Cristo en toda la Biblia

Santidad de las Ofrendas

David Alves Jr.

Jesus puts us on his shoulders - St Luke's Lutheran Church, Nambour

Levítico 22:1-33

En el capítulo anterior, notamos la santidad que Dios requería para los sacerdotes que servían en el tabernáculo. Aquí vamos a aprender acerca de la santidad que Dios quería ver en las ofrendas que eran entregadas a él en su santuario. Dios nos está enseñando que tanto el que ofrece y la ofrenda que es ofrecida, tienen que ser limpios. El Señor Jesucristo cumple con ambos. Ya vimos que como Sumo Sacerdote es perfectamente santo. En esta ocasión, veremos cómo también Cristo y la ofrenda de su vida también fue completamente pura.

Al ofrecer a Dios las distintas ofrendas, habían porciones que se le designaban a los sacerdotes y a los oferentes. En este pasaje, Dios instruye lo que limitaba a alguien para poder comer de ellas.

En los v.1-8 habían limitaciones por distintas formas de inmundicia (lepra, flujo, tocar cadaver).

En los v.9-13 las restricciones establecidas eran en relación a los extraños. Llama la atención en esta sección, que sí podía comer de las ofrendas la hija de algún sacerdote que se había casado con un extraño, pero después por haber enviudado o sufrido divorcio, y al no haber tenido hijos, regresaba a casa de su padre. ¡La misericordia de Dios! En Lc. 16 tenemos al hijo pródigo que regresa a casa y su padre lo recibe con los brazos abiertos. En Lv. 22 tenemos a la hija pródiga que también es recibida en casa, y aún más, tenía el privilegio de comer de las santas ofrendas consagradas a Dios. Todo esto nos hace maravillarnos de la misericordia de Dios con nosotros, que nos salvó a pesar de que nosotros también éramos como esos hijos pródigos.

En los v.17-24 Dios delinea muy claramente los estatutos para determinar cuales animales no cumplían con los requisitos para poder ser sacrificados por tener distintas imperfecciones físicas. Por ejemplo: ceguera, mutilación, sarna, cortadura, etc… Dios merecía, y sigue mereciendo, que se le ofrezca lo mejor. ¿Cuántas veces al llegar al partimiento del pan cada Domingo, le hemos traído al Señor una ofrenda con defectos? Ya sea por pecado no confesado en nuestras vidas o al traer algo que ofrecemos por rutina. Hermanos, la santidad de Dios y la grandeza de la obra de Cristo, exigen que le ofrezcamos lo mejor de nosotros.

Al pensar en la santidad de las ofrendas, nuestras mentes piensan en cómo la devoción y la entrega de Jesucristo es comparado en el Nuevo Testamento a las ofrendas del Antiguo Testamento. Su vida y muerte fueron como ofrenda a Dios en beneficio nuestro y siempre fue en perfecta santidad. No había ninguna deficiencia o imperfección en su ofrenda, ya sea a lo largo de su vida o cuando colgaba de un madero.

Notemos los distintos aspectos de la ofrenda de Cristo que nos señalan las Escrituras.

1. Una ofrenda fragante

”Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” Ef. 5:2

2. Una ofrenda completa

”Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” Heb. 10:10

3. Una ofrenda transformadora

”Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” Heb. 10:14

”Se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gál. 1:4)

”Se dio a sí mismo en rescate por todos” 1 Tim. 2:6

”Se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Tit. 2:14

4. Una ofrenda limpia

”¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Heb. 9:14

5. Una ofrenda amorosa

”Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” Ef. 5:25

Imagínate cuántas ofrendas cumplieron los requisitos de perfección prescritos por Dios en la ley y fueron entregados a Él por todos esos años por un pueblo numeroso. Miles de miles de animales. Pero sin duda alguna, ninguno de ellos se caracterizó por la pureza que vemos en nuestro Salvador. De igual manera, ninguno de ellos agradó tanto a Dios como la ofrenda de la vida del Hijo de su amor.

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