David R. Alves
Si hay tan poca evidencia física de crucifixiones, ¿por qué cantamos tanto de la cruz?
Creyente, ¿te imaginas vivir sin cantar estos himnos?
- En el monte Calvario estaba una cruz
- Me hirió el pecado, fui a Jesús…En la cruz, en la cruz
- Mi Redentor murió en la cruz
- Levantado fue Jesús, en la vergonzosa cruz
- La cruz sangrienta al contemplar
¡Y hay muchísimos más!
Los romanos perfeccionaron el método de la crucifixión como la pena de muerte más cruel. Civilizaciones anteriores habían practicado la lapidación (apedreamiento) y el empalamiento (atravesando la víctima con una vara), pero estas muertes eran generalmente muy rápidas. Con la crucifixión se buscaba que la muerte del reo fuese vergonzosa y dolorosa, sí, pero también lenta y cruelmente desesperante: por asfixia.
Historiadores confiables de la antigüedad documentaron que entre los años 73 y 71, antes de Cristo, hubo una peligrosa rebelión de esclavos/gladiadores en contra de la República romana, hábilmente comandados por Espartaco, un hombre de origen tracio (griego). Después de varias victorias sorprendentes, la última batalla, en Apulia, al sur de la península itálica, fue un desastre. Espartaco y unos 80,000 de sus soldados murieron en combate. De entre los sobrevivientes que los romanos capturaron, a 