Himnología

Ve, Cristiano y Predica

David Alves padre

Consideremos el himno que se titula: “Ve, cristiano y predica”. Citaré la versión que aparece en “Himnos del Evangelio” publicado en Venzuela, es el número 128. Este es otro himno misionero muy conocido en el ámbito cristiano alrededor del mundo. Varias veces, entre su resurrección y ascensión al cielo, Cristo enfatizó a sus discípulos lo que ahora se conoce como “La Gran Comisión”. Es decir, les encargó la evangelización de todo los habitantes sobre el planeta Tierra, diciéndoles: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:18-20).

Notaremos que el estilo del himno es un diálogo. Cada estrofa es una exhortación que da un locutor y el coro es la respuesta que debe haber en el corazón de todo creyente de cumplir con el encargo que dejó nuestro Señor. Veamos, entonces, la primera estrofa y el coro:

Ve, cristiano y predica
de Jesús tu Salvador,
Sí, ve a todos y explica,
el mensaje de su amor.

Coro:
Sí, iré a predicarles
el santo y bendito evangelio,
Sí, iré a explicarles
el mensaje de su amor.

El evangelio es un mensaje de buenas noticias de parte del Dios amoroso para toda la humanidad tan afectada por el pecado. Lo resume bien el apóstol Pablo al escribir: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).

Bien se ha dicho que nadie debería tener el privilegio de escuchar el evangelio dos veces hasta que todos lo hayan escuchado por primera vez. Sin embargo, millones y millones de personas alrededor del mundo yacen en tinieblas espirituales y aún no han oído de Cristo y de su muerte redentora en la cruz.

Una vez de visita en Inglaterra me conmocionó escuchar a una anciana pareja de la India contar cómo en su país no tienen duda de que fue el apóstol Tomás el que primero llevó evangelio a tan lejana tierra e, incluso, vio el establecimiento de varias iglesias locales antes de morir como mártir allá en el año 72 d. de C.

Le animo a que lea las historias de misioneros que durante siglos recientes han sacrificado mucho para llevar el evangelio a aquellos que nunca han oído el evangelio. A William Carey se le considera “el padre de las misiones modernas” cuando salió de Inglaterra como misionero a finales del Siglo 18, también a la India. ¿Qué diremos de David Livingstone que en el Siglo 19 dedicó su vida a Dios en el África? Debemos mencionar a Hudson Taylor y su servicio en la China, o a Mary Slessor de Calabar (hoy Nigeria). Más recientemente, Jim Elliot y sus cuatro compañeros que murieron por la causa de Cristo en el Ecuador en 1956, tratando de evangelizar a los indios huaoranis. Y más recientemente, cómo estremeció al mundo la noticia el de la joven pareja de misioneros, Davy y Natalie Lloyd, asesinados por pandilleros el 24 de mayo de 2024 en Haití.

Quiero hacer especial mención de Anthony Norris Groves (1795–1853), uno de los primeros miembros del naciente movimiento de los, así llamados, “Hermanos de Plymouth” en Inglaterra, junto con los hermanos Darby, Parnell, Müller, y otros. Se le conoce como el padre de las “misiones de fe” (misioneros que han dejado sus empleos y han salido dependiendo 100% del Señor para su sostén económico, sin ningún tipo de garantía o compromiso formal de parte de instituciones e individuos). Él fue primeramente a Bagdad en 1829, junto con su esposa y dos hijos. Allí, perdió a su amada esposa por una terrible plaga. Al parecer, fue el primer misionero moderno en un país árabe, y pasaron varios años antes de ver a una persona convertida a Cristo. Después de estar en lo que hoy es Irán, finalmente fue a la India. Otra meta loable que tenía es ver a personas convertidas a Cristo en estos lugares tan hostiles al evangelio y formar parte de iglesias locales que existieran sin depender de autoridad o dinero del exterior.

Algunos, por otra parte, cumplen con “La Gran Comisión” sin dejar sus países ni sus empleos y comparten el evangelio con sus vecinos, compañeros en la escuela, o compañeros de trabajo; otros visitan de casa en casa, o predican al aire libre; hay los que aprovechan más y más el internet para hacerlo en diversas plataformas digitales. Un medio muy usado por otros y por Dios ha sido las transmisiones radiales desde que se inventó la radio a finales del Siglo 19.

