David Alves hijo
¿Qué es el legalismo?
Es tratar de ganar el favor de Dios y el de los hombres a través de lo que hacemos.
Este puede ser un mal en personas no convertidas a Dios porque buscan la justicia del Señor y la admiración de las personas a través de sus méritos. La carta de Pablo a los gálatas se enfoca en este aspecto del legalismo.
También puede ser un mal en creyentes, porque buscan la aceptación de Dios y la aprobación de los hombres a través de lo que hacen. En este escrito nos enfocaremos en el legalismo que hay en aquellos que somos hijos de Dios.
El legalista es aquel que quiere impresionar a Dios y a los hombres sin prestar la suficiente atención a su condición espiritual o el motivo que hay detrás de lo que hace.
¿Cómo identificar el legalismo en nosotros?
Las siguientes cosas caracterizan al legalista:
a) Pone más énfasis en lo externo que en lo interno. Muestra mucho por fuera, pero muy poco por dentro (Mt. 15:8, 9; 23:25, 27, 28). Viste de una cierta manera, y recrimina a los que no hacen lo mismo, pero descuida su salud espiritual. Enfatiza un uniforme que debe ser usado para los servicios de la iglesia, pero no mortifica la perversión del enojo que le domina.
b) Pone más énfasis en lo secundario que en lo primario. Cumplen con cosas que no son fundamentales, pero descuidan cosas muy importantes como “la justicia y el amor de Dios” (Lc. 11:42). Religiosamente ofrenda cada primer día de la semana, pero es dado a la crítica. Cree que por ofrendar generosamente eso hace que su lengua destructora no sea tan grave.
c) Pone más énfasis en la gloria de los hombres que en la gloria de Dios (Jn. 12:43). Realmente no vive para glorificar a Dios, sino para ser bien visto por su prójimo. Ama que los hombres le den el primer lugar y que las personas le reconozcan (Lc. 11:43).
Por causa de esto, todos tenemos un legalista dentro de nosotros. Nuestro corazón torcido quiere ser alabado por los demás. Nuestra mente corrompida anhela sentirse en paz porque ha hecho algo. El legalismo es uno de los ídolos del ególatra. Lee la Biblia solo para sentirse bien consigo mismo. Sirve en la congregación para ser aplaudido por los demás. Deja de hacer ciertas cosas para quedar bien con los hermanos, aun si la Biblia no lo prohibe.
d) Pone énfasis en su trato a Dios, pero no en el trato que debe darle a los demás. No muestra misericordia a los que están errados (Mt. 9:10-13). Hace esto y hace aquello pero ignora “la justicia, la misericordia y la fe” (23:23). Es dado a públicamente demostrar lo supuestamente importante que son las cosas de Dios en su vida, pero es dado a hablar mal de los demás (Mt. 9:34; 12:24). Está habituado a tramar sobre cómo dañar a otros (Mt. 22:15). No tiene una palabra confiable (Mt. 23:16-22). Los más estrictos suelen tener personalidades muy dañinas a los demás.
e) Pone más énfasis en la palabra del hombre que en la Palabra de Dios. Exageran lo que dice la Biblia y hacen ley lo que ellos han insertado en el texto (Mt. 12:1, 2; 15:1, 2). Desobedece el mandamiento del Señor por seguir sus tradiciones (Mt. 15:3). Distorsiona sutilmente la Biblia para justificar sus acciones malévolas (Mt. 15:4-6). Si no tiene cita bíblica, no puede esperar que los otros hermanos cumplan con algo. Esto aplica a leyes que se encuentran en el Antiguo Testamento, pero no en el Nuevo Testamento. El legalista toma pasajes y los hace decir lo que él quiere que digan.
f) Pone más énfasis en su estándar por el que deben vivir los demás, que el estándar que se tiene sobre sí mismo. Es común que hable mucho de lo que deben hacer otros, pero poco demuestra cómo eso debe impactarle a él (Mt. 23:3). “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt. 23:4). La madurez del cristiano es alcanzada cuando se perturba más por sus propias fechorías que por las culpas de los que están a su alrededor

¿Cuáles daños causa el legalismo?
