David Alves hijo
La enseñanza bíblica de la encarnación afirma categóricamente que Jesús siendo Dios, tomó forma de hombre al venir a este mundo. Dios que es Espíritu (Jn. 4:24), nació y fue llamado Emanuel, que significa: “Dios con nosotros” (Mt. 1:23). Pablo afirmó a Timoteo: “Dios fue manifestado en carne” (1 Tim. 3:16). Pablo enseñó a la iglesia en Filipos que Jesús fue “hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:7). El que no tenía un cuerpo de carne y sangre, “participó de lo mismo” (Heb. 2:14) al nacer de María. Cada uno de esos pasajes enseñan claramente la encarnación de Cristo Jesús. Ciertamente es un misterio, como lo llama Pablo; pero es responsabilidad de la iglesia entender, enseñar y defender este aspecto de la doctrina bíblica.
Esto significa que Jesús llegó a tener dos naturalezas, la divina y la humana, en una sola persona. No fueron dos naturalezas en dos personas distintas. El teólogo holandés Wilhemus Á Brakel escribió aclarando sobre esto y es algo que debe tomarse en cuanta al considerar esta doctrina para evitar confusiones o falsas doctrinas. El escritor comentó lo siguiente: “Es evidente que hay en Cristo dos naturalezas, pero no dos personas, es decir, no una persona divina y otra humana. Sólo hay una Persona divina. Por lo tanto María no engendró una mera virtud de la personalidad del Hijo de Dios. Ella trajo así al mundo una Persona divina”.1
Este ensayo busca enfocarse en lo imprescindible que es esta doctrina bíblica. No es ninguna exageración cuando se habla de la imprescindibilidad sobre el hecho de que el Hijo eterno de Dios se hizo el Dios-Hombre. Al contemplar el panorama de las Escrituras, es indudable que esta enseñanza es vital e indispensable para la fe cristiana. El propósito por delante es contestar las preguntas: ¿Cuáles son las razones por las que Dios tuvo que encarnarse? ¿Cómo impactan la doctrina del evangelio? Sin la encarnación del Hijo de hombre no habría evangelio y no existiría la oferta del perdón de pecados.
Con eso en mente, se analizarán distintas razones por las que el Invisible tuvo que hacerse el Visible al venir en carne a este mundo. Se observarán distintos argumentos bíblicos que son tajantes para aseverar que la encarnación impacta directamente el precioso mensaje del evangelio. Notaremos también la estrecha relación que hay entre la encarnación del Príncipe de paz con la Deidad, con el diablo y con la iglesia. El objetivo será corroborar que la doctrina de la encarnación no es secundaria, sino primaria. La meta es demostrar que la enseñanza de la encarnación no es opcional creerla, sino que es imprescindible estar convencido en cuanto a este dogma escritural dentro de la Cristología. La doctrina de la encarnación influye en todo lo demás de lo cual leemos en la Biblia.
