Cristo en toda la Biblia

Alas Divinas

David Alves hijo

Bajo cuyas alas has venido a refugiarte.
Rut 2:12

Dios es glorificado cada vez que las alas de un ave le hacen trasvolar majestuosamente y ligeramente en las alturas. El Creador se deleita cada vez que Sus redimidos admiran el colorido y suave plumaje de un pájaro. De entre las más de 10 mil especies de aves que existen para complacer al Señor de la tierra, pudiéramos admirar las alas de tono intenso de un guacamayo azul o asombrarnos de la fuerza de las alas de un águila que “libra por libra… es más fuerte que el ala de un avión”.

A pesar de que pudiésemos pasarnos toda la vida estudiando la ornitología, específicamente la anatomía de las alas y todos los usos que las aves les dan; y aun así reconoceríamos sin duda alguna que no hay alas como las del gran Dios a quien amamos.

Es precioso pensar que Booz disfrutaba la noción de personas refugiándose bajo las alas de Dios. Con todo lo que Rut había soportado, el mejor lugar para que ella ahogara sus penas e hiciera menguar sus dolores, era colocarse bajo las alas singulares del Todopoderoso.

Semana tras semana nos congregamos con aquellos que también han sido comprados por la sangre de Jesús para exaltarle y tributarle. Lo hacemos porque no hay nadie como Él. Lo hacemos porque le amamos lo más que podemos. Lo hacemos porque anhelamos obedecer Sus mandatos. Pero tendríamos que reconocer que muchas veces lo hemos hecho “trabajados y cargados”. Tantas cosas que nos causan aflicción y decepción. ¿Qué hacemos? Nos posicionamos como Rut bajo las alas del Soberano, descansamos allí y adoramos.

Considera detenidamente las alas del Dios de Rut y el Dios tuyo.

I. Son alas que atraen. Dios le dijo a Israel: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éx. 19:4). El Señor extiende Sus alas, nos carga con ellas, nos saca de la tierra de la aflicción, nos atrae a sí mismo para que estemos a Su lado y honramos Su glorioso nombre.

II. Son alas que dan sombra. David podía decir al sufrir infinidad de penas: “Escóndeme bajo la sombra de tus alas” (Sal. 17:8). Encontramos allí alivio del sol abrasador de las penas que continuamente experimentamos.

Imagen por alex zeng

III. Son alas compasivas. El dulce cantor de Israel exclamó en alabanza a Dios por Su misericordia: “¡Cuán preciosa, oh Dios, es Tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas” (Sal. 36:7). ¡Cuánta ternura hay allí!

IV. Son alas confiables. David entendía que si los agobios perduraban, él podía depender siempre en las protección de las alas del Señor. “En la sombra de Tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos” (Sal. 57:1). El salmista disfrutó grandemente el hecho de que podía estar seguro bajo la cubierta de las alas del Altísimo (Sal. 61:4). También leemos en los Salmos: “Con Sus plumas Te cubrirá, y debajo de Sus alas estarás seguro” (Sal. 91:4). Confiamos plenamente en aquél que Su nombre significa “Dios con nosotros”, porque leemos en Isaías 8:8 de Él: “extendiendo sus alas, llenará la anchura de Tu tierra, oh Emanuel”.

V. Son alas que regocijan. Así como los polluelos se excitan al ver las alas de su madre estirarse para brindarles protección, ¡cuánto más nosotros nos regocijamos grandemente al estar bajo las alas de nuestro Salvador! Decimos: “En la sombra de Tus alas me regocijaré” (Sal. 63:7).

VI. Son alas que intimidan. Para nosotros las alas de Dios son confortantes, pero a Sus enemigos son causa de terror y espanto. Al hablar de la destrucción de Moab, Él dice de sí mismo: “He aquí que como águila volará, y extenderá sus alas contra Moab” (Jer. 48:40). Lo mismo dijo en cuanto a la devastación de los descendientes de Esaú. “He aquí que como águila subirá y volará, y extenderá Sus alas contra Bosra; y el corazón de los valientes de Edom será en aquel día como el corazón de mujer en angustias” (Jer. 49:22). Bendecimos el Nombre del que salva, pero también exaltamos el Nombre del que destruye.

VII. Son alas sanadoras. Cuán preciosa es la descripción del profeta Malaquías. “A vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (Mal. 4:2). Vendrá el día cuando Cristo, el “Sol de justicia”, a través de Sus alas traerá a Su pueblo que tanto sufrió: calor, gozo, seguridad e intimidad.

VIII. Son alas rechazadas. Nadie debería leer las palabras de Jesús sin conmoverse. Le dijo a la nación que tanto amaba y que tanto le había dado, “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mt. 23:37; Lc. 13:34). Las alas que nosotros amamos, son alas que muchos han desdeñado y desairado. Muchos podrán menospreciarlas, pero nosotros las buscamos con todo lo que somos, para acercarnos y para enaltecer al que entregó Su vida para poder refugiarnos bajo Sus alas.

Honra y gloria sean al gran Dios bajo cuyas alas nos refugiamos.

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