Al pensar en el alcance que tiene el ministerio radial, quiero compartirles, como ejemplo el precioso testimonio que me contó la hermana Berna en Chile. Dijo ella:

“Este es el testimonio de cómo el Señor alcanzó a mi mamá, a mis hermanas, y a mí también. Voy a empezar por mi abuela materna. Ella era religiosa, estaba en un convento. Y dejó el convento, dejó sus hábitos, con el tiempo se casó y nació mi mamá. Mi mamá se crió en un ambiente de total religiosidad, porque su tía, que vendría a ser mi tía, monja también estaba en el convento, y un tío abuelo era sacerdote. Así que, la familia por el lado materno, totalmente religiosa, y mi mamá se crió en ese ambiente de procesión de rosario y de ese tipo de cosas.

Mamá se casó y de esa unión nacieron varias hijas. A mediados de la década de los 1960, más o menos, debido al trabajo de mi papá, la familia se fue a vivir a una zona minera alejada, muy lejos de la ciudad. En esos años no había conectividad, no había nada que nos pudiera comunicar, como se dice, con lo exterior. Pero en la casa había una radio, una radio que era antigua, antigua, de esas radios que tenían tapones. Era muy antigua y mi mamá le ponía una antena de alambre y la unía con otro alambre para tratar de que detectara la señal. Sería muy divertido hoy en día. Pero así fue que mamá empezaba a escuchar algunos programas. Y por esas cosas que el Señor solamente puede hacer, ella escuchó un día programa radial de la ciudad de San Felipe que se llamaba Palabras de Vida, por don David Jones. Bueno, mi mamá empezó a escuchar ese programa y se conviertió al Señor.

Al pasar unos cuatro o cinco años, mis hermanas mayores tendrían que estudiar fuera, y mi mamá decidió que la ciudad de San Felipe sería la mejor opción. Así que, un día sábado viajamos para allá para buscar una casa para arrendar. Yo era la menor, así que tenía que andar con mi mamá. Nos alojamos en una residencial un día sábado y al otro día nos levantamos para salir a recorrer y buscar una casa. Resulta que estabámos al lado de un local y se escuchaba que muchos niños cantaban muy fuerte. Mi mamá se detuvo para escuchar, y nos paramos mi hermana mayor y yo también. En ese momento se escuchó la voz del hombre que estaba dirigiendo a la escuela dominical. Mi mamá dijo: “Yo conozco esa voz, es la voz del caballero de la radio que yo escucho, es la voz de don David Jones.

Entramos al local y los miembros de la congregación nos acogieron calurosamente. Una de las señoras le dio a mi mamá el dato de una casa disponible. Bueno, fue todo, todo hermoso. Mi mamá se bautizó. Mi hermana mayor también se convirtió, y así sucesivamente fuimos todas alcanzadas por la misericordia del Señor. Hoy en día seguimos asistiendo a Conferencias Bíblicas en San Felipe. Mi mamá está en la presencia del Señor ahora.

Estamos muy felices por ese programa que el Señor puso al alcance de mi mamá, ya que era casi imposible de que se escuchara en ese lugar donde viviíamos. Pero fue la mano del Señor, y Él sacó a mi mamá de de la idolatría, y de su religiosidad. Llegó a la casa, sacó todas las imágenes que tenía puesta en la puerta detrás de la puerta. Damos gracias al Señor que por su misericordia nos alcanzó. Algunos de mis sobrinos ya son salvos, faltan otros. Pero el Señor tiene misericordia”.

Espero que este testimonio le sea de bendición a usted que lee, y aprovecho para animar a todos mi hermanos radiodifusores que anuncian el evangelio de la paz. Quizás no sea hasta que lleguen al cielo que se darán cuenta del tremendo frudo de su ardua labor.

Debo mencionar que David Jones fue un misionero canadiense muy estimado entre las asambleas que se congregan en el Nombre del Señor Jesucristo que sirvió al Señor el Chile desde 1959, hasta que partió para estar con Cristo en el 2013.

Nuestro himno bajo consideración fue escrito originalmente en inglés por un hermano estadounidense llamado Edward Payson Hammond. Él nació en 1831 y murió en 1910. El sitio hymntime.com dice lo siguiente: “Se convirtió Cristo cuando escuchó el himno de Isaac Watts: “La cruz sangrienta al contemplar” . Fue educado en varias escuelas estadounidenses y terminó su educación teológica en Edimburgo, Escocia… A finales de 1861 regresó a Estados Unidos y predicó en Chicago, Illinois, donde conoció a Dwight Lyman Moody. En 1866 viajó con su esposa a Egipto, Palestina [mejor llamado Israel] y Europa. Mientras estuvo en Palestina [mejor llamado Israel], escribió un himno sobre el Getsemaní. Le gustaba mucho predicar a los niños y lo llamaban ‘El evangelista de los niños’.”

