Vida Cristiana

Consérvate Puro: La Lascivia

David Alves Jr.

Vivimos en tiempos donde la promiscuidad y el desenfreno en todo tipo de actos inmorales es casi mejor visto que una vida de pureza y castidad. La realidad es que no era muy diferente para Timoteo viviendo en Éfeso. Siendo un hermano joven, Pablo le exhortó en relación a distintos temas, uno siendo la pureza. Concretamente le dijo: ”Consérvate puro”
(1 Tim. 5:22).

La Biblia nos presenta distintas listas de pecados que van completamente en contra de la santidad de Dios, pero que son muy típicos en nuestros días. Durante las próximas semanas estaremos considerando estos pecados bajo el encabezado ”Consérvate Puro” con el deseo de que Dios nos ayude a vivir en pureza.

¿Qué es lascivia?

Es un estado moral en el cual predomina el exceso, libertinaje, indecencia y el desenfreno. Es cuando en la vida de una persona hay la ausencia de auto-control lo cual resulta en cometer actos ilícitos sin ninguna limitación. Estas personas también carecen de cualquier preocupación por la opinión pública a pesar de vivir una vida entregada a la inmundicia.

Pablo nos da el sentido del término cuando escribe: ”se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Ef. 4:19). Pedro enfatiza lo abominable que es este pecado cuando afirmó: ”libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados” (2 Pe. 2:7). La palabra ”nefanda” en el griego es la misma palabra utilizada al referirse a la lascivia. Algo parecido ocurre en 2 Pe. 2:17 cuando se emplea la palabra ”disoluciones” para describir el pecado que estamos estudiando. Judas está hablando también de la lascivia cuando habla sobre el ”libertinaje” (Jud. 4).

¿Cuáles son algunos ejemplos de lascivia?

El apóstol Pedro al mencionar este pecado en su primera carta, lo incluye en una lista junto con otros pecados que quizás nos pueden servir como ejemplos de lo que es lascivia. Él escribió: ”Andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías” (1 Pe. 4:3). Nota cómo cada uno de esos pecados encajan en la descripción inicial que señalamos en cuanto a la lascivia. Son actos de inmoralidad que normalmente se manifiestan en lo abierto o público. Algo parecido encontramos en Rom. 13:13.

Por lo tanto, lascivia se puede relacionar con pensamientos que tenemos hacia lo indebido. El peligro de los pensamientos sucios es que no solo contaminamos nuestras mentes, sino que si no dejamos de pensarlos, podemos llegar a cometer ese mal que hemos meditado. La pornografía es un claro ejemplo esto. ¿Qué estás mirando en el celular, televisión o computadora cuando no hay nadie a tu lado? Es incomodo mencionarlo, pero quizás la masturbación es un problema mucho más común entre los cristianos de lo que nos imaginamos. Tampoco puedes mirar novelas, series o películas con escenas sexuales y pensar que no te va a afectar.

La fornicación es una clara muestra de lascivia. Muchos consideran muy normal tener relaciones sexuales fuera del matrimonio con una persona distinta cada fin de semana. Esto jamás debería ser el caso de un creyente en Cristo. Si eres soltero, guarda tu pureza; si eres casado, guarda también tu pureza. Las relaciones sexuales son un don muy especial que Dios otorga únicamente a dos personas unidas en matrimonio ante la ley. Tendríamos también que señalar el mal de acosar sexualmente o hablar vulgarmente de alguien del sexo opuesto.

La borrachera y la drogadicción también entrarían en la categoría del pecado de lascivia. Estas sustancias hacen que la persona pierda control de sí misma y lo inducen a cometer muchos otros pecados.

Aún la vestimenta pudiera entrar también relacionarse con lascivia. La vestimenta que deja poco para la imaginación de los demás debería ser evitada en el cristiano.

¿Cómo controlar este pecado?

El Señor hace claro que la lascivia es un problema del corazón (Mr. 7:22). La culpa no está en el mundo. El problema está en uno y por lo tanto tenemos que tomar medidas para erradicar este pecado de nuestras vidas.

Quiero sugerirte que hay por lo menos cuatro cosas que podemos hacer para no cometer el pecado de la lascivia:

1. Arrepentimiento
Pablo le dijo a los Corintios: ”quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido” (2 Co. 12:21).
Cada vez que cometamos lascivia, debemos confesárselo al Señor y confiar en él para no cometerlo más. Jamás te creas los engaños de la carne o de Satanás que te hacen pensar que hay ciertos pecados en tu vida que jamás podrás dominar. Cristo murió y resucitó para quitar todo dominio del pecado en tu vida.

2. Andar en el Espíritu
En Gálatas 5 Pablo nos presenta la batalla interna que tenemos los creyentes en cuanto a si andamos por la carne o en el Espíritu. En el v.19 la lascivia es mencionada como un ejemplo de las obras de la carne. El Señor no quiere que vivamos según esos actos que son repudiados por él. Dios anhela que caminemos de acuerdo a la guía del Espíritu Santo. Cada día tenemos la decisión de caminar de acuerdo a la carne o al Espíritu Santo. Pablo escribió: ”Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gál. 5:16).

3. Vestirse de las armas de luz
En Romanos 13 Pablo asemeja la vida cristiana a cuando nos vestimos. En el v.12 nos exhorta a que desechemos las obras de las tinieblas y que nos vistamos con las armas de la luz. También dice: ”Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Rom. 13:13). Mostremos entonces al Señor en nuestras vidas a este pobre mundo que tanto necesita de él.

4. Ejercer dominio propio

Dios nos enseña una y otra vez en su palabra que debemos vivir vidas disciplinadas. La lascivia es todo lo contrario a esto. Tenemos que aprender a vivir dominando los deseos de la carne con la ayuda del Espíritu Santo. Debemos quitarnos la idea que cualquier deseo perverso que tenemos, debemos satisfacerlo. Todo lo contrario. En 1 Pe. 1:6 se nos hace ver que el ”dominio propio” es algo que debemos añadir a nuestras vidas. Todos debemos ser dueños de nosotros mismos (Tit. 1:8).

Considera los siguientes versículos sobre el auto-control:

”Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.” (Pr. 3:25)

”No nos hado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Tim. 1:7)

”Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre.” (1 Co. 9:27)

”El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1 Co. 6:13)

Dios nos ayude a todos a conservarnos puros y no cometer lascivia.



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