David Alves hijo

Introducción
Poseer un conocimiento adecuado de los atributos de Dios permite que se le conozca más, poder interpretar acertadamente su santa Palabra y vivir de una forma en la que se le glorifica. Uno de estos atributos de Dios es su justicia. Al considerar esta cualidad de Dios es necesario que se analice la naturaleza de su justicia. Es imperioso definir adecuadamente lo que es su justicia y delinear claramente lo que no es. Esto previene que los estudiantes de la Palabra de Dios no confundan ni enseñen erróneamente este tema como lo han hecho muchos a lo largo de la historia.
Definir la naturaleza de la justicia de Dios también permite que se comprendan las razones por las que él posee la supremacía necesaria para establecer su autoridad sobre toda la humanidad. La razón por la que tiene el derecho para hacer eso, y el motivo por el cual el hombre tiene que sujetarse a sus dictámenes, es porque Dios es justo. Por este atributo de Dios, él puede juzgar, condenar y castigar al hombre al que no se le atribuye su justicia. El mundo entero debe cerrar su boca y quedar bajo el juicio de Dios por causa de su justicia (Rom. 3:19).
Al haber analizado la naturaleza y la autoridad de la justicia divina, se debe contestar la pregunta: ¿Cómo puede el hombre participar de la justicia de Dios para ver modificada su posición delante de él como el Juez justo? La Escritura presenta abundante evidencia para asegurar que su justicia es impartida al hombre por medio de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo Jesús. Es importante entender cómo es que se transfiere la justicia de Dios, pero también conocer las formas prácticas en las que esto impacta directamente las vidas de aquellos que son justificados.
La naturaleza de la justicia de Dios
I. Lo que es su justicia
Wilhelmus à Brakel, el teólogo holandés del siglo XVII, define la justicia de Dios de la siguiente manera: “La justicia de Dios puede considerarse en sí misma como una referencia a la rectitud, la perfección y la santidad del carácter de Dios”.1 Para poder entender mejor la justicia de Dios es provechoso considerar lo que el escritor Deffinbaugh delinea en cuanto a nueve maneras en las que se manifiesta la justicia divina.2 Los nueve aspectos que presenta son los siguientes:
1. A través de su palabra y su voluntad (Dt. 4:5-8)
2. A través de la instrucción que da en su Palabra (Sal. 25:8)
3. A través del cumplimiento de sus promesas (Neh. 9:7, 8)
4. A través de su juicio a los enemigos de Israel (Éx. 9:27)
5. A través de su forma de gobernar (Sal. 45:6)
6. A través de su enojo e ira (Sal. 11:5)
7. A través de la protección que le brinda a los pobres y a los afligidos (Sal. 140:12)
8. A través de la forma en la que demuestra misericordia y compasión (Isa. 30:18)
9. A través de su salvación de los pecadores (Sal. 98:2, 3)
II. Lo que no es su justicia
El sistema religioso que es falso ha distorsionado a lo largo de la historia este atributo de Dios bajo consideración. Al hacer esto se ha presentado a un Dios que no observa la maldad con gravedad y que el hombre tiene el derecho a escoger cómo obtendrá su justicia ante el Señor por sus propios medios. El hecho de que Dios es perfectamente e inmutablemente justo, resulta en que él no pueda tolerar el pecado, ni que pueda ver con agrado a una persona consiguiendo justicia por sí misma. Él es justo, y por lo tanto, solo puede amar las obras justas de aquellos justos que contemplan su rostro (Sal. 11:7).
La autoridad de la justicia de Dios
I. Lo que su justicia le permite para sí mismo
¿Hasta qué grado es Dios justo? ¿De qué maneras impacta a Dios su rectitud perfecta? Charles Ryrie señala que “Dios es justo; es decir, no hay ley, ya sea dentro de su propio ser o de su propia creación, que sea violada por algo en su naturaleza”.3 Esto quiere decir que Dios no podría modificar su justicia para cometer pecado. Él es impecable en el sentido de que es absolutamente imposible que él cometa maldad. Dios no solo manifiesta poseer la virtud de la justicia, pero él en sí es justicia. Esto también asegura que sea absolutamente imposible que él transgreda su propia ley.
