indica que es el más poderoso, pero el nombre El Shaddai también señala que Su poder es ilimitado e infinito.
Hubieron otros que reconocieron que Dios posee este asombroso atributo que Él es omnipotente. Algunos de ellos son: Abraham (Gn. 17:1), Isaac (Gn. 28:3), Jacob (Gn. 43:14; 48:3; 49:25) y Job (Job 5:17).
Dios reveló este aspecto de Su Persona a muchas personas y de muchas maneras. Él le dijo a Moisés: “Yo soy Jehová. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente” (Éx. 6:2, 3).
Todos hemos encontrado un profundo consuelo en la promesa hecha por el Espíritu a través del salmista: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Sal. 91:1).
La Palabra de Dios exige que adoremos a nuestro Padre por Su ilimitable poder. A veces pensamos que Dios solo debe ser adorado por lo que Su Hijo hizo al morir por nosotros en el madero. Pero la realidad es que debemos alabarle, no solo por lo que Él ha hecho a nuestro favor, sino por lo que Él es en Su Persona. Por ejemplo, podemos tomar las palabras del Salmo 147 y expresárselas a Dios: “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder”. Los ancianos en el cielo adoran a Dios sobre Su trono al decirle: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap. 4:11). Nosotros también adoraremos a Dios por Su inmenso poder. Juan escribió: “Oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” (Ap. 19:6).
Volvamos a pensar en Noemí y lo que ella dijo de El Shaddai. Ella manifestó que había experimentado el infinito poder de Dios en las tragedias que había sufrido. Esto nos hace entender que Dios debe ser adorado en cuanto a Su omnipotencia, no solo por las cosas que Él hace en nuestras vidas que disfrutamos, sino también por las cosas que Él hace para nuestro bien que nos hieren, humillan y enseñan.

En estas palabras pronunciadas por Noemí, no solo podemos ver la gloria del Padre como siendo El Shaddai, pero también nos lleva a meditar en Su Hijo nuestro Señor Jesucristo. Él siendo Dios, también debe ser adorado por Su omnipotencia. Sin ninguna duda, Jesús también es el Todopoderoso. Esto lo vemos de las siguientes maneras:
- En Sus títulos. Él es el Dios Fuerte en Isaías 9:6. Él es el poderoso Salvador que Dios levantó en Lucas 1:69.
- En Sus palabras. Pedro confesó que las palabras de Jesucristo son palabras de vida eterna (Jn. 6:68). Nos transforman por completo. Los líderes religiosos reconocían que Él hablaba “como quien tiene autoridad” (Mt. 7:29). Él podía reprender a los vientos y a las aguas para que se detuviese de inmediato una gran tempestad (Mt. 8:26).
- En Sus obras. Pensamos en todos los enfermos a quienes sanó y a todos los muertos que resucitó. Ese es el brazo de poder del Señor del que habló el profeta en Isaías 53:1. Contemplemos el asombroso hecho que Él ha rescatado del pecado, del mundo, de Satanás y del infierno a un sin fin de personas. Allí nos incluimos nosotros. ¡Es grandioso y maravilloso nuestro Señor Todopoderoso!
Alabemos a nuestro Salvador el Todopoderoso que se humilló de tantas maneras para bendecirnos de tantas maneras.
El puritano Thomas Watson (1620-1686) lo expresó excelentemente al escribir: “La eternidad- debía nacer; que el que truena en los cielos- llorara en un pesebre; que el que gobierna las estrellas- debía mamar los pechos; que el Príncipe de la Vida debía morir; que el Señor de la Gloria debía ser avergonzado; que el pecado debe ser castigado plenamente, pero perdonado completamente; ¿Quién podría haber concebido tal misterio si las Escrituras no nos lo hubieran revelado?” - En Su muerte. No podemos dimensionar el poder que se requirió llevar el pecado de toda la humanidad y el poder que se necesitó para soportar el derramamiento de la ira del Todopoderoso sobre Él. Tampoco podemos medir el poder que se ocupó para que el Mesías resucitara de entre los muertos como lo anticipan así las Escrituras. Había uno solo que tenía el poder para hacer eso, y sabemos bien que es nuestro Amado.
- En Su exaltación. Admiremos el poder de Jesús para ascender a la presencia de Su Padre después de haber resucitado para ser exaltado. El Señor de gloria será exaltado a través de los juicios terribles que serán vertidos sobre esta tierra por Él durante la tribulación. En Su segunda venida, todos Sus enemigos serán destruidos completamente por la gloria de Su poder (2 Tes. 1:9) y por el poder de Su palabra (Ap. 19:15). Nadie puede resistir Su irresistible fuerza. Sus enemigos serán aniquilados por siempre y Su reino será firme y eterno.
Bendecimos y exaltamos al Todopoderoso de Noemí, porque es nuestro Todopoderoso también. Adoramos a El Shaddai.
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