Himnología

“A Ti, Pecador, Dios Llamándote Está”

David Alves padre

Luces gemelas del faro de Navesink, Nueva Jersey

Consideremos el himno titulado “A ti, pecador, Dios llamándote está”. Citaré la versión que aparece en Himnos del Evangelio, de Venezuela. Es el número 568. Es un himno solemne que, usando figuras marítimas y el peligro que asecha a embarcaciones en alta mar, enfatiza la urgencia del llamado de Dios al pecador por medio del mensaje del evangelio.

De hecho, cuando Adán apenas había pecado en el huerto del Edén y trataba de esconderse, leemos que inmediatamente “Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (Gén. 3:9). Así como la tripulación de un barco necesita conocer sus coordinadas durante la navegación, a todo ser humano le urge también ubicarse espiritualmente delante de Dios.

La primera estrofa del himno dicen así:

A ti, pecador, Dios y llamándote está.
¿En vano le dejas llamar?
Llamó cuando en calma tu viaje iba bien,
llamó en la tormenta del mar.

Dios conoce tu condición, amigo, y también tu ubicación, pero tú necesitas ubicarte con relación a la Eternidad. Hay sólo dos destinos: ¿A dónde te diriges? Dios quiere tu bienestar espiritual y eterno; su llamamiento es celestial (Heb. 3:1). No ignores sus llamadas. No seas como aquellos a los cuales Él dijo: “Llamé y no quisisteis oír” (Pr. 1:24).

La figura en el coro es de un barco que ha zarpado pero urge que regrese inmediatamente al puerto seguro. Dice así:

¡Oh vuélvete ahora, navega hacia el puerto!
pues Cristo es el ancla allá.
Millones viajando sin rumbo han muerto:
tu alma en peligro está.

Para el pecador, el peligro por delante es la condenación y por esto Cristo vino para llamar a pecadores al arrepentimiento, o sea, que se den la vuelta y busquen a Dios (Lc. 5:22). Isaías dijo: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isa. 55:7).

Después de una larga travesía del Atlántico, y queriendo arribar al Puerto de Nueva York en medio de una tempestad nocturna, cuántos capitanes marineros y pasajeros le habrán dado gracias a Dios al divisar, por fin, las luces gemelas del faro Navesink, en Nueva Jersey, en los Estados Unidos. Por casi un siglo este faro fue esencial para que multitudes pudiesen llegar con bien a su puerto deseado en la Unión Americana.

Virginia Williams Moyer, una mujer cristiana de perfil Metodista Episcopal, nació en 1870 y apenas 33 años después fue sepultada casi a la sombra de ese famoso faro en Navesink. Historias de la vida marítima, búsquedas de náufragos, rescates y pérdidas, han de haber sido tema común en las noticias en su tiempo. Este himno, y varios otros entre los 40 que ella escribió, refleja su conocimiento del tema, además de una pasión, como mujer cristiana muy devota que era, por la salvación de las almas de sus semejantes. También de su autoría es un coro muy cantado entre niños en las escuelas bíblicas dominicales acerca de Cristo y su obra en la cruz, que dice así: “Por la vía de la cruz Él fue por mí, Él fue por mí. Por la vía de la cruz Él fue por mí, por redimirme fue”. Aunque muerta, Dios aún habla por medio de Virginia Williams Moyer.

La vida, apreciado amigo, es como una frágil embarcación en alta mar. Aunque todo esté tranquilo, ¡el peligro es latente! Dios quiere verte llegar al puerto celestial. No hagas caso omiso de su voz. Cristo dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12).

La segunda estrofa dice así:

Y tú, pecador, que no quieres oir,
muy sordo has sido a su voz;
te cansas de tanto escucharle llamar,
¿y qué si se cansara Dios?

