Cristo en toda la Biblia

Un Rey Desechado, Otro Rey es Ungido

David Alves hijo

1 Samuel 15-16

El rey Saúl fue instruido por Dios para que destruyera por completo a los amalecitas. Él cumplió al reunir al ejército y al pelear contra los de Amalec. Pero Saúl no obedeció en todo. Perdonó a Agag y a todo el ganado de su pueblo. Los bienes que consideraron como siendo buenos no los exterminaron, pero sí lo hicieron con todo lo que estimaban siendo vil y despreciable. Esto fue una afrenta que le costaría grandemente. Saúl se había rebelado a las ordenes que el Señor le había dado.

Al ser confrontado Saúl por el profeta Samuel por causa de su falta cometida, él tuvo que escuchar el veredicto de Jehová en cuanto a lo que ocurriría con él. Dios le mandó a decir a través de Samuel: “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. Cuando Saúl clamó que el Señor lo perdonara, Samuel le insistió que ya no había nada que podía hacerse a su favor porque Dios lo había desechado. Aquí fue cuando se dijeron las conocidas palabras de Samuel en cuanto al Señor: “el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta”. No había vuelta para atrás.

No es casualidad que estos eventos son descritos en el capítulo que precede al capítulo que presenta la unción de David. El Espíritu Santo obviamente está contrastando a Saúl con David. El Señor primero nos presenta al rey que fue desechado para después presentarnos al rey que fue ungido. Primero leemos del rey que desechó al Señor en su corazón para después leer del rey que fue conforme al corazón de Dios. ¿Qué podemos observar en cuanto al Hijo de Dios en todo esto?

El lector del Antiguo Testamento siempre quiere llevar un pasaje para que le enseñe en cuanto a las virtudes de su Señor y Salvador. Un buen adorador y estudiante no deja de ver a Cristo como el telos o el fin de toda porción inspirada. Al leer sobre Saúl, lo que debemos hacer es anhelar la venida de un rey que gobierne rectamente. Obviamente David es en parte el cumplimiento de ese deseo, pero él también fue un hombre con fallas. Esto quiere decir que debemos leer sobre Saúl, deseando la venida de David; y cuando leemos acerca de David, anhelamos la venida del Mesías. Él sí reinará de tal manera que todas las expectativas del pueblo de Dios sean satisfechas. El Hijo de Dios gobernará con una plena justicia. Nada hay en este Rey que pudiese resultarle ser desecho por Dios. Jesús es el eterno deleite del corazón del Padre.

Procedemos a observar a Jesucristo en la unción de David. El profeta Samuel fue enviado a Belén para que ungiere al que sería rey. Este evento se vio relacionado a la controversia porque el profeta de Dios temió sobre lo que haría el rey Saúl al enterarse de lo que estaba ocurriendo. Samuel tendría que ir a Belén para ofrecer sacrificio a Dios para así no hacer que Saúl sospechase. La controversia también marca la vida, la muerte y la coronación del Señor de gloria. El diablo y su ejército siempre han buscado derrotar a Jesús para que él muriese antes de ir a la cruz y para derrotarle antes de venir a este mundo para reinar. No podemos ignorar el hecho de que tanto David como Jesús eran del mismo lugar. Sin duda, Cristo es el mejor y verdadero David.

Al Hijo de Dios también le vemos en la confusión que hubo en Samuel sobre cuál de los hijos de Isaí sería ungido. El Señor le tuvo que decir que no se fijara en su parecer o su estatura. No debía mirar lo de fuera, porque él observa lo que hay en el corazón. De todos los hijos de Isaí, el menos indicado fue ungido como rey de Judá. David era el hijo menor de Isaí. No era tan fuerte como sus hermanos. Era un pastor de ovejas. A pesar de todo eso, Dios lo había elegido para reinar a su pueblo.

Concluimos considerando el hecho de que Jesús se asemeja a David también en este sentido. Él ha sido coronado de honra y de gloria, un día toda rodilla se doblará delante de él y él será proclamado Rey de reyes. No hay ninguna duda de esto. Pero lo que sí observamos en la experiencia de Jesucristo es que constantemente ha sido menospreciado por el hombre por no poseer los atributos que la gran mayoría deseaba ver en aquel que sería el Mesías, Redentor y Rey de Israel. La nación confiesa en Isaías 53 en cuanto a él: “Le veremos sin atractivo para que le deseemos”. El que un día gobernara sobre la tierra fue rechazado completamente por los hombres. Damos gloria a Dios que Cristo Jesús reinará sobre todas las cosas, sin importar lo que los hombres piensen de él.

Toda gloria sea dada al Rey ungido por Dios que fue por nosotros al Gólgota y que reinará por los siglos de los siglos.


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