David Alves Jr.
La Biblia lo debe ser todo para el cristiano. Es su autoridad (2 Timoteo 3:16), su guía (Salmos 119:105), su alimento (Mateo 4:4), su gozo (Salmos 19:8), su delicia (Salmos 1:2), su espejo (Santiago 1:22-25), y muchas cosas más.
El hijo de Dios se esfuerza lo más que puede para que la Palabra de Cristo habite o more en todo su ser (Colosenses 3:16). Las Escrituras son lo que dominan todo lo que es interiormente (Salmos 119:11) y exteriormente (Salmos 119:9).
La ley del Señor es tan única que los seguidores del Cordero la leen (Nehemías 8:3), la estudian (Hechos 17:11), la oran (Mateo 6:9-13), la meditan (Josué 1:8), la obedecen (Juan 14:15), la enseñan (Tito 2:1), la alaban (Salmos 56:10).
Otra cosa que realiza el amante de las Escrituras es memorizarla. Dios nos pide y nos hace ver lo provechoso que es cuando cada uno de nosotros fijamos en nuestras mentes su Palabra.
La Memorización Como Práctica
Llama la atención que no hay un texto en la Biblia que nos ordena explícitamente a memorizar la Palabra de Dios. Pero no hay ninguna duda que esto es algo que el Señor sí quiere que realicemos. Hay una variedad de textos que por su contenido podemos deducir que esto es algo que sí debemos practicar. Son pasajes que lo demuestran implícitamente.
David buscaba guardar los dichos del Señor en su corazón (Salmos 119:11). La palabra guardado en hebreo indica que él deseaba atesorarlos o esconderlos en su interior. Habrá meditado, contemplado y estudiado la Escritura; pero también la habrá memorizado.
La Torá le exigía a los padres en Israel que los preceptos de Dios estuviesen sobre sus corazones y que se los repitiesen y enseñasen a sus hijos (Deuteronomio 6:6-7). Uno no puede leer la oración de María, la madre del Señor (Lucas 1:46-55), y ver que muy claramente ella estaba aludiendo una y otra vez a la oración de Ana (1 Samuel 2:1-10). No lo hizo principalmente porque fue la oración de una mujer digna de ser imitada, sino porque ella habló lo que Dios puso en sus labios. María había muy probablemente se había memorizado la oración de Ana.
Solo tenemos que estudiar los sermones dados por Esteban, Pedro y Pablo en el libro de los Hechos, para determinar que es muy obvio que estos varones memorizaban la Palabra que es indestructible, viva y poderosa.
¿Cómo no considerar el ejemplo perfecto y supremo de nuestro Señor y Salvador? Sus palabras pronunciadas aquí sobre la tierra, como cuando le citó las Escrituras al diablo, demuestran que sin ninguna duda él habrá memorizado el temor de su Padre desde que era un niño en Nazaret.
Si la memorización es algo que nos motiva la Biblia a llevar a cabo, y si todas estas personas mencionados grabaron las palabras de las Escrituras sobre las tablas de su corazón, nosotros haríamos bien en tener esta misma práctica.
Los Beneficios de la Memorización
¿Es fácil memorizar la Biblia? No lo es. ¿Es beneficioso? Claro que lo es. Quiero convencerte a entregarte a la memorización de las Escrituras por los siguientes motivos.
1. La memorización de la Biblia te habilitará para no pecar contra el Señor (Salmos 119:11; Efesios 6:17).
2. La memorización de la Biblia te permitirá pasar tiempo meditando en todo lo que concierne a Dios (Josué 1:8).
3. La memorización de la Biblia te recompensará al ayudarte en tu estudio de ella (2 Timoteo 2:15).
4. La memorización de la Biblia te preparará para enseñar, exhortar, consolar, animar y corregir a otros (2 Timoteo 3:16-17).
5. La memorización de la Biblia te apoyará a la hora de querer tomar decisiones que agradan a tu Dios (Salmos 119:105).
¡Convéncete hoy mismo a comenzar con esta noble encomienda! Si ya tienes esta costumbre, ¡no dejes de hacerlo! ¡Sigue disfrutando todos los beneficios que esta actividad te trae!
Algunas Recomendaciones para la Memorización
Las siguientes son algunas cosas que pudieses implementar al aprenderte de memoria la Biblia:
1. Aparta el tiempo. Al planificar tu día, designa tiempo para hacerlo. No esperes que llegue el momento adecuado, sino crea el momento indicado. De otra manera no lo harás.
2. Crea el hábito. Hazlo todos los días y verás que pronto se convertirá en algo que es fijo en tu horario. No dejes pasar un día sin realizarlo para no perder la costumbre.
3. Repite y repasa. No hay atajos a la hora de memorizar. Es repetir y repetir; repasar y repasar. Primero lee en voz alta una frase repetidamente; y después repítela en voz alta sin mirar el texto varias veces. Después haz lo mismo con un un enunciado. Después de eso haz lo mismo con un versículo entero. Es muy importante que al terminar de memorizar un pasaje lo sigas repasando. Si no lo recitas se te olvidará. Con el celular, grábate leyendo el pasaje, escúchate a ti mismo y recítalo de memoria. Busca a alguien que te escuche recitarlo con la Biblia en mano. Estas técnicas te garantizarán no cometer errores. Utiliza los textos memorizados en tu día a día. Recítalos cuando sea apropiado en una conversación o al estar enseñando la Palabra. Propónte memorizar pasajes con tus hijos, con tus hermanos en la fe, con tu clase de la escuela dominical.