Las implicaciones de la encarnación en cuanto a la Deidad
I. Revelación de Dios al mundo
Jesucristo se hizo hombre para revelar a su Padre a este mundo sumido en la maldad. “Él es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15). Él es “el resplandor de Su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1:3). Todo lo que la Biblia nos dice acerca de Dios Padre, la humanidad lo vio reflejado en la Persona de Cristo. Aún los que no lo vieron, pero leen la Biblia, pueden llegar a la misma conclusión. El maestro de la palabra de Dios, John MacArthur, afirma lo siguiente: “Se podría decir que cualquiera que vio a Cristo vio al Padre (Jn. 12:45; 14:7-10). En otras palabras, los atributos y características del Padre residen también en la Persona de Su Hijo”.2
Esto quiere decir que si alguien desea conocer a Dios, lo debe y lo puede hacer mediante su Hijo Jesucristo. Si alguien anhela llegar a Dios, lo tendrá que hacer a través de Aquél que es su imagen y resplandor. La encarnación comprueba la unidad perfecta que hay entre el Padre y el Hijo. La encarnación confirma que Jesús no fue un hombre cualquiera y que debe ser creído, servido, predicado y adorado. De acuerdo a Pablo, el Señor Jesús es la manifestación de “la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres” (Tit. 3:4). El Verbo es la expresión exacta y precisa del deseo que Dios tiene el deseo de salvar a todos los hombres (1 Tim. 2:4). Nadie pudo revelarle mejor porque solo Él moró eternamente con Dios en perfecta intimidad.3
II. Exaltación de Jesús sobre todas las cosas
La encarnación del Hijo de Dios significó que hubiesen implicaciones para él mismo. Se observará que le costaría sufrir en el madero, pero primeramente se estudiará que Dios lo ha exaltado por encima de todas las cosas, por haberse humillado al tomar semejanza de hombre. El Espíritu Santo enfatiza esto en Colosenses 1:15-19. Se establece que el Señor ha sido hecho “la cabeza del cuerpo que es la iglesia”. Se explica que Dios ha determinado que su Hijo sea “el primogénito de entre los muertos”. El apóstol señala gloriosamente bajo inspiración que Dios ha permitido esto “para que en todo tenga [Cristo] la preeminencia” y “que en él habitase toda plenitud”.
Aunque la encarnación le costó a Jesús ser humillado en gran manera, Dios le ha galardonado y le ha exaltado hasta lo sumo. El comentarista John Phillips escribe lo siguiente al explicar la encarnación en Filipenses 2, “El día viene cuando todas las inteligencias creadas tendrán que estar de acuerdo con Dios en lo que él ha hecho al exaltar a su Hijo al pináculo más alto de poder”.4 Jesús menospreció la humillación que sufriría porque fijó su mirada en el que gozo que tenía por delante (Heb. 12:2). El orden para él fue primero sufrir para después gozar las glorias eternas (1 Pe. 1:11). Esto debe motivar y consolar a la iglesia que primero se sufre y después se gozan las glorias celestiales de Dios.
III. Confirmación de la palabra de Dios
La encarnación de Jesús lo une a su Padre, lo ha exaltado sobre todo, pero también lo vincula muy cercanamente con las Escrituras inspiradas por el Espíritu de verdad. El Antiguo Testamento profetizó la encarnación de Jesús través de distintos profetas como lo fue el caso de Isaías. Isaías anunció acerca de una virgen que daría a luz a Emanuel (Isa. 7:14) y también anticipo de aquél niño que nacería que sería llamado Dios Fuerte (Isa. 9:6). Cientos de años antes de que el Mesías naciera en Belén de Judea, el Consolador había guiado para que se escribiesen palabras que anticipaban la doctrina que está bajo consideración aquí.
Todas las profecías en cuanto a la encarnación se cumplieron con la venida del Señor Jesucristo a este tierra. El hecho de que él cumplió esas profecías, comprueba rotundamente que la Biblia es la palabra de Dios y que “tenemos también la palabra profética más segura” (2 Pe. 1:19). Nadie puede decir que la Biblia es un libro cualquiera cuando se consideran todas las maneras en las que Cristo Jesús cumplió todas las profecías anunciadas por el Espíritu Santo. La encarnación de Jesús señala que la Biblia es un libro inspirado por Dios y que es absolutamente veraz confiable.
Las implicaciones de la encarnación en cuanto al diablo
Satanás se vio severamente afectado por causa de que Dios se haya hecho hombre. El hecho de que el diablo no pudo asesinar a Jesús al nacer o hacer que pecara al tentarle a lo largo de su vida, fue un preludio de que sería derrotado por el Hijo de Dios. Esta derrota sería al morir por los pecadores en ese cuerpo que él tomó para sí. Esto lo asevera el escritor a los Hebreos al decir: “Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb. 2:14, 15).
