Himnología

“¿Por qué no vienes a Él tal como estás?” Tal Como Soy, Sin Más Decir

David R. Alves

¿Te gustaría ser un eslabón en la cadena de bendición en la gran obra del evangelio? A Dios le place usarnos de maneras que nunca imaginariamos que fuera posible, y a veces muchos años después de algo que dijimos o hicimos para Él.

En cuanto a la himnología, Cesar Malan fue un eslabón en la creación de un himno que ha sido de incontable bendición en la salvación de almas alrededor del mundo. Pero antes de llegar al himno, veamos cómo fue usado por Dios de muchas otras maneras también.

Henri Abraham César Malan (1787-1864) nació y murió en Suiza. Eran tiempos de mucha turbulencia y persecusión religiosa. Fue ordenado ministro protestante a los 23 años pero no era salvo. Se convirtió a Cristo seis años después mientras leía Romanos 6:10 y Efesios 2:8. Entendió y exclamó: “¡Soy salvo!, ¡soy salvo!.” 

Fue ayudado mucho por reconocidos cristianos de la época como fueron Roberto Haldane, (autor escocés de un magistral comentario sobre Romanos), D’Aubigne (autor de la famosa “Historia de la Reforma”) y Charles H. Spurgeon. Mallan llegó a ser un evangelista muy ferviente y vio a muchas almas alcanzadas por el evangelio, no solamente en Suiza sino también en muchas partes de Europa Occidental.

En Francia sus mil y tantos himnos sirvieron, como los de Isaac Watts y los hermanos Wesley en Inglaterra, para incentivar el canto congregacional y como himnos de reavivamiento espiritual.

César Malan también fue usado por Dios en 1826 en la conversión de John Duncan quien llegó a ser un misionero a los judíos en Hungría. Se ha dicho que desde los tiempos apostólicos no se había visto una obra hecha por Dios entre judíos en Hungría como lo que sucedió durante el servicio de John Duncan. Su conocimiento profundo del Hebreo (aparte de otros siete idiomas que dominaba) le ganó el título entre ellos de “Rabino Duncan”., A su vez, fue el instrumento divino en la conversión de Alfred Edersheim, autor del célebre libro “La Vida y Tiempos de Jesús el Mesías”, y de Adolph Saphire, el primer misionero presbiteriano a los judíos, y autor del impresionante comentario sobre Hebreos, ¡de 576 páginas! 

woman sitting while reading book

Entre 1819 y 1863 Malan hizo nueve visitas a Inglaterra y entabló buena amistad con Charles Elliott, un hombre piadoso con una familia de seis hijos, dos de ellos reverendos. Christopher Knapp relata que en 1822, mientras Malan estaba allí hospedado, una noche todos conversaban juntos y el predicador visitante abordó el tema de una relación personal con Dios y le preguntó a Charlotte, una de las hijas, si ella estaba segura de ser cristiana. Ella tenía treinta y tres años de edad, era enfermiza y sufría constante dolor, habiendo quedado inválida tres años antes. Charlotte se incomodó mucho y respondió ásperamente que prefería no comentar sobre la religión. La manera tan cordial que le respondió este siervo de Dios sirvió para que Charlotte se diera cuenta del orgullo que había en su corazón y lo distante que estaba de Dios. 

Después de algunos días Charlotte se excusó con Malan por su comportamiento inapropiado. Le dijo: “Me siento muy miserable, quiero venir a Jesús pero no sé cómo hacerlo”. El evangelista le contestó: “¿Por qué no vienes a Él tal como estás?”

¡Qué eslabón! Seguramente César Malan jamás se imaginó el impacto que tendría su respuesta tan apropiada a Charlotte Elliott. Ella no sólo fue salva ese día, sino que catorce años después escribió “Tal como soy, sin más decir”, el himno más conocido de los 150 que escribió. Después de morir, se encontraron en las pertenencias de Charlotte Elliott (1789-1871) unas mil cartas de agradecimiento por estas palabras:

Tal como soy, sin más decir que a otro yo no puedo ir,
Y Tú me invitas a venir, bendito Cristo, vengo a Ti.

Tal como soy, sin demorar, del mal queriéndome librar;
Me puedes sólo Tú salvar, bendito Cristo, vengo a Ti.

Tal como soy, en aflicción, expuesto a muerte perdición,
Buscando vida, paz, perdón, bendito Cristo, vengo a Ti.

Tal como soy, tu grande amor me vence, y con grato ardor
Servirte quiero, mi Señor; bendito Cristo, vengo a Ti.

Un eslabón más. Thomas M. Westrup (1837-1909) hizo la traducción al español. Nacido en Londres, Inglaterra llegó a México como adolescente por cuestiones del empleo de su padre, pero sirvió a Dios en este país el resto de sus días. Su cuerpo espera en un panteón en Monterrey, México el día de la resurrección de vida. Y con él miles más que entendieron el plan divino de salvación siendo ayudados por la pregunta de Malan, el himno de Charlotte Elliott y la traducción a nuestro idioma.

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