Himnología

“De Heladas Cordilleras”

David Alves padre

Nuestro himno de hoy se titula: “De heladas cordilleras”. Es un himno misionero, así llamado, para animar a cristianos a evangelizar a los que no lo son. Para esto, algunos creyentes han cruzado mares para llegar al otro lado del mundo y evangelizar a personas que nunca o poco han oído el mensaje de salvación, y este ha sido el significado tradicional de lo que es un misionero. Sin embargo, de igual importancia para Dios es la misión de otros que han cruzado al otro lado de la calle para ganar a sus vecinos para Cristo.

Después de su resurrección, Cristo enfatizó mucho lo que se llama “La Gran Comisión”, o sea, la tarea de la evangelización del mundo entero. Cinco pasajes resumen el tema:

  1. En Marcos 16:15 Cristo recalcó, el domingo de su resurrección, la extensión territorial del encargo, cuando dijo a sus discípulos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.
  2. En Juan 20:23, ese mismo domingo por la noche, Cristo les habló de la autoridad del mensaje del evangelio: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”. O sea, el evangelio puede asegurarle a cualquier persona que, dependiendo de su reacción al mensaje de salvación, puede saber su condición delante de Dios: El que cree el mensaje disfrutará del perdón de pecados. El que rehúsa creer, todavía lleva sobre sí sus pecados y está expuesto a eterna perdición.
  3. En Lucas 24:46-47 Cristo dio el contenido doctrinal del mensaje que se predicaría: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”.
  4. En Mateo 28:18-20, en algún momento en el transcurso de los cuarenta días entre su resurrección y ascensión al cielo, Cristo delineó de manera más amplia el propósito de la Gran Comisión, al decirles: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
  5. En Hechos 1:8 tenemos las últimas palabras de Cristo antes de ascender al cielo, y describen lo que sería la expansión progresiva del evangelio alrededor del mundo. Dijo a sus discípulos: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

Recuerdo que cuando era joven escuché un reporte misionero de un hermano canadiense, de nombre David Jones, que dedicó su vida al evangelio en Chile por más de 50 años. Para ilustrarnos dónde quedaba “lo último de la tierra” con referencia a Jerusalén, nos mostró un globo terráqueo y sosteniendo el extremo de un hilo en Jerusalén, buscó la población humana a dónde más lejos podía extenderse el otro extremo del hilo en ese globo y, curiosamente ¡era un lugar en el sur de Chile!

Citaré la versión del himno que aparece en “El Nuevo Himnario Popular”, Vigésima Edición: 2002, de Casa Bautista de Publicaciones. El himno comienza con un llamado al cristiano con el deber de cumplir esta “Gran Comisión” dada por el Señor. Dice así:

De heladas cordilleras,
De playas de coral,
De etiópicas riberas
Del mar meridional,
Nos llaman, afligidas,
A darles libertad,
Naciones sumergidas
En densa oscuridad.

Se enfatizan las poblaciones en lejanas tierras que yacen en tinieblas espirituales. En la versión original en inglés, se menciona por nombre a Groenlandia, la India, el contiente africano, y Ceilán (hoy, Sri Lanka, una enorme isla al sureste de la India).

Este himno fue escrito en Inglaterra por Reginald Heber (1783-1826), que perteneció a una familia cristiana muy acaudalada y altamente educada. Por ejemplo, un medio hermano de él fue un reconocido bibliomaníaco, con una biblioteca personal de unos 150,000 libros. A los 7 años, nuestro protagonista, Reginald, ya traducía versos del latín al inglés, y a los 20 años recibió un distinguido premio por un soberbio poema de más de 100 líneas, titulado “Palestina”. Como suele suceder, himnólogos no son exentos de tragedia y tribulación. Reginald Heber y su esposa, Amelia, enterraron a su único hijo cuando este tenía apenas seis meses.

Nuestro himno de hoy fue escrito un viernes en 1819 a petición de William Shipley, el suegro de Reginald Heber, que era obispo de la Iglesia Anglicana. Se iba a conmemorar el Aniversario de la Fiesta de Pentecostés (50 días después de la resurrección de Cristo) y Shipley necesitaba un himno misionero, que fuera acorde al tema de su prédica el domingo. Había en Inglaterra un naciente interés en el movimiento misionero alrededor del mundo. El hecho de que Heber escribió el himno en cuestión de minutos habla de su tremenda habilidad.

Curiosamente, unos cuatro años después de escribir este himno misionero, Reginald Heber fue enviado a Calcuta, en ese tiempo la capital de la India, cuando ese enorme país era una colonia británica. Allí, Heber fue instalado allí como obispo anglicano en esa gran ciudad, pero sobre veía los asuntos de la Iglesia Anglicana en toda la India, Sri Lanka y Australia. Tristemente, apenas 3 años después de haber llegado a Calcuta, se dice que a raiz de un baño con agua muy fría, tuvo un ACV (o, accidente cerebrovascular) y murió a la corta edad de casi 43 años. Escribió muchos himnos, pero quizás el otro más conocido alrededor del mundo es uno majestuoso titulado: “¡Santo, santo, santo! Señor Omnipotente”.

