David Alves Jr.

Dios permitió que extranjeros se unieran a Israel y él estableció leyes en las cuáles ellos quedaban protegidos. Dios está en completo desacuerdo que a los extranjeros se les trate de una manera injusta.
”Al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Éx. 22:21).
”Hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido” (Dt. 10:18).
”Cuando segareis la mies de vuestra tierra, no segaréis hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu siega; para el pobre y para el extranjero la dejarás. Yo Jehová vuestro Dios” (Lv. 23:22).
Como cristianos hay mucho que podemos aprender de Dios en el trato que le damos a personas que migran al país donde vivimos. La xenofobia y el racismo son cosas que nunca deben ser vistas en el comportamiento ni en el pensamiento de los que profesan ser de Cristo.
En cuanto a la migración, lo que Dios no permite es que sea de manera ilegal. Esto ha sido una situación que ha existido por muchos años y que involucra a varios países. En algunos casos, Dios tiene el propósito que personas emigren a otro país por cuestiones de trabajo o salud. Él también pudiera permitir la migración a personas que sufren el agobio de gobiernos tiránicos. No ponemos eso en duda en ningún momento. El punto es que Dios quiere que se haga por la vía legal en sujeción a las autoridades que él ha puesto.
Quizás a veces pensamos que por ser ciudadanos del cielo o por ser corruptos los gobiernos no tenemos que obedecer las leyes del hombre. La realidad es que como cristianos sí debemos sujetarnos a las autoridades terrenales. La única situación en la que se justificaría no obedecer las leyes es cuando van en contra de la palabra de Dios.
”Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Ro. 13:1).
”Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1 Pe. 2:13, 14).
Cada país soberano tiene leyes migratorias. De acuerdo a los versículos citados, el creyente agradaría a Dios al sujetarse a esas leyes.
Hemos establecido que no sería correcto que un creyente migre a otra país de manera ilegal, o sea que entre sin tener la documentación necesaria. Pero suponiendo que el cristiano busque tener la documentación necesaria, tendríamos que ahora analizar si lo consiguió de una manera legal.
¿Sería la voluntad de Dios que un cristiano mienta o soborne a un oficial para recibir su condición migratoria? ¿Cómo puede alguien participar del partimiento del pan cada Domingo y a la misma vez trabajar en el país al que ha emigrado con un número social de seguro (Social Security Number) que es robado? ¿Qué testimonio puede dar al nombre del Señor Jesús una iglesia compuesta por personas cometiendo actos ilegales?
Esas son preguntas que deben poder contestar con base bíblica personas emigran a un país ilegalmente. De paso, si vas a emigrar y recibir la condición de refugiado, asegúrate que vengas de un país donde realmente tu bienestar está en riesgo por causa de situaciones muy severas y extremas.
Dios tiene un cuidado especial por cada uno de nosotros, pero no hay ninguna situación en nuestras vidas, por más precaria y devastadora que sea, para poder infringir la ley. La propagación del evangelio en otros países tampoco es un justificante para quebrantar las leyes.
Ya que estamos tratando el asunto de la migración, quizás deberíamos finalizar mencionando tres puntos.
En los tiempos de los apóstoles, los migrantes que se mudaban a otros lugares por causa de la persecución, predicaban el evangelio y se reunían con otros hermanos. Dudaría mucho que Dios esté de acuerdo que un cristiano migre a otro lugar para no esparcir su palabra o dejar de congregarse.
”Los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos” (Hch. 11:19).
”No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (He. 10:25).
Otra cuestión a analizar es: si Dios me ha dado una responsabilidad en la asamblea donde estoy, ¿será su voluntad que yo deje esa vacante y se vea afectada el testimonio?Entiendo que nadie es indispensable, pero a la misma vez Dios sí espera que cumplamos con el ministerio que él nos ha encomendado a hacer. Nunca he estado en una situación de la que estamos hablando, así que quiero tener cuidado con lo que escribo, pero a la misma vez quiero ser fiel a la palabra de Dios. Confieso que se me dificulta pensar que Dios quiera que por ejemplo, ancianos en una iglesia se muden a otro país, sin que Dios haya levantado a otros para llevar a cabo esa labor tan importante en la iglesia.
”Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28).
Para terminar. No pudiera ser la voluntad de Dios que un hermano migre a otro país para trabajar y dejar atrás a su esposa e hijos. Si es la voluntad de Dios que emigres, tendría que ser con la familia. Quizás tenga tu familia más en lo económico por trabajar en el extranjero, pero no es la voluntad de Dios que una familia viva por separado.
”No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18).
”Mejores son dos que uno” (Ec. 4:9).
Es un tema sensible. No quiero lastimar a nadie, pero sí quiero que reflexionemos sobre esto con la ayuda de Dios. Para que así seamos ciudadanos ejemplares en dónde sea que nos encontremos, busquemos lo mejor para nuestras familias y para nuestras iglesias.
Si ya te encuentras en esta situación, deberías considerar regularizar tu condición migratoria o regresar a tu país natal.