II. Lo que su justicia le permite para con el hombre
Al ser Dios justo, él tiene el derecho de analizar la naturaleza y las obras del hombre. El Juez justo de toda la tierra es el único que puede hacer esto por causa de este atributo suyo. En los primeros tres capítulos de la carta de Pablo a los Romanos, Dios despliega su justicia al juzgar a los gentiles y a los judíos. El Dios justo también tiene la autoridad de condenar a toda la humanidad como siendo pecadores delante de él (Rom. 3:23). En Romanos 1 señala la culpabilidad de los gentiles paganos. En Romanos 2 señala la culpabilidad de los judíos religiosos. En Romanos 3 concluye que toda persona está bajo pecado. Paterson Jr. comenta en cuanto a esto: “Todos han sido juzgados ante el tribunal de la justicia divina, y son culpables y condenados”.4
Por causa de su justicia, Dios no solo puede señalar la iniquidad de todas las personas. Hay algo más que su justicia le permite realizar con sus criaturas. En Romanos 3:5 Pablo pregunta acertadamente, “si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo?” La justicia de Dios le permite poder juzgar y condenar al hombre, pero también posee la potestad de castigarle eternamente en el infierno. Esto para aquellos que rehusan participar de su justicia a través de los medios que él ha establecido. El Dios que es incomparablemente justo condena y castiga a los impíos que rehusan creer en su Hijo Jesucristo.
La impartición de la justicia de Dios
I. Los medios para proveerla
Dios decreta en su Palabra que su justicia es imputada a los pecadores, única y exclusivamente por medio de su Hijo Jesucristo. Son tres aspectos de su Persona y de su obra que permiten que esto se lleve a cabo, los cuales son: su vida, muerte y resurrección.
En Romanos 5:10, Pablo enseña que Cristo salva por su vida. Su carácter y naturaleza siendo completamente puro y perfecto, fue indispensable para poder resultar efectiva su muerte sobre la cruz. Cristo encarna la perfecta justicia de Dios y todo lo que esta prescribe.5 De nada hubiese servido que un pecador muriese por los pecadores. Esto es lo que resalta Pablo en 2 Corintios 5:21 al hablar sobre la justicia de Dios impartida a nosotros, en relación al hecho de que Jesús no conoció pecado. Lo mismo enfatiza a los cristianos en Roma al escribirles: “Por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Rom. 5:18). El hombre para ser justificado por Dios necesitaba de un Salvador que fuera justo. Juan Calvino recalcó esto al escribir: “La Escritura, cuando trata la justificación por fe, nos lleva en una dirección muy distinta. Volteando nuestra mirada de nuestras propias obras, nos invita a mirar únicamente a la misericordia de Dios y a la perfección de Cristo”.6
En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Jesús no solo fue justo para que el hombre fuese justificado por Dios, pero también tuvo que sufrir y morir por el pecado, al ser hecho pecado. El hombre es vestido con la justicia de Dios por medio de los sufrimientos vicarios de su Hijo. Algo parecido a esto vemos en la manera en la que Dios vistió a Adán y a Eva después de haber pecado con pieles de animales. En su comentario sobre 2 Corintios, Kruse comenta: “La justicia de Dios, entendida como lo que los creyentes tienen o llegan a ser, es el don de una relación justa con Dios basada en la muerte de Cristo en su lugar, sin tomar en cuenta sus pecados”.7 Los sufrimientos de Cristo en el Gólgota son la demostración más clara de la justicia de Dios para permitir que la humanidad participara por fe de esa misma justicia.8
Era indispensable que Cristo fuese justo y que él llevase el pecado del mundo para que Dios pudiera impartirle al hombre su justicia, pero también era vital que el Mesías resucitara de entre los muertos. Pablo por guía del Espíritu afirma esto en Romanos 4:25, “Resucitado para nuestra justificación”. La resurrección de Jesús demostró que él no había muerto por sus propios pecados, sino por los pecados de los inconversos. La resurrección del Hijo de Dios señaló rotundamente que él satisfizo la justicia de su Padre en su obra consumada. No hay duda de que el pecador solo puede ser justificado por medio de Cristo Jesús por causa de su perfección, muerte y resurrección.
