David Alves Jr.
Os conceda Jehová que halléis descanso.
Rut 1:9
El pecado desgasta. La vida degenerada de Rut en Moab le había generado un enorme cansancio. Salomón describe esa vida cuando dice: “El camino de los transgresores es duro” (Pr. 13:15).
Las congojas y aflicciones experimentadas a lo largo de la vida también estropean a uno. Todas las lágrimas derramadas por las muertes de su esposo, cuñado y suegro le habían causado a Rut gran perturbación. Ella pudiera haber dicho como el salmista: “Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas” (Sal. 6:6).
Todo indica que la familia de su esposo había disfrutado de bienes materiales pero que después habían padecido no tener absolutamente nada (Rut 1:21). Esto también habrá resultado en un gran desgaste emocional en la vida de Rut.
Rut estaba cansada, fatigada, rendida. Su suegra Noemí deseó que en Jehová ella hallara descanso. Nosotros estábamos en una condición muy parecida a la de Rut y también estábamos necesitados de hallar descanso en el Señor.
Hemos hallado en Jesús el reposo que tanto anhelaban nuestras almas. Él nos había prometido: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28). Hemos encontrado en el Señor el descanso perfecto para nuestras almas atribuladas por el pecado y por el trajín de la vida. En Hebreos somos llamados a entrar a nuestro reposo quien es Cristo mismo (Heb. 4:11). En el Hijo de Dios tenemos plena satisfacción. No necesitamos más. En Él tenemos todo lo que necesitamos.
No podemos sino postrarnos ante el Señor, porque entendemos que el descanso que Él nos ha dado le costó a Él sufrir la peor tormenta posible. Para nosotros es el mejor reposo posible porque para Él fue el peor sufrimiento posible. Nuestras almas han sido refugiadas de terribles angustias, porque Él padeció las terribles aguas de la ira desoladora del Dios enfurecido por nuestro pecado. Él clamó sobre el Calvario: “Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado” (Sal. 69:1, 2). Para nosotros es el refrigerio y el alivio y la calma; pero para Él fue el cansancio, la tribulación y la tempestad.
Glorificamos con el resto del pueblo de Dios a aquél en quien hemos hallado descanso. En Él Rut pudo encontrar descanso. En Él nosotros también hemos encontrado descanso.

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