Viendo al Invisible

Dios es Bueno

David Alves Jr.

Bosquejo General de Nahum

La profecía de Nahum es desafortunadamente descuidada por muchos, como suele suceder con los libros proféticos del Antiguo Testamento. Si realmente creemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), deberíamos leer, estudiar y enseñar toda la Escritura.

Nahum es una profecía en la que Dios se centra en los habitantes de la ciudad de Nínive. Esta era la capital del imperio de los asirios. Ellos fueron quienes llevaron en cautiverio a Israel, el reino del norte. A través de ellos, el Señor castigó la rebeldía de su pueblo (2 Reyes 17), pero ahora le tocaba a ellos sufrir por lo hecho a Israel. Vemos cómo Dios hace que su sabiduría y su justicia salgan a relucir en todo lo que él hace.

El que denunciaría la maldad de los ninivitas en representación de Jehová se llamaba Nahum. Su nombre significa “consolador”. Lo que él pronunciaría en cuanto a los asirios, sería de gran consolación a los de Israel. Vemos la inmensa misericordia de Dios deseando consolar a una nación que tanto había pecado en contra de él. La profecía de Nahum nos lleva a adorarle por lo que él es en su Persona y por lo que él realiza en sus obras.

No olvidemos que esta fue la misma ciudad a la que fue el profeta Jonás para predicarles un mensaje de advertencia y de juicio.

Dios en la Profecía de Nahum

Al comienzo de este libro inspirado por Dios aprendemos lo siguiente en cuanto a él:

1. Es celoso (1:2). No tolera que los hombres se amen a sí mismos, estimen sus pecados o atesoren sus ídolos por encima de él.

2. Es justo (1:2-3). Es vengador y lleno de indignación, se venga de sus adversarios, guarda enojo para sus enemigos, no tendrá por inocente al culpable. Dios recibe honra cuando salva, pero recibe lo mismo cuando castiga.

3. Es paciente (1:3). Escoge que su juicio sea demorado. No castiga inmediatamente a los transgresores porque así ha escogido actuar. Él tendría todo el derecho de fulminar a los perversos en el instante que pecan contra él. En vez de hacerlo, les da tiempo para que se arrepientan.

4. Es todopoderoso (1:3). Él no es poderoso; él es muy poderoso. No solo hay poder en él; sino que él es “grande en poder”. Su infinito poder es tan imponente que toda la creación se rinde a él. Camina sobre los huracanes, las tormentas y las nubes. Puede reprender al mar y a los ríos para que se sequen. Las montañas tiemblan y se marchitan ante él. La tierra se sacude al pensar en él.

5. Es temible (1:6). El profeta hace las siguientes preguntas y hace las siguientes aseveraciones en cuanto a él: “¿Quién podrá resistir su indignación?
¿Quién podrá soportar el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego;
ante él se resquebrajan las rocas”. El Señor es tan temible que nadie puede resistirle ni soportar su castigo. En los capítulos 2 y 3 de Nahum se describe cómo el Señor disciplinaría a Nínive.

6. Es bueno (1:7). Nahum afirmó en cuanto a nuestro Padre: “Bueno es el Señor;
es refugio en el día de la angustia y conoce a los que en él confían”.

Hay mucho más que nos enseña Nahum sobre la Persona, el carácter y la obras de Dios. Estudiar al Señor estando en el centro de nuestra hermenéutica y exégesis es lo más apropiado que podemos hacer al analizar las Escrituras. Un buen estudiante de la Biblia siempre lleva todo pasaje a hacerle ver lo que le enseña en cuanto a Dios. Lo más importante de Nahúm no es el profeta, la nación de Nínive o el juicio que sería desatados sobre ellos; sino que lo más primordial es lo que nos hace ver en cuanto a nuestro incomparable Señor.

La Bondad del Señor

Aquí nos enfocaremos en la gran verdad de que nuestro Dios es bueno. Nahum escribió: “Bueno es el Señor; es refugio en el día de la angustia y conoce a los que en él confían” (1:7). Consideremos algunas implicaciones de este glorioso atributo que solo Dios posee.