4. Escoge un entorno indicado. Te frustrarás si intentas memorizarte un texto si hay mucho ruido y muchas distracciones a tu alrededor. Hazlo en una habitación en el que te encuentres solo. Sal a caminar para repasar pasajes memorizados. Caminar despeja tu mente de una manera muy efectiva.
5. Memoriza párrafos, secciones extensas y libros completos de la Escritura. Muchos fuimos enseñados a memorizar versículos aislados que están dispersos por toda la Biblia. De esta misma manera fuimos enseñados en la iglesia. Comúnmente se escogía un tema y se nos leían varios pasajes sobre ese tema. Esto hace que veamos a la Biblia como conteniendo un sin fin de islas que casi no se relacionan la una con la otra. Esto resulta en que no veamos la Biblia como siendo una sola unidad ni comunicando un solo mensaje a través de diversos temas principales. Esto impide que realmente estudiemos la Biblia en su contexto. Memorizar secciones completas te ayudará a profundizar el estudio de un pasaje. Repetir una porción extensa te permitirá descubrir cosas que jamás habrías notado si solo hubieses leído ese pasaje un par de veces. No te abrumes al leer que te estoy animando a memorizar pasajes largos. Comienza con una frase, después con una oración, después con un versículo, y poco a poco lo lograrás.
6. Al comenzar, memoriza textos que sean de un género literario que es de los más fáciles. No comiences con libros que son de narrativa (p.j. Hechos) o con pasajes que pertenecen a la literatura apocalíptica (p.j. Zacarías). Estos son los más difíciles de aprenderse. El género literario más fácil de memorizar es la poesía por el paralelismo que existe en la poesía hebrea. Es muy común que dos frases se asemejen o se contrasten y esto facilita grandemente su memorización. Los Salmos son un excelente ejemplo de esto.
7. Al comenzar, memoriza pasajes que ya has escuchado o leído varias veces. Memoriza, por ejemplo, Salmos 23; Romanos 8:28-39 o Isaías 52:13-53:12. Al ya tener una base de estas porciones, se te facilitará más aprenderlos. Esto te ayudará a desarrollar esta habilidad para que memorices pasajes que no son tan conocidos. Es importante que no te acostumbres a memorizar el mismo tipo de porciones. Por ejemplo, si ya te aprendiste uno de los Salmos, trabaja ahora en aprenderte 1 Juan. Alterna entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y entre los distintos géneros literarios que hay en la Biblia.
8. Emplea técnicas que para ti sean las mejores. Para algunos es más fácil memorizar algo diciéndolo en voz alta. Para otros será más fácil memorizar una porción al escribirla a mano. Si eres dado a la música, quizá para ti sea más fácil componerle una tonada a una pasaje y cantarlo para aprendértelo de esa manera. Tú necesitas desarrollar un sistema que sea el mejor para ti.
Motivación Adicional en la Memorización
Concluyamos pensando en el ejemplo de Richard Wurmbrand. Fue un evangelista rumano que el siglo pasado pasó catorce años en prisiones comunistas por predicar a Cristo. Pasó mucho tiempo en confinamiento solitario, sufriendo grandes males al estar debajo de la tierra y en completa oscuridad. Fue golpeado hasta que se le arrancase carne de su cuerpo. Fue quemado y marcado con fierros candentes. Fue encadenado en espacios increíblemente fríos. Fue privado de alimentos por periodos de tiempo extendidos. Padeció privación del sueño para también torturarle. Fue expuesto a sesiones de lavado de cerebro diariamente, escuchando blasfemias durante diecisiete horas seguidas.
¿Cómo soportaría Richard todo eso y cómo podría permanecer fiel a Dios en esas circunstancias? ¿Cómo se mantendría cerca al Señor si tenía prohibido tener una Biblia consigo? Una de las muchas cosas que le ayudaron enormemente fueron los pasajes que él se había memorizado antes de ser encarcelado. Se sabía de memoria la mayor parte de los Salmos, los evangelios y las epístolas paulinas.
Wurmbrand escribió en su libro Torturado por Cristo: “No tenía una Biblia. No tenía libros. Solo tenía mi mente e hice uso de ella”. Al estar encarcelado en confinamiento solitario, él estudiaba la Palabra en su mente y se predicaba sermones a sí mismo cada noche. Usaba los textos que se había aprendido. Después de ser liberado, Wurmbrand escribió acerca de esto: “Yo me había aprendido muchos pasajes de la Escritura de memoria. Todas las noches me daba a mí mismo un sermón, y los ángeles eran mi audiencia”. El hecho de que se había memorizado varios pasajes de la Biblia también le permitió animar a otros cristianos que también estaban encarcelados. Al salir libre, él decía frecuentemente al dar conferencias: “Puedes perder tu libertad. Puedes perder tu Biblia. Pero lo que tienes atesorado en tu corazón, nadie te lo puede quitar”.
Entreguemos nuestra mente al aprendizaje de la Palabra del Señor. Será de inmensa bendición a nosotros, será de gran ayuda a otros y deleitaremos profundamente al Autor de la Biblia.
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