Iglesia según la Biblia

La Epístola a Diogneto

David Alves hijo

Es un documento escrito entre el segundo y tercer siglo después del nacimiento de nuestro Señor. Fue descubierto en 1436 al ser usado para envolver pescados en un mercado. Estaba junto con escritos de Justino Mártir, quien fue un maestro, escritor y apologista del primer siglo. No se ha comprobado completamente que él haya sido el que redactó la carta a Diogneto. La copia original se quemó en la guerra franco-prusiana en 1870. Copias sí fueron preservadas.

Aunque desconocemos el nombre del remitente, lo que sabemos de él es que se identifica en la parte final de la epístola, como discípulo de los apóstoles de Jesús y como maestro de los gentiles. La naturaleza de la carta es de carácter apologético, porque el que la escribió buscó defender distintas doctrinas fundamentales de la Biblia.

El destinatario es alguien llamado Diogneto. No sabemos quién fue. El que le dirigió la carta se refiere a él como siendo “excelentísimo”. Suponemos que Diogneto era un hombre con una posición de privilegio en la sociedad. Lucas le habló a Teófilo de la misma manera (Lc. 1:3). El documento hace claro que no era un hombre convertido. Tenía el deseo de conocer al Dios que adoraban los cristianos y anhelaba comprender las convicciones que ellos tenían. Diogneto es descrito como siendo idólatra al recibir el escrito.

A pesar de que la epístola a Diogneto no es inspirada por el Espíritu, como sí lo son las Sagradas Escrituras, es llamativo estudiarla porque confirma una serie de cosas que creían los primeros cristianos. El documento es una evidencia externa que corrobora fielmente lo que describe la Biblia en cuanto a los primeros que abrazaron la fe en los tiempos de los apóstoles. Muchas doctrinas erróneas han surgido desde aquellos días. La epístola a Diogneto hace abundantemente claro que los cristianos primitivos no creyeron tales cosas.

Consideremos los siguientes puntos que son resaltados en el escrito entregado a Diogneto en cuanto a lo que profesaban los creyentes.

Creían en la vanidad de los ídolos

El autor busca hacerle ver a Diogneto que estaba en el engaño al adorar a sus ídolos. Su intención es convencerle que requiere un nuevo sistema de doctrina que lo saque de todo eso. Por la forma en la que escribe, es obvio que los primeros cristianos consideraban a los ídolos siendo vanos. Los veían como figuras no duraderas que eran hechas por los hombres.

Señala lo insignificante que eran al ser como objetos sin mucha importancia. Habla de ellos como siendo semejantes a las piedras sobre las cuales caminan las personas. También los describe como siendo parecidos a instrumentos de bronce u ollas que eran empleados para llevar a cabo otras actividades. Para el autor, los ídolos solo eran como madera que se apolilla, como plata que puede ser robada y como el metal que se oxida. Con todo esto buscaba comprobar que los ídolos están sujetos a cambios. Se contrastan con el único Dios que es eterno y que no cambia.

El escritor alude a lo que leemos en pasajes como Salmos 115. Afirma que los ídolos son objetos que no ven, no oyen, carecen de vida y no tienen la habilidad de moverse. Se asemeja a lo escrito por Isaías: “El artífice prepara la imagen de talla, el platero le extiende el oro y le funde cadenas de plata. El pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se apolille; se busca un maestro sabio, que le haga una imagen de talla que no se mueva” (Isa. 40:19, 20).

A Diogneto de igual forma se le explicó que el idólatra toma parecido al ídolo que venera Se le hace ver que por esa razón odiaban a los cristianos, porque ellos no reconocían a sus dioses. Le señala que su devoción a estas figura les motivaban a burlarse e insultar a los seguidores de Jesucristo.

Es muy obvio que los primeros cristianos detestaban toda noción pertinente a la idolatría y que únicamente adoraban a Dios.

Rechazaban varias prácticas de los judíos

El remitente de la carta explicó ciertas cosas que llevaban a cabo los judíos que eran incorrectas. Comienza haciendo ver que, a pesar de que adoraban a un solo Dios, lo hacían a través de actos supersticiosos. Demuestra que esto les hacía ser muy parecidos a los idólatras en todos los ritos que realizaban para agradar a sus deidades. Determina que Dios no necesita de supersticiones para que él sea agradado.

Esto concuerda con lo que vemos en el Nuevo Testamento en relación a la forma en la que la primera iglesia adoraba a Dios. Le adoraban así como él lo había mandado: “en espíritu y en verdad”. Exaltaban a Dios de muchas maneras sin ritos y tradiciones caracterizados por la superstición.

En cuanto a los judíos, el que escribió la epístola también señaló también lo mal que ellos estaban por no comer ciertas carnes, guardar el día de reposo, promover la circuncisión, ser presunciosos por causa de sus ayunos y por observar religiosamente los días de luna nueva. El autor describe todo eso como siendo ridículo, necio y como no siendo digno de la atención de los cristianos.

Lo mismo vemos en las Escrituras en cuanto a nuestros hermanos de hace 2,000 años. Entendían que la ley es nuestro tutor para llevarnos al Señor Jesús, porque todas esas cosas solo eran sombras del bendito Hijo de Dios. Estaban convencidos de que la ley había pasado, y que ellos se encontraban bajo la gracia.