Por medio de la encarnación, se establece claramente que el diablo fue derrotado y que ya no tendría la misma autoridad que antes poseía sobre la muerte. El comentarista Homer Kent Jr. en su exposición sobre la epístola a los Hebreos comenta lo siguiente al respecto: “Los creyentes han sido liberados de la esclavitud del temor a la muerte que una vez los había esclavizado. Han sido removidos del reino de las tinieblas a la jurisdicción del reino de Cristo (Col. 1:13)”.5 Jesús ya había prometido esto cuando le dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn. 11:25, 26).
La persona que cree en el Señor Jesús es libertada de la esclavitud del pecado, de la corriente de este mundo, de la potestad de Satanás y de la pena eterna de la muerte. El creyente ciertamente muere pero va a la vida eterna y de esa manera es rescatado de morir eternamente en el lago de fuego. Por el otro lado, el incrédulo sigue bajo la potestad del diablo quien tiene la autoridad de la muerte, y por lo tanto, morirá por siempre si no recibe el perdón de pecados que solo Dios puede dar. La encarnación de Jesús le despojó a Satanás de cualquier potestad sobre los que son hijos de Dios. Se cumplió la profecía hecha por Dios al hablar a la serpiente en el Edén: “Ésta te herirá en la cabeza” (Gn. 3:15). Cristo le dio el golpe mortal a Cristo Jesús.

Las implicaciones de la encarnación en cuanto a la iglesia
I. La obra de la redención
Jesucristo se encarnó para llevar a cabo la obra de la redención en bien de aquellos que pertenecen a su cuerpo. En Hebreos 9:28 se establece esto claramente. “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. Esto también se especifica en Romanos 8:3. “Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”. Posiblemente esto también tenía en mente Pedro al escribir: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero” (1 Pe. 2:24).
Es solo por medio de él que la iglesia pudo obtener la redención, porque Él siendo Dios se hizo hombre para poder sufrir por las iniquidades del mundo. Kent Jr. escribió: “Como los hombres están relacionados entre sí por una participación común en la humanidad, Cristo necesitaba participar también en la virilidad genuina si Él, como sustituto, iba a sufrir la pena en la que había incurrido”.6 Á Brakel redactó lo siguiente en relación a este punto en el siglo XVIII, “Él no trajo consigo esta naturaleza humana desde el cielo; no fue creado de la nada, ni de alguna materia como insisten algunos anabautistas. Él es hombre fuera del hombre, para tener la naturaleza idéntica (no simplemente una naturaleza similar) que redimiría.”7
II. Beneficios de su obra
Es sumamente valioso y provechoso considerar todos los beneficios que se han recibido por medio de la encarnación del Señor. Muchos de los pasajes que afirman esta doctrina, también mencionan las razones por las que el Hijo de Dios decidió tomar un cuerpo para sí. Por medio de Su encarnación ya “no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:4). Hemos sido reconciliados con Dios y hemos sido purificados (Col. 1:20-22). Hemos sido redimidos de la maldición de la ley y adoptados como hijos suyos (Gál. 4:4, 5). Por medio de la vida y muerte de Jesús, la iglesia ha sido enriquecida sin medida en cuanto a lo espiritual. Pablo bendijo a Dios por haber bendecido al cuerpo de Cristo “con toda bendición espiritual” a través de su Hijo (Ef. 1:3).
III. Ejemplo supremo de humildad y generosidad
Cristo Jesús fue encarnado para llevar a cabo la obra de la redención, para traer grandes favores a Su pueblo, pero también para dejarle el mejor ejemplo a todos a los que confiesan Su nombre. Hay por lo menos dos maneras en las que Jesucristo es de ejemplo a los cristianos en relación a su encarnación. En primer lugar, Su encarnación lo hace ser el mejor ejemplo de humildad. Esto lo expone claramente Pablo a la iglesia en Filipos que estaba dividida y que necesitaba ejercer la bajeza (Fil. 2:5-11). Este pasaje cristológico debe transformar la perspectiva de cada cristiano de sí mismo y su óptica de los demás. Primero presenta al Hijo de Dios en toda su exaltación y después lo describe en toda su bajeza al encarnarse, al tomar forma de siervo. El Cristo humilde debe hacer que su iglesia sea humilde. El apóstol les pidió que tuviesen la misma mente que tuvo Cristo. Comenta Phillips en su comentario bíblico al respecto: “Filipenses 2:5 nos dice que la mente de Cristo debe ser la mente del cristiano. La palabra traducida “haya, pues, en vosotros este sentir” es phroneo, que significa ‘pensar en, estar atento a’. Debemos pensar como él lo hizo”.8
En segundo lugar, el hecho de que Jesús se haya hecho hombre, le hace el máximo ejemplo en cuanto a la generosidad. En 2 Corintios 8 y 9, Pablo enseñó en esta carta sobre el tema de las ofrendas. Pablo buscó motivar a los corintios a ofrendar de distintas maneras, pero la forma más efectiva habrá sido hacerles meditar en la generosidad del Salvador a este pobre mundo. El apóstol escribió acerca de él: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co. 8:9). La iglesia debe ofrendar con el Cristo encarnado en mente. Su liberalidad para con Su cuerpo que tomó y todo lo que sacrificio al hacer eso, debe resultar en que Sus redimidos sean generosos hacia los demás. La iglesia haría bien en seguir el ejemplo supremo de Jesús en cuanto a la humildad y a la generosidad.
Al considerar todos estos aspectos de la doctrina de la encarnación, se debe concluir que esta es una enseñanza que debe entenderse claramente y que debe defenderse celosamente. Una de las primeras confesiones de fue para la iglesia primitiva, fueron las palabras de Pablo en 1 Timoteo 3:16. Una de las líneas de ese texto confiesa que: “Dios fue manifestado en carne”. En cuanto a las seis líneas de la prosa que se encuentra en ese texto, el comentarista Jim Allen comenta lo siguiente: “El paralelismo antitético y la estructura quiásmica de las seis declaraciones declaran así de manera cronológica el misterio de la piedad revelada en Cristo desde la encarnación hasta la entronización en gloria. Dios y la gloria se manifiestan en un Hombre”.9
Por esta razón es sumamente importante que la iglesia entienda claramente la doctrina de la encarnación. En el contexto del pasaje ya citado, se menciona el hecho de cada iglesia debe ser “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). Los cristianos deben entender y defender el hecho de que Dios se hizo hombre; que Jesús es el único que puede salvar por lo que hizo a favor de los que fueron redimidos; que el Hijo de Dios destrozó a Satanás; y que él es el ejemplo a seguir. La doctrina de la encarnación siendo absolutamente imprescindible y habiendo tenido un profundo impacto sobre el evangelio, debe causar que la iglesia se maraville constantemente de esta gran verdad. De igual manera debe producir una profunda devoción a Dios y un intenso anhelo por adorarle en espíritu y en verdad.
- Wilhemus Á Brakel, The Christian’s Reasonable Service, vol. 1 (Grand Rapids, MI: Reformation Heritage Books, 2021), 505. ↩︎
- John MacArthur, Essential Christian Doctrine (Wheaton, IL: Crossway, 2021), 151. ↩︎
- R. V. G. Tasker, The Gospel According to St. John, (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1981), 43. ↩︎
- John Phillips, Exploring Ephesians and Philippians (Grand Rapids, MI: Kregel Publications, 1995), 93. ↩︎
- Homer A. Kent, Jr., The Epistle to the Hebrews (Winona Lake, IN: BMH Books, 2002), 59. ↩︎
- Homer A. Kent, Jr., The Epistle to the Hebrews, 58, 59. ↩︎
- Wilhemus Á Brakel, The Christian’s Reasonable Service, 500. ↩︎
- John Phillips, Exploring Ephesians and Philippians, 81. ↩︎
- Jim Allen, What the Bible Teaches: 1 Timothy, vol. 3 (Kilmarnock, Escocia: John Ritchie, Ltd., 2007), 229
↩︎
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