II. La única forma que es aplicada
El apóstol hace muy claro en sus escritos que la justicia de Dios es imputada por él al individuo que pone su fe en Cristo. Las Escrituras hacen abundantemente claro que no es por las obras de la ley. A los filipenses Pablo afirmó lo siguiente, “la justicia que es de Dios por la fe” (Fil. 3:9). A los gálatas aseveró, “el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo” (Gál. 2:16). A Tito le recordó que no somos salvos por obras de justicia (Tit. 3:5). En el hombre es imposible que haya justicia por sí mismo. Solo Cristo puede ser su justicia (1 Co. 1:30). James Currie, maestro de las Escrituras en Japón, en su comentario sobre Romanos, explica que: “Dios, a través de la fe, confiere una posición perfectamente justa, justificando o absolviendo, a todos los que creen en el mensaje del evangelio”.9
III. Los resultados vistos en aquellos a quienes es aplicada
La justicia de Dios es algo que se ve de una manera muy evidente en las vidas de aquellos que la han recibido por medio de Jesucristo. En Romanos 6 se señala que la persona deja de ser siervo del pecado, para ahora ser siervo de la justicia. En Efesios 4:22-24 Pablo da otras evidencias que hay en la vida del individuo que es justificado. Se despoja del viejo hombre, y se viste “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. Cuando Dios le imparte su justicia a una persona, ese individuo es transformado radicalmente. Este es el énfasis que Santiago le da al tema de la justificación en su epístola, al hablar de que el ser humano es justificado no solo por fe, sino también por obras.
Conclusión
La justicia de Dios le permite ser infinitamente puro, santo y perfecto. Este atributo suyo, lo demuestra de muchas maneras. Esto confirma que sin ninguna duda, el Señor es justo. Es vital que el hombre comprenda lo vasto y lo profundo que es la justicia de Dios. Esto resultará en que el hombre adore a Dios como debe hacerlo y le mostrará la inmensidad del pecado que mora en él. Le llevará a concluir que es imposible ser justo delante de Dios sin que la justicia divina le sea impartida por gracia y por fe.
El sistema religioso en este mundo no ha comprendido la justicia de Dios, y por lo tanto, han pervertido la forma establecida por Dios para que el hombre participe de la justicia divina. Se ha enfatizado erróneamente que esto es algo que se obtiene por un buen comportamiento y por buscar cumplir la ley de Moisés. El Dios que es infinitamente justo repudia toda esa ignorancia, confusión y engaño.
Por medio de su perfecta justicia, él tiene el derecho de juzgar, condenar y castigar al que no obedece al evangelio para recibir la justicia de Dios por medio de la fe. Por medio de su justicia, él también ha tenido la potestad de establecer que él le imparte su justicia al ser humano por medio de la vida, muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo. Su Palabra afirma claramente en varios pasajes que no es por obras, sino por la fe en Cristo Jesús. Si el ser humano decide buscar la justicia de Dios por sus propios méritos, Pablo enseña que esa persona comete el grave pecado de hacer vana la muerte de Jesucristo (Gál. 2:21). Blasfema a Cristo y blasfema también a Dios.
La Biblia enseña que la justicia de Dios no es algo que solamente que es transferido a uno, pero también es algo que se demuestra. La persona a la que Dios le ha verdaderamente impartido su justicia es alguien que demostrará obras de justicia en su vida. Cada persona que dice haber creído en el evangelio tiene la obligación de mostrar que ha sido vestido con la justicia de Cristo Jesús. La iglesia debe dar gracias a Dios por lo que él le ordenó a Pablo escribir sobre su asombrosa y admirable justicia que es ofrecida a los hombres por medio del que colgó en el Calvario.
- Wilhelmus Á Brakel, The Christian’s Reasonable Service (Grand Rapids, MI: Reformed Heritage Books, 2021), 127 ↩︎
- Robert L. Deffinbaugh, “The Righteousness of God”, Bible.org, https://bible.org/seriespage/6-righteousness-god, publicada el 18 de Mayo de 2004 ↩︎
- Charles C. Ryrie, Basic Theology (Chicago, IL: Moody Publishers, 1999), 48 ↩︎
- James Paterson Jnr et al., The Glory of His Grace (Belfast, Irlanda del Norte: Assembly Testimony, 2006), 53 ↩︎
- F.F. Bruce, Romans (Grand Rapids, MI: William B. Erdmans Publishing Company, 2002), 190 ↩︎
- Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 2008), 487 ↩︎
- Colin Kruse, 2 Corinthians (Grand Rapids, MI: William B. Erdmans Publishing Company, 2000), 129 ↩︎
- C.E. Hocking et al., New Treasury of Bible Doctrine (Killamarsh, Inglaterra: Precious Seed Publications, 2017), 140 ↩︎
- James B. Currie, Paul’s Epistle to the Romans (Kilmarnock, Escocia: John Ritchie, Ltd., 2001), 32 ↩︎
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