Pasemos a las estrofas 2 y 3. Se especifican algunos componentes claves del mensaje que necesitamos compartir urgentemente con nuestros semejantes. Escuche con atención:

Diles que ellos son culpables,
que ya condenados son;
Y con tonos muy amables
diles de la salvación.

Diles de celestes goces
por la sangre de Jesús,
Que con penas tan atroces
derramó en cruenta cruz.

Es imprescindible hacer saber la culpabilidad de todo ser humano delante de Dios debido al pecado. Algunos han pecado mucho, otros poco, pero un solo pecado nos hace culpables. Santiago escribió en su epístola que “cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (2:10). Por esto, escribió Pablo, “no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:20-21). Pero, dice Pedro que “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 P. 3:18). Y Juan confirma que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1:7).

La composición de la música de este himno fue obra de Robert Lowry, un estadounidense que nació en 1826, en la famosa ciudad de Filadelfia, en el estado de Pennsylvania. Lowry se convirtió a Cristo a los 17 años y pronto se entregó de lleno a la obra de la Escuela Dominical de la congregación Bautista a la que asistía. Aprendió a tocar cuanto instrumento musical podía. Llegó a ser un caballero cristiano afable, con tremendo sentido de humor, un estudiante minucioso de la Biblia, un excelente predicador, además de un hábil escritor de himnos y compositor de música cristiana. Es por esto último que se le recuerda más a Robert Lowry. Esta tonada la compuso Lowry para otro himno de su autoría propia (“Shall we gather at the river”), pero es la que se usa para “Ve, cristiano y predica”.

La cuarta estrofa incluye otro punto clave del evangelio. Dice así:

Diles que ha resucitado,
que glorificado está,
Que un hogar ha preparado,
do más muerte nunca habrá.

A diferencia de las grandes religiones del mundo cuyos líderes murieron y sus cuerpos yacen en tumbas alrededor del mundo. Después de morir en la cruz, ¡Cristo resucitó al tercer día! Unas mujeres fueron a la tumba ese domingo hace casi dos mil años ya, y esto fue lo que escucharon del ángel: “No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor” (Mt. 27:5-6). Cuarenta días después subió al cielo corporalmente y se sentó a la diestra del Padre (Heb. 1:3), no sin antes prometer que prepararía un hogar para todos que le confiesan como Salvador (Jn. 14:1-3).

Este himno fue traducido al español por un hermano escocés llamado James Clifford. Él nació en Escocia en 1872. Debido a que pasó la mayor parte de su vida en América del Sur, de ahora en adelante me referiré a él como Jaime Clifford. Citaré extensamente de una biografía que escribió uno de sus hijos.

Junto con su hermana mayor y un hermanito, Jaime quedó huérfano de padre y madre cuando tenía apenas 4 años y creció en medio de mucha pobreza. Los tres fueron criados por su abuela materna. Desde muy niños asistieron a la Iglesia Presbiteriana del pueblo. Decía Jaime: “Cuando nuestras ropas lo permitían íbamos a la Iglesia con nuestros parientes. Cuando andábamos demasiado rotosos, sólo íbamos a la Escuela Dominical, de la cual no había escape posible. Teníamos que aprender muchos textos y hasta capítulos de la Biblia de memoria, como también el «Catecismo Breve». Jaime siempre decía que el Catecismo de la Iglesia Presbiteriana era un librito admirable, y que daba gracias a Dios por los sólidos conocimientos teológicos adquiridos al aprenderlo de memoria. Poco tiempo antes de su muerte, escribió a un ministro presbiteriano de Buenos Aires pidiéndole un ejemplar, pues quería tener uno, como recuerdo de sus años infantiles.

En la escuela Jaime se destacó por su inteligencia, su futuro académico se veía prometedor pero, lastimosamente, la apremiante necesidad económica lo obligó a dedicarse a la minería de carbón desde los 12 años. Pasaba doce o catorce horas a centenares de metros de profundidad, sumido en las tinieblas, y luego salía a la superficie cuando ya el sol se había puesto. Sólo veía la luz del día los domingos. De hecho, en una ocasión hubo un derrumbe dentro de una mina que casi le quitó la vida a Jaime.

A los 18 años Jaime se convirtió a Cristo y no mucho tiempo después se identificó con las asambleas que se congregan en el Nombre del Señor Jesucristo. Le tocó experimentar lo que muchos consideran fue la época dorada en cuanto al testimonio de las asambleas en Escocia.

Un veterano misionero a Sur América, Guillermo Payne tuvo mucha influencia en el rumbo que tomaría la vida de Jaime Clifford en su servicio para el Señor, país al que llegó en 1896, aún soltero. El texto que figuraba en su agenda para el día de su llegada a la Argentina era el Salmo 126:9-6, que dice: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas”. Esas palabras resultarían ser un resumen de su servicio.

Jaime vivió primero en Córdoba. Apenas un año después de llegar a la Argentina el hermano Clifford se enfermó gravemente con tifoidea sus amigos cordobeses estaban casi todos ausentes o enfermos, y tuvo que pasar completamente solo la mayor parte de su enfermedad. Imagínese estar a 12,000 km de casa, 24 años de edad, soltero, sin correo electrónico, o manera de enviar textos electrónicamente. Eran días de suma pobreza, y solía decir alegremente que la tifoidea le había solucionado el serio problema de no saber cómo iba a conseguir dinero para comer, ya que de acuerdo con la terapéutica antigua, el enfermo debía guardar un ayuno absoluto durante muchos días.

Tomado de Unsplash

Poco después de su restablecimiento, Jaime acompañó a don Guillermo Payne en un viaje misionero a través de la Cordillera de los Andes, y luego por Chile y Perú, para entrar a Bolivia por el lago Titicaca. En ese tiempo los misioneros se dedicaban mucho al colportaje, el ejercicio de vender, especialmente, Biblias. Un viaje de más de 6000 km y llegando a altitudes de 6000 m.

Asombroso resulta que estos jóvenes emprendieran tamaña aventura sin un guía, sin armas de ninguna clase, sin grandes recursos. Pero tenían una fe que cubría la falta de todas esas cosas: una fe que literalmente movía montañas.

En su tierra natal se casó, y pronto viajó de vuelta a la tierra de su adopción, ya acompañado por su joven esposa, Enriqueta, que ansiaba servir al Señor en la Argentina.
Se radicaron en Tucumán en octubre de 1901. Enriqueta trabajó con entusiasmo y amor entre las señoras. Pero poco duró su período de servicio. El clima tucumano acentuó la debilidad física de la joven esposa, que enfermó de tuberculosis y falleció en Córdoba en 1904, luego de haber tenido la pena de perder su hijito.
Clifford volvió a Tucumán solo, con el corazón deshecho, pero dispuesto a seguir adelante en la obra de predicar el evangelio a toda criatura.

Juanita también había conocido años antes en Gran Bretaña. El joven viudo estaba haciendo una excelente obra de misionero en Tucumán, pero le hacía falta una compañera y un hogar, y la vieja amistad de los jóvenes pronto se transformó en amor. Jaime y Juana se casaron en Córdoba en 1906.

El hermano Jaime Clifford no sólo se dedicó a la evangelización sino que también llegó a ser un reconocido maestro de la Escrituras.

El 15 de enero de 1910 Jaime Clifford y otro misionero llamado Jorge French comenzaron a publicar “El Sendero del Creyente, Revista Evangélica Mensual de asuntos de interés para Cristianos”. En esa primera edición apareció un himno inédito de Clifford: “Digno, digno, digno, Señor Jesús tú eres”. ¡Y aparecerían muchos más!

Le debemos muchos himnos de autoría original o traducciones. Como por ejemplo:
“Si paz cual un río es aquí mi porción”;
“¿Por qué demoras, amigo?”;
“En tristeza y tempestades”;
“Oh háblame Señor”;
“Cual las estrellas que por la mañana”;
“A tu palabra mi Señor humilde vengo aquí”;
“Rechazado por todos Jesús salió llevando su cruz”;
“Ya pasó la noche triste”; y
“Venid oh venid al jardín, donde Cristo ahora ha entrado”.

Jaime Clifford partió para estar con Cristo en 1936, a los 64 años de edad.

Su excelente traducción de la última estrofa de este himno dice:

Diles que muy pronto viene,
y que grande galardón
Reservado Cristo tiene
para los que salvos son.

Cuántos creyentes habemos que estamos ansiosamente esperando en cualquier momento la segunda venida de Cristo, pero piense en las multitudes de almas que aún no han oído de su primera venida. Creyente, aceptemos el reto, asumamos la responsabilidad, cumplamos con nuestro deber. ¿Cómo responderemos a la exhortación:“Ve, cristiano y predica de Jesús tu Salvador”? Que Dios nos ayude a ser fieles a “La Gran Comisión”.


Recibe contenido bíblico para tu edificación. Sigue nuestro canal de WhatsApp:
https://whatsapp.com/channel/0029Va4byrd2f3EFIOGEQx1A

1 comentario en “Ve, Cristiano y Predica”

Dejar un comentario