Cristo en toda la Biblia

Aquellos que le Adoraron

David Alves Jr.

En el evangelio de Mateo se enfatiza la adoración a Jesucristo. 

Los magos del oriente viajaron a Belén siguiendo una estrella para adorar al Señor. Cuando primero pasaron por Jerusalén, le dijeron a Herodes: “Su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mt. 2:2). Al llegar a Belén y al encontrar la casa de José y María, “vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron” (Mt. 2:11). Los magos mostraron su adoración al ofrecerle tres regalos: incienso, oro y mirra. Mañana tendremos la oportunidad de llegar a la Cena del Señor para ofrecerle algo a Cristo que salga de nuestro corazón en devoción a él. Llega preparado con una alabanza, una lectura de la Palabra o una oración.

En cinco ocasiones en el evangelio, se nos habla de personas que se postraron ante el Señor. El verbo postrarse es la misma palabra que se usa para hablar de adoración. Esto nos ayuda a entender lo que verdaderamente es la adoración. Muchas personas piensan que si no hay personas tocando instrumentos o cantando, no se puede adorar a Dios. En los siguientes ejemplos vamos a ver que adorar a Cristo es cuando nos doblegamos ante él y lo reconocemos por lo que él es. 

Las personas que hicieron esto fueron: un leproso al pedir ser limpiado (Mt. 8:2), Jairo al pedir que resucitara a su hija (Mt. 9:18), la mujer Cananea al pedir sanidad para su hija (Mt. 15:25), el siervo al que se le perdonó una inmensa deuda (Mt. 18:26) y la madre de Juan y Jacobo (Mt. 20:20. 

Al pensar en todo lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz y cómo él nos ha sacado del pecado, nosotros también debemos hacer lo mismo que hicieron las personas ya mencionadas: humillarnos delante de él y rendirle toda nuestra adoración. 

Ahora queremos pensar en los discípulos adorando al Señor. Después de haber pasado por aquella difícil experiencia de estar en una barca en el Lago de Galilea durante una tempestad, el Señor calmó las aguas y los vientos, y también salvó a Pedro de ahogarse. Al entrar Cristo y Pedro a la barca, Mateo nos dice que: “los que estaban en la barca vinieron y le adoraron” (Mt. 14:33). De igual manera, nosotros podemos adorar a nuestro Señor ya que él es quien calma las tempestades en nuestras vidas. 

Antes de que ascendiera al cielo, el Señor fue adorado dos veces. Las mujeres que habían ido a la tumba vieron al Señor resucitado y ellas “abrazaron sus pies, y le adoraron” (Mt. 28:9). ¡Gracias a Dios que adoramos a un Cristo vivo! La última vez que Cristo fue adorado fue cuando se reunió con sus discípulos sobre el Monte de los Olivos para despedirse de ellos y darles sus últimas instrucciones. Mateo escribe que: “cuando le vieron, le adoraron” (Mt. 28:17). Adoremos a Cristo porque él es digno.

Foto por Alex Trajilovic en http://www.unsplash.com

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