El legalismo nunca jamás puede traer beneficios. Siempre resulta en daños causados.
a) Inhibe que una persona madure. El legalista no puede avanzar en lo espiritual, porque piensa que la cúspide de la vida cristiana es seguir reglas. Dios quiere que más bien crezcamos “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pe. 3:18). El legalista no desarrolla la habilidad en el Señor de tomar decisiones prudentes ni de ser una persona con un discernimiento profundo. ¡Cuánta falta hacen cristianos maduros y sabios! “El alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Heb. 5:14).
b) Evita que una persona conozca a Dios íntimamente. El legalismo hace a uno superficial. Hace que uno ame más el mandato que al Maestro. La presión de las personas y las cargas pesadas e innecesarias hacen que uno no conozca al Señor como debería. El legalista habla de Dios, predica la Palabra y exhorta a los hermanos; pero lo hace de una manera muy limitada. El que no es legalista entiende que, por encima de todas las cosas, la vida cristiana se resume en lo dicho en Salmos 42:1, “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Al legalista lo que más le importa es lo que hace para Dios. Al que no es legalista, lo que más le importa es lo que es delante de la presencia del Señor.
c) Obstaculiza a una persona para que viva en castidad. La piedad del legalista se restringe en cumplir con esto o cumplir con aquello. El legalismo hace que la persona se obsesione con lo exterior, pero que descuide por completo todo aquello que es interno. El legalismo hace que el orgullo en una persona aumente. Entre más legalista y entre más orgullosa, menos se da cuenta de sus errores y menos percibe el hecho de que hace las cosas con la intención equivocada.
d) Roba el gozo. ¿Se ha dado cuenta que las personas legalistas no son individuos que son gozosas? El legalismo robó a los gálatas de su gozo en el Señor. Pablo les preguntó: “¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvieron?” (Gál. 4:15). No sienten gozo porque su satisfacción no está en el Señor sino en sus ideas.
e) Crea conflictos. Uno de las factores que más fricción causa en la iglesia es el legalismo. Esto también es notorio en lo que Pablo le escribió a los cristianos en Galacia (Gál. 4:16-18; 5:13-15). El legalista tiende a ser muy celoso de sus perspectivas y no soporta que otros no vean las cosas de la misma manera. Por eso Pablo les describió como siendo individuos que muerden y devoran a otros.
¿Cómo guardarnos del legalismo?
El legalismo es pecado, y por lo tanto, debemos evitarlo completamente. Estas cosas le ayudarán a no ser legalista:
a) Guarde su corazón. No haga las cosas solo por ganarse el favor de Dios. Si ya es convertido al Señor, él ya le ha tenido gracia. Usted no puede hacer ni una sola cosa para ganarse más de la gracia de Dios. No haga las cosas para ganarse el favor de las personas. Haga todo porque realmente quiere engrandecer a Dios; y porque quiere edificar a la iglesia y ser de bendición a los incrédulos. Salomón nos aconseja: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Pr. 4:23).
b) Guarde su boca. Si no hay un mandato claro sobre algo en la Biblia, no le diga a otros que lo ponga en práctica. Si otros hacen algo que usted no considera correcta, pero no tiene base bíblica, su obligación es recibirle y no juzgarle. El Espíritu Santo hace esto abundantemente claro en Romanos 14. Si alguien celebra Navidad, y usted cree que es indebido, no los critique.Si usted enseña la Palabra de Dios a la iglesia, y no desea ser legalista; no enseñe en base a constantemente declarar imperativos. El que no quiere ser legalista enfatiza la doctrina. El legalista recalca prohibiciones.
c) Guarde su mente. Cuando creyentes se dan cuenta de que han sido legalistas o que se han desenvuelto en un ambiente legalista, muchos tienden a irse al otro extremo. Pueden hasta tomar una postura antinomia. Llegan a creer que, en términos generales, no hay restricciones para el cristiano en la actualidad. Creen tener la libertad de hacer lo que quieran. El otro extremo del legalismo es el liberalismo. El legalismo se le añade a las Escrituras; y el liberalismo le resta a la Palabra de Dios. El cristiano debe desear tener una mente equilibrada. No vive una vida donde el enfoque riguroso es seguir reglas, pero tampoco vive en libertinaje. Los hijos de Dios debemos ser sobrios y entender adecuadamente las Sagradas Escrituras. Regule su mente para que desee lo que a Dios le agrada y para que rechace lo que Dios repudia.
Por lo tanto, hagamos desaparecer toda noción legalista que hay en nosotros. Existamos, vivamos y sirvamos para realmente agradar al gran Dios que nos ha adoptado y que nos ha hecho suyos.
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