Cristo en toda la Biblia

No te Olvides que eres Moabita

David Alves hijo

Rut la moabita
Rut 1:22

Su origen fue el resultado de una relación ilícita de incesto entre un padre y su propia hija. Se establecieron al oriente del río Jordán. No gozaron de un poder o de un renombre sobresaliente. Fueron vencidos por los amorreos que también llegaron a esa región y tuvieron que limitar su territorio. Fueron también derrotados por los israelitas, cuando Moisés aún vivía, y ciertas tribus israelitas tomaron posesión de sus tierras.

Así como el origen de este puedo fue oscuro, así también lo fueron sus prácticas y costumbres. Eran devotos a un número de deidades falsas a los cuáles estaban dedicados diversos templos que edificaron. Para tratar de hallar el favor de esos dioses aberrantes delante del Dios verdadero, practicaban orgías grotescas y corruptamente realizaban sacrificios humanos.

Ese es un breve resumen de la historia de los moabitas. Por lo visto, no había realmente algún motivo por el cual alguien pudiera poseer un orgullo nacional al ser de dicha nación. Mas bien ser de Moab debía ser un motivo de gran humillación por no haber sobresalido socialmente; y aún más, por haber ofendido severamente al Dios justo y recto.

Nosotros nos parecemos mucho a este pueblo mencionado a lo largo del Antiguo Testamento. No tenemos nada de que gloriarnos, pero sí tenemos mucho por lo cual deberíamos despreciarnos, rebajarnos y avergonzarnos.

Este fue el caso de Rut. Ella nació, creció y pecó en ese entorno ateo, idolatra, promiscuo, vicioso, corrupto y disoluto. Rut en esa tierra se encontraba alejada “de la ciudadanía de Israel”; ajena “a los pactos de la promesa” y “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef. 2:12). ¿Qué esperanza tenía? La ley de Yahweh especificaba que los moabitas y amorreos no podían entrar a la congregación de Israel (Dt. 23:3). No tenía absolutamente nada de que vanagloriarse.

Rut la moabita, se encontraba sin esperanza y nada de que gloriarse, hasta que la mano providencial del sabio Dios permitió que el evangelio de los siglos llegara a los campos de Moab. Algunos años atrás, Israel, la nación portadora de las buenas nuevas de salvación, había pasado por Moab pero ellos rehusaron conocer al único Dios (Nm. 22). Pero Dios en Su infinita paciencia y longanimidad, permitió que en Sus designios se diera testimonio en Moab una vez más del único Salvador de todos los tiempos. Esto fue a través de la familia de Noemí que se mudó de Belén a Moab.

Rut oyó el evangelio que siempre ha salvado y que siempre salvará a los perdidos y creyó en Dios. Su confesión de fe fue: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16). ¡La pagana y pecadora fue perdonada! ¡La perdida y ofensora fue adoptada! La que adoró ídolos, vivió el resto de su vida adorando al supremo Señor. La que fue esclava del pecado, vivió el resto de su vida siendo esclava del soberano Señor. La que había enviudado, se casó con Booz, varón entregado a Dios, y juntos fueron de gran bendición a muchos. ¡Qué historia! ¡Qué gracia!

Ebru Yılmaz

Pero nada de eso se compara con el mayor privilegio que gozó Rut. El pequeño libro sobre esta mujer concluye con una genealogía. (¡Por favor no ignores las genealogías en la Biblia!). El libro termina haciéndonos ver que ella fue la bisabuela del rey David. ¿Una moabita, bisabuela del rey más reconocido por Dios en Israel? ¿Bisabuela del rey al que se le prometió el trono eterno? ¡Sí!

Pero ese tampoco fue su mayor privilegio. Los evangelios de Mateo y de Lucas nos hacen ver que de la genealogía de Booz y Rut, unos mil años después, nacería el Señor Jesucristo. ¡Esta gracia es abrumadora! ¡No podemos contenernos! Una moabita usada por Dios para traer a Su Hijo a este mundo para sufrir la obra vicaria de la cruz. Al considerar esto, no podemos sino doblegar nuestros corazones en adoración a nuestro Padre.

Pero hay algo que debemos notar en cuanto a Rut y la manera en la que es mencionada cinco veces en el libro que lleva su nombre. A pesar de que se había convertido; a pesar de que se había unido a la congregación de Israel; a pesar de que se había casado con alguien como Booz; y a pesar de que sirvió fielmente al Señor, el Espíritu Santo la llama una y otra vez:“Rut la moabita”.

¿Por qué habrá escogido Dios describirla de esa manera?

Quizás lo hizo para que nunca nos olvidemos de su pasado. Dios hizo lo mismo con Mateo. El que escogió dejar su empleo corrupto por seguir a Jesús, por siempre aparecerá en las Escrituras como “Mateo el publicano” (Mt. 10:3). Esto lo hace para que nunca nos olvidemos de nuestro pasado. Nos hace bien contemplar donde nos encontrábamos anteriormente. Estábamos en el “pozo de la desesperación” y en el “lodo cenagoso” (Sal. 40:2) hasta que el poderoso brazo de nuestro Rescatador nos sacó de allí. Esto nos hace adorar a Dios.

Otra razón por la que quizás el Espíritu Santo llama a Rut de esta manera, es para que reconozcamos que solo Él debe ser glorificado por el presente maravilloso que gozamos. El único que debe ser reconocido y honrado por todo lo que ocurrió en la vida de Rut es Dios. El cambio tan radical que se llevó a cabo en ella únicamente puede ser atribuido al infinito poder de nuestro Dios. Rut no podía gloriarse en sí misma, nosotros tampoco podemos gloriarnos por lo que ahora somos. La gracia y el poder de Dios en nuestras vidas, deben humillarnos a nosotros mismos y exaltar al único que merece toda honra y gloria. Si Rut hubiese leído 1 Corintios 15:10, ella también hubiese dicho como afirmó Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia no ha sido en vano para conmigo”. Esto también nos hace adorar a Dios.

A Rut jamás se le habrá olvidado que había sido moabita. Habrá vivido en una gratitud y devoción constante por todo lo que Dios había hecho por ella. En un sentido figurado, no se nos olvide, que nosotros también fuimos moabitas. Al reunirnos el Domingo, alabemos a nuestro Dios y Salvador por todo lo que ha hecho por nosotros a través de la muerte y resurrección de Cristo Jesús.


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