Entendían que los cristianos debían vivir de una manera distinta a los demás

Es muy interesante leer sobre la manera en la que el escritor del documento describe la forma de vivir de los primeros creyentes. No se distinguían por su nacionalidad, idioma o costumbres, porque Cristo era el que les daba identidad. En cierta manera vivían como todas las demás personas, pero a la misma vez vivían de una manera muy distinta. No seguían las tradiciones de los hombres. Vivían entre todas las personas, pero actuaban como peregrinos. Compartían lo que tenían con los que tenían necesidad. Actuaban como siendo extraños en su propia tierra. Se casaban y tenían hijos, pero no destruían a su posteridad, como sí lo hacían los paganos. Tenían una mesa común, porque eran generosos a todos; pero no tenían una cama común, porque se guardaban en pureza. Estaban en la carne, pero no vivían de acuerdo a la carne. Pasaban sus días sobre la tierra, pero eran ciudadanos del cielo. Obedecían cuidadosamente las leyes terrenales. Aman a todos, a pesar de ser perseguidos por muchos. Eran desconocidos, pero a la misma vez condenados. Eran matados salvajemente. Sufrían como pobres, pero hacían a otros ricos. Carecían de todo, pero no carecían de nada. Sufrían deshonra, pero eran exaltados en su deshonra. Muchos hablaban mal de ellos, pero eran vindicados por Dios. Eran acusados, pero ellos respondían con bendiciones. Pagaban los insultos con honra. Hacían el bien, pero eran considerados como siendo malhechores. Al ser castigados, se regocijaban. Aquellos que les odiaban, no podían dar razón por el odio que les tenían.

El escritor también hizo hincapié en lo apartados que estaban los cristianos del mundo al hacer comparativos entre el alma y el cuerpo. Para resumir lo que son los cristianos, dice que lo que el alma es para el cuerpo, lo son los cristianos al mundo. El alma se dispersa por todo el cuerpo, y así los cristianos son dispersados por todo el mundo. El alma mora en el cuerpo, pero no es del cuerpo, y así los cristianos moran en el mundo, pero no son del mundo. El alma que es invisible es guardado por el cuerpo que es visible. Los cristianos son conocidos por estar en el mundo, pero su piedad se mantiene invisible. La carne odia el alma y le declara guerra. Así el mundo odia a los cristianos. El alma ama a la carne que le odia. Así los cristianos aman a sus enemigos. El alma es prisionero en el cuerpo, pero a la vez guarda el cuerpo. Los cristianos están confinados a este mundo, y guardan al mundo. La iglesia preserva a la humanidad de que se corrompa más de lo que ya está. El alma inmortal mora en un tabernáculo mortal. Los cristianos moran en un mundo corrupto y viven esperando la herencia incorruptible que les espera en los cielos. El alma cuando aún cuando no es provista de sustento, se mejora. Así los cristianos, aunque sufren castigos, pero incrementan en número.

La realidad es que si los primeros cristianos vieran la forma en la que vivimos en la actualidad, seguramente pensarían que somos paganos. ¡Cuánta falta nos hace aprender del estilo de vida de aquellos creyentes! Se tomaban con mucha seriedad cada uno de los preceptos del Señor. Se esforzaban al máximo en amar a sus prójimos, aún cuando ellos les dañaban feamente. Leamos el libro de los Hechos y vivamos de acuerdo al ejemplo que muchos nos han dejado.

Profesaban una Cristología consistente con lo enseñado en las Escrituras

Diogneto aprendió que Jesucristo era profesado por los cristianos como siendo el Verbo de Dios. Es obvio que ellos habían aprendido esto de los apóstoles. Sabemos que Juan escribió acerca de Jesús como el Verbo de Dios. La epístola hace muy claro que Cristo siendo el Verbo de Dios significa que él vino al mundo para ser la manifestación plena de su Padre.

El escritor le hizo ver a Diogneto que Jesús siendo el Verbo de Dios, es Dios mismo. No hay duda que creía en la Divinidad de Cristo Jesús y en la doctrina de la Trinidad. También habla del Hijo de Dios como siendo el Creador de todas las cosas. Creía que Cristo era eterno. El escritor de igual forma hace muy claro que Dios envió a su Hijo Jesucristo para ser nuestro Salvador.

Esto comprueba que las muchas herejías que hoy se enseñan en cuanto a la Persona de Jesucristo, no eran cosas que creían los cristianos. La Biblia y escritos como el que estamos analizando, recalcan que la primera iglesia creyó una Cristología que era de acuerdo a lo que Dios deseaba que entendieran las personas. Reconocían a Jesús como siendo Dios y como el único Salvador de los hombres.

Estimaban altamente el conocimiento de Dios

El autor de la carta concluye explicándole a su conocido sobre la importancia de conocer a Dios. Esto lo hace al explicarle que fuimos creados a la imagen de Dios para que le conozcamos íntimamente, y que esto solo puede ser alcanzado por medio de su Hijo. Le hizo ver que los cristianos buscan vivir de acuerdo al conocimiento tan valioso que Dios les imparte. Hace un comparativo entre el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal para enseñar lo que estaba queriendo dar a entender. Señala lo equivocado que está el hombre al querer seguir su propia prudencia y que lo mejor es vivir conforme a la sabiduría que da Dios. A Diogneto se le hizo ver que la vida que vale la pena ser vivida es temer al Señor y vivir con una esperanza segura en el estado eterno.


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