En cuanto a lo físico, el Dios omnipotente “no desfallece ni se fatiga con cansancio” (Isa. 40:28). Sin embargo, sí se desgasta su tolerancia hacia pecadores que abusan de su benevolencia. Se cansa de soportar ritos religiosos sin sinceridad (Isa. 1:14). En cuanto al castigo inminente por el pecado, le advirtió a los habitantes de Jerusalén que estaba cansado de contenerse (Jer. 6:11). Después de haberle dado tantas oportunidades a los habitantes de Judá, por fin les dijo: “Estoy cansado de arrepentirme” (Jer. 15:6).

Un trágico ejemplo de alguien que no quiso hacer caso a la voz de Dios fue Herodes, cuando mandó a cortarle la cabeza a Juan el Bautista, un portavoz divino. No mucho tiempo después, en la mañana de la crucifixión, Herodes se alegró cuando trajeron a Cristo ante él y le hacía muchas preguntas, pero Cristo nada le respondió (Lc. 23:9). Dios ya no tenía nada más que decirle a ese hombre. El silencio de Dios es un tema muy solemne en la Biblia.

Dice la tercera estrofa:

Si hoy, pecador, el Espíritu ya
decide alejarse de ti,
dejándote solo, no contenderá
por más que quisieras que sí.

Dios es paciente para con nosotros (2 P. 3:9). No ignores ni desperdicies las riquezas de su paciencia y longanimidad, dice el apóstol Pablo (Rom. 2:4). Así como se derrama la última gota de un envase, también la paciencia de Dios, gota a gota, se agota con algunos.

Las palabras de la hermana Virginia Williams Moyer en este himno evocan la tragedia que sucedió unos 9 años después de su muerte en 1912. El Titanic venía desde Inglaterra para atracar en el muelle número 59 del Puerto de Nueva York, pero no llegó. Unos 1,500 pasajeros perecieron en las aguas gélidas del Atlántico.

La música del himno la compuso Henry lake Gilmour (1836-1920), quien era oriundo de Irlanda pero emigró a los Estados Unidos a los 16 años, y comenzó trabajando como pintor. Luego participó en la Guerra Civil Americana, pero fue capturado y pasó varios meses en una prisión en Richmond, en el estado de Virginia. Finalmente, llegó a ser dentista. Sin embargo, él compuso la música para muchos himnos y también escribió varios himnos propios, y trabajó con otros en la redacción de un buen número de himnarios.

Dice la última estrofa de nuestro himno:

Tal vez, pecador, la paciencia de Dios
muy pronto se pueda agotar;
y al puerto celeste, al cual te llamó,
ya nunca te deje arribar.

Dios llama porque “quiere que todos los hombres (y mujeres y niños) sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4). Qué lástima que hay los que no hacen caso y se pierden eternamente porque no quisieron aceptar a Cristo como su Salvador personal.

Lee con atención esta anécdota tan conmovedora, que dice así: “Al instar a un hombre sumamente malvado a huir de la ira venidera, me encontré con esta declaración suya: ‘Fui criado para honrar a Dios y terminé odiándolo. He blasfemado su nombre y he resistido su Espíritu hasta que ya no puedo arrepentirme ni creer. Si hay un límite para la gracia de Dios he flotado a la deriva más allá de ese límite y estoy perdido’” (por W. G. M., copiado del sitio hymntime.com).

Este himno fue traducido al español el 15 de abril de 2004, por David R. Alves en Puerto Vallarta, en el Pacífico Mexicano. Vivir cerca del mar realza lo trágico que es cuando tripulaciones hacen caso omiso de advertencias de huracanes y tormentas y después de varios días de angustia la misión de búsqueda y rescate no arroja el resultado anhelado.

¿Qué de ti?, apreciado lector. ¿No te gustaría saber a ciencia cierta, sin lugar a duda, que estarás en el cielo cuando esta vida se acabe? Creele a Dios y acepta a Cristo como tu Salvador personal. Así tendrás también la esperanza gloriosa, como firme y segura ancla del alma (Heb. 6:18-20), de arribar salvo y seguro al puerto celestial.


Recibe contenido bíblico para tu edificación. Sigue nuestro canal de WhatsApp:
https://whatsapp.com/channel/0029Va4byrd2f3EFIOGEQx1A

Dejar un comentario