David Alves hijo
Jueces 18
Es posible participar de la mesa del Señor el Domingo, comer del pan y beber de la copa, y tener ídolos.
Llegamos para hacer memoria de Jesús, cuando realmente nuestras mentes están más saturadas con otras cosas que con el Señor.
Llegamos para adorar a nuestro Salvador, cuando realmente nuestros corazones tienen más afecto para otras cosas que para el Señor.
La idolatría es un enemigo real en la vida del cristiano. Lo más probable es que no sea en un contexto religioso, en el sentido de que seamos dados a ser devotos a figuras paganas. Para nosotros los ídolos mas bien son cualquier cosa que amamos más que a Dios.
Idolatramos a nuestra familia, nuestro empleo, nuestro negocio, nuestros bienes, nuestras estrellas del mundo del entretenimiento, nuestros pasatiempos, nuestras habilidades, nuestros dones espirituales, nuestro servicio, nuestros esfuerzos, nuestros cuerpos, nuestro conocimiento, nuestros egos.
El sincretismo siempre ha sido una debilidad del pueblo de Dios. Esto es cuando se combina la adoración de Dios con la adoración de ídolos. Lo sufrió el pueblo de Israel y Dios no aceptó la adoración que trataban de ofrecerle. Lo sufrimos también nosotros, y por consecuente, él no acepta nuestra adoración.
La idolatría en la vida del cristiano se suscita por una falta de satisfacción en Jesús. El creyente evita amar ídolos cuando encuentra todo gozo, toda delicia y todo placer en Cristo. Un corazón lleno del Hijo de Dios es un corazón que adora genuinamente a Dios.
Esto lo vemos con la tribu de Dan en el tiempo de los jueces. Recibieron su territorio pero no les satisfizo y entonces enviaron una comitiva de hombres para explorar otras tierras. Esto les hizo reunirse con Micaías y con su sacerdote en la casa de ídolos que tenía. Buscaron la guía de Dios a través de un sacerdote corrupto y terminaron conquistando pueblos para poder habitar sus tierras. En apariencia todo era en el nombre de Dios, cuando realmente todo emanó de corazones idólatras e insatisfechos. Dan se caracterizaría por ser una tribu idólatra.
¿Qué haremos sobre este problema recurrente? Me pregunto, ¿cuántos domingos me he encontrado reunido con el templo de Dios para exaltar a Dios sobre su trono, cuando mis afectos los tengo puestos en distintos ídolos?
Es hora de detectar cuáles son las cosas que me tienen cautivo. Debo quitarlos de mi vida. Necesito darle todo mi corazón al Rey de reyes y adorarle de todo corazón. Así podremos sentarnos a su mesa sin ídolos.
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Gracia Más Gracia 
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