El hecho de que él es bueno, podemos ver primeramente que tiene que ver con su naturaleza siendo completamente santa y perfecta. No hay y no puede haber maldad en Dios. Su juicio es perfecto porque él es bueno. El hecho de que él castigaría a Nínive sería porque él es bueno. No hay nada que pueda permitir que Dios juzgue injustamente o incorrectamente. Sus obras son siempre buenas porque él es bueno. El salmista dijo de él: “Bueno eres tú, y bienhechor” (Salmos 119:68). Dios es bueno, y por lo tanto, sus obras siempre son buenas. Es inconcebible que él peque. Es imposible que él actúe con malicia. Es tan increíblemente bueno que decimos como David, “No hay para mí bien fuera de ti” (Salmos 16:2). Al crear el mundo vemos lo bueno que él es, porque todo lo que creó lo vio como siendo bueno. No hay duda de que la máxima expresión de la bondad de Dios fue dar a su Hijo para padecer la peor muerte por causa de nuestros pecados. 


Imagen de Bharath Kumar

Dios es bueno también en la manera en la que dispensa su bondad a nosotros. Esta es una de las razones por las que alabamos a Dios. El salmista escribió: “Alaben a Jehová, porque él es bueno” (Salmos 107:1). Muchas veces somos dados a alabar a Dios mayormente cuando es bueno a nosotros. Esa es una gran equivocación. Eso ser egoístas. Dios debe ser adorado y agradado porque él es bueno y punto. El Señor sí nos muestra lo bueno que es, pero no deberíamos necesitar eso para poder adorarle y disfrutarle. En los momentos más oscuros de nuestra vida, cuando todo va de manera contraria a lo que desearíamos que ocurriera, podemos y debemos adorar al Dios que es bueno.

Como creyentes que luchamos con el egoísmo, debemos entender que el compromiso más grande de Dios es ser bueno a sí mismo, y no a nosotros. La prioridad del Señor es glorificarse a sí mismo en todo momento. Contrario a lo que muchos creen, el enfoque más grande de nuestro Padre no es nuestro bienestar, sino que él sea loado en todo. Dios le prometió a Israel a través del profeta Ezequiel que les bendeciría y les hizo ver por qué lo haría. No sería por el bienestar de la nación sino por su propia exaltación. Les dijo: “Voy a actuar, pero no por ustedes, sino por causa de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones por donde han ido. Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre” (Ezequiel 36:22-23). De acuerdo a Salmos 23, ¿por qué es que el Señor como pastor nos “guía por sendas de justicia”? Lo hace para honrar su propio nombre (v.3). El amor que Dios tiene por su propio nombre excede al amor que él nos tiene a nosotros. Su auto-amor es lo que determina que él no nos abandone como pueblo suyo (1 Samuel 12:22).

Esto nos incomoda porque no comprendemos lo grande, lo alto y lo supremo que es nuestro Dios. No oímos sobre la doctrina de la auto-centricidad de Dios, o que su mayor enfoque es él mismo, porque nuestra interpretación de las Escrituras es muy centrada en el hombre y no en él. Adoremos de todo corazón al Dios que es bueno a sí mismo, sin tener que ver qué es lo que él hace a nuestro favor.

La Escritura nos señala que lo bueno que Dios es, es algo que debemos disfrutar y ver. David dijo, “Gusten, y vean que es bueno Jehová” (Salmos 34:8). ¿Cuántas veces nuestra ingratitud, nuestra maldad, nuestras distracciones y nuestro orgullo no nos permiten disfrutar y ver lo bueno que Dios es para poder alabarle? Cada vez que Dios nos dispensa de su gracia y su misericordia, y no le agradecemos ni alabamos, estamos pecando. 


Las Escrituras también nos presentan la bondad de Dios como siendo algo infinito e inmutable. Al ser Dios eterno, él siempre es bueno. Nunca deja de ser bueno. No hay un solo segundo en tu vida en el que él ha dejado de ser bueno para contigo. Dice en Salmos 107:1, 
“Alaben a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia”. Santiago enseña que, “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). David podía gozarse en Salmos 23:6 en el hecho de que, “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”. La bondad de nuestro Padre ciertamente es constante e incambiable hacia nosotros.

Dios es bueno; él es siempre bueno. Dios siempre opera a un máximo nivel. Nunca trabaja a medias. Siempre es inmensamente bueno. El problema es que muchas veces pensamos que las aflicciones contradicen el hecho de que Dios sea bueno. Pensamos que Dios es bueno cuando nos bendice, pero deja de ser bueno cuando obra alguna adversidad en nuestras vidas. En Salmos 119:65-72 encontramos que el salmista dice: “Bien has hecho con tu siervo, oh Jehová, conforme a tu palabra. Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído. Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba. Mas ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos. Contra mí forjaron mentira los soberbios. Mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos. Se engrosó el corazón de ellos como sebo, mas yo en tu ley me he regocijado. Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata.” El salmista entendió que sus circunstancias no definían el carácter de Dios. En otras palabras, en los momentos de más angustia y dolor, Dios sigue siendo bueno. El salmista entendía que aún las pruebas son una muestra de la bondad de Dios. No importa qué digan mis pensamientos, mis emociones, o mis experiencias. Dios es bueno, siempre bueno, completamente bueno, constantemente bueno, increíblemente bueno.

Dios es bueno con las pruebas que él permite. Esto lo vemos en Nahúm 1:7. ¿Para quiénes Dios es bueno? Para los débiles y afligidos. Tenemos que estar convencidos de lo que nos afirma Romanos 8:28, “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Las adversidades son para nuestro bien porque Dios es bueno. Al estar en la tormenta, tengo que decir como Jeremías en Lamentaciones 3:22-26, “Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.” Tenemos que dejar de pensar que somos más sabios que Dios. Él no se equivoca sino que el Señor es siempre bueno. Tenemos que dejar de pensar en nosotros y en nuestro bienestar. Dios obra en nuestras vidas de maneras que no entendemos, porque él sí es omnisciente y está obrando para nuestro bien y para su gloria.

Si Dios es siempre bueno, esto quiere decir que él es bueno en el cumpleaños y en el velorio. Él es bueno cuando hay abundancia y cuando hay escasez. Él es bueno cuando uno es contratado para trabajar y cuando uno es despedido para dejar de trabajar. Él es bueno cuando reímos y es bueno cuando lloramos. Él es bueno cuando hay paz y es bueno cuando no la hay. Él es bueno cuando nos hacemos de amistades y él es bueno cuando ellos nos dan la espalda. Él es bueno cuando su Palabra está siendo grandemente prosperada y es bueno cuando nadie quiere oír las buenas nuevas de salvación. Dios es siempre bueno y solo bueno, sin importar lo que ocurre en nuestras vidas.

Sigamos el ejemplo de Sara Edwards. Ella fue esposa de Jonatán Edwards, quien predicó la Palabra en Estados Unidos en los años 1700. Fue usado grandemente por Dios para su deleite de diversas maneras pero murió inesperadamente sin ser un hombre anciano. A pesar de que a Sara le había dolido enormemente la partida de su esposo, ella magnificó la bondad de Dios al escribirle una carta a su hija en cuanto a este gran dolor para la familia. Lo siguiente lo escribió el 3 de Abril de 1758.

Mi muy querida hija,

¿Qué puedo decir? Un Dios santo y bueno, nos ha cubierto con una nube oscura. ¡Oh, si pudiéramos besar la vara y ponernos las manos sobre la boca! El Señor lo ha hecho. Me ha hecho adorar su bondad, por haberlo tenido durante tanto tiempo. Pero mi Dios vive y tiene mi corazón. ¡Oh, qué legado nos ha dejado mi esposo y tu padre! Todos estamos entregados a Dios y allí estoy yo, lo cual amo.

Tu madre siempre cariñosa,

Sara Edwards


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