En cuanto a la melodía, el mismo año en que los Heber fueron a la India, en 1823, una mujer cristiana en Inglaterra leyó las palabras de este himno en una revista cristiana y las envió a una conocida en la ciudad de Savannah, en el estado de Georgia, en el sur los Estados Unidos. Ella, a su vez, le mostró las palabras a un empleado bancario que vivía a unas puertas de su casa. En media hora el joven cristiano regresó con la composición musical que ahora usamos para este misionero. El nombre de ese compositor era Lowell Mason (1792-1872), que llegaría a ser considerado como el padre de la himnodia americana. Él compuso centenares de melodías, de las que destaca una que se llama “Hamburg”, que se usa para el famoso himno de Isaac Watts: “La Cruz Sangrienta al Contemplar”.

Sara Riaño

Volviendo a la palabras de nuestro himno, la segunda estrofa dice:

Nosotros, alumbrados
Con celestial saber,
¡A cuántos desgraciados
Dejamos perecer!
A todos, pues, llevemos,
Gratuita salvación
Al Cristo prediquemos,
Que obró la redención.

Quizás la palabra “desgraciados” le suene algo duro, o inapropiado. ¡Usted no es el único que piensa así! Es por esto por lo que en varios himnarios se ha suplantado “desgraciados” por “descarriados” (Himno de Fe, Esperanza, y Amor – Hermanos Congregados en México); o, “errabundos” (el himnario Gracia y Devoción – Casa Nazarena en EE. UU.). No me gusta enmendar el trabajo de otros, pero si me dieran el permiso de hacerlo, yo sugeriría, de acuerdo con el tema de las líneas anteriores, algo así: “Nosotros alumbrados con celestial saber, ¡a cuántos hoy cegados dejamos perecer!”.

El himno fue traducido por Thomas Martin Westrupp (1837-1909), otro caballero inglés pero que pasó la mayor parte de su vida en México, habiendo llegado a este país cuando vino con sus padres a los 15 años. No era ningún inexperto en lo que a la traducción de himnos se refiere. Le debemos cientos de himnos en español. Algunos de sus contribuciones más conocidas son: “Cariñoso Salvador, huyo de la tempestad”; “Cerca de Ti, Señor, quiero morar”; “Con voz benigna te llama Jesús”; y “Dicha grande es la del hombre”.

Al usar la palabra “desgraciados”, creo que Thomas Westrupp estaba pensando en el infortunio de aquellos que nunca han oído el glorioso mensaje del evangelio de la gracia de Dios.

Conmueven las cuatro preguntas del apóstol Pablo, uno de los misioneros cristianos más destacados que este mundo jamás ha visto (habiendo recorrido unos veinte mil kilómetros en el Imperio Romano durante su servicio de unos treinta años), cuando escribió: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (1) ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? (2) ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? (3) ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (4) ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Ro. 10:13-15).

Según Global Frontier Missions (una sociedad misionera), 3,400 millones de personas, o el 41.8% de la población mundial, viven en grupos étnicos “no alcanzados”, con poco o ningún acceso al Evangelio de Jesucristo. El Proyecto Joshua estima que 7,391 de los 17,446 grupos étnicos del mundo están en el grupo de los “no alcanzados”, lo que representa más del 42% de la población mundial. El término “no alcanzados” se refiere a personas que no pueden escuchar el evangelio porque nadie a su alrededor conoce el mensaje. Algunos ejemplos de grandes grupos étnicos no alcanzados incluyen millones de personas en el Japón, en la India, en Turquía, en Indonesia, en Nigeria, y en la China, por mencionar algunos. Hay grupos indígenas en Brasil que en pleno siglo 21 aún no han hecho contacto con la civilización moderna. Todavía falta por traducir la Biblia a unos 1,700 dialectos diferentes alrededor del mundo.

Alguien bien ha dicho que nadie debería tener el privilegio de escuchar el evangelio dos veces hasta que todos lo hayan escuchado una vez. Y también, hay millones de cristianos hoy que esperamos ansiosamente la segunda venida de Cristo, pero ¡cuántos millones hay en el mundo que aún no han oído de Su primera venida!

Es urgente que todos pronto oigan el mensaje de salvación. La tercera estrofa es una exhortación a los que conocemos el mansaje y quizás actuamos como si fuéramos “agentes secretos”, por así decirlo, o simplemente nos falta iniciativa para compartir el evangelio con otros. Dice así:

Llevada por los vientos
La historia de la cruz,
Despierte sentimientos
De amor al buen Jesús,
Prepare corazones,
Enseñe su verdad
En todas las naciones
Según su voluntad.

Si no podemos salir a evangelizar a otros, que Dios haga arder en nuestros corazones el deseo de orar por aquellos que sí lo hacen, y de apoyarlos económicamente también. Supliquemos, también, por tantas almas perdidas en todo el mundo que viven hoy cegados por el diablo, el dios de este siglo, y viajan en la vida en el camino espacioso que lleva a la perdición.

La tonada de este himno (el mismo que se usa para “Yo quiero obedecerte”) la puede escuchar aquí: https://youtu.be/Sacek-XV3Wk?si=D8KIFlqd4o6ijIdf

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