David Alves hijo
Cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua.
Rut 2:9
Comió hasta que se sació.
Rut 2:14
Físicamente, Rut necesitaba ser saciada. Trabajar bajo el sol postrada sobre el campo recogiendo y juntando entre las gavillas, le habrá dejado agotada, sedienta y hambrienta.
Emocionalmente, Rut necesitaba ser saciada. La muerte de su esposo, la muerte de su suegro, la muerte de su cuñado, la excesiva necesidad económica que tenía y dejar su tierra natal para ir a Belén; le habrán causado una fuerte ansiedad e intensa congoja.
Rut necesitaba ser saciada. Sus ídolos y todo lo que ella había tenido en Moab no habían podido remediar su situación. Ella encontró verdadera satisfacción cuando se convirtió a Dios y cuando conoció a Booz.
Rut había experimentado saciedad al haberse refugiado bajo las alas de Jehová Dios de Israel (Rut 2:12). Lo mismo buscamos hacer nosotros. Cada domingo nos congregamos para adorar a Dios y lo hacemos al habernos refugiado bajo Sus alas a lo largo de la semana. Adoramos al que constantemente le decimos: “Escóndeme bajo la sombra de Tus alas” (Sal. 17:8). Exaltamos al que le expresamos: “¡Cuán preciosa, oh Dios es Tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de Tus alas” (Sal. 36:7). ¿Cuántas veces hemos podido seguir bendiciendo al gran Dios que nos ha salvado por lo que hemos leído en el bien conocido Salmo 91? Amamos la promesa que el Señor nos da en esa porción de la Escritura. “Con Sus plumas te cubrirá, y debajo de Sus alas estarás seguro” (v.4). Por más difícil que sea tu prueba, amado creyente, no dejes que eso te inhiba presentarte delante del Señor para adorarle junto con tus hermanos en Cristo. Aférrate a estas preciosísimas promesas, refúgiate en el Dios de Rut, adórale y encuentra toda satisfacción en Él.
Sea Dios tu única porción (Lam. 3:24).
El Señor Dios usó a Booz para también proveerle saciedad a Rut. Esto lo hizo de distintas maneras, pero en parte lo hizo al ofrecerle el sustento físico que ella necesitaba. Rut tenía sed, y él le ofreció agua, al decirle: “Cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua” (Rut 2:9). Rut tenía hambre, y él le ofreció comida. Leemos que ella comió hasta saciarse (Rut 2:14).
Nuestro verdadero y mayor Booz, el Señor Jesús, ha permitido que nosotros experimentemos una indescriptible satisfacción. Espiritualmente estábamos sedientos y hambrientos por causa de la corrupción moral en nosotros. Fuimos creados para desear intensamente a Dios por encima de todas las cosas. Por esta razón el salmista declaró: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal. 42:2). Pero el pecado distorsionó severamente nuestros afectos e hizo que anheláramos otras cosas que no fuesen el Señor. Esto fue solucionado cuando oímos el glorioso evangelio acerca de un glorioso Salvador y de la gloriosa salvación que Él provee a los que se arrepienten y creen en Él.

Nosotros como Rut estábamos sedientos y el Señor nos ofreció agua viva que quitaría nuestra sed. Él le dijo a una mujer sedienta de Samaria: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:13, 14). En nuestra desesperación nosotros le dijimos a Jesús, así como dijo esta mujer, “Señor, dame esa agua” (Jn. 4:15). Hubo otra ocasión en la que el Hijo de Dios dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:37, 38). Cristo, quien sufrió sed sobre la cruz (Sal. 69:21; Jn. 19:28), ha saciado perfectamente nuestra sed.
Nosotros como Rut estábamos hambrientos y el Señor nos ofreció pan vivo que quitaría nuestra hambre. Él tiernamente vio nuestra necesidad y prometió: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Jn. 6:35). El pan es Su cuerpo y Su carne que Él ofreció sobre el madero para llevar la carga de nuestras iniquidades. Él dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Jn. 6:51). Cristo, quien ofreció Su cuerpo sobre el madero, ha saciado completamente nuestra hambre.
Cristo Jesús es nuestra porción, nuestra satisfacción y nuestro gozo de este lado de la eternidad. Desde que creímos en Él y hasta el último suspiro que demos sobre esta tierra; Él ha sido todo lo que dijo que sería y Él ha sido todo lo que hemos necesitado. Pero la saciedad de Cristo en nuestras vidas se ve alterada, no por causa de Él, sino por causa de nuestra necedad y rebeldía. Pero en el estado eterno, la saciedad del Señor será perfecta porque habremos sido transformados. Ya no tendremos deseos que puedan ser desorientados por el pecado. Eternamente y para siempre, con anhelos perfectamente puros, encontraremos plena saciedad en el Cristo del Calvario. Al llegar al cielo seremos guiados por nuestro Pastor a las aguas de eterna vida y seremos saciados perfectamente. Los que venzamos, el Pan vivo nos dará de comer de Su maná escondido. Dios nos promete: “No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas” (Isa. 49:10). Toda duda, toda tristeza, toda decepción, toda necesidad; será saciada por el Buen Pastor que dio Su vida por nosotros. ¿Puedes imaginar esta magnífica escena en la que estaremos todos los redimidos? Esta será nuestra experiencia, “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Ap. 7:16, 17). Jesús dirá: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (Ap. 21:6). ¡De qué manera tan preciosa concluye la Biblia en Apocalipsis 22! Leemos allí: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (v.17).
Sigue adorando al que es nuestra saciedad. Sigue sirviéndole. Sigue confiando en Su poder. Sigue esperando Su pronta venida.
Recibe contenido bíblico para tu edificación. Sigue nuestro canal de WhatsApp:
https://whatsapp.com/channel/0029Va4byrd2f3EFIOGEQx1A
Muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Palabras de aliento , ánimo y confort recordando las líneas del himno”Solo cristo satisface mi tránsito corazón…”
Hermoso escrito el Señor les ayude a seguir adelante con éste ejercicio.
Bendiciones
Me gustaLe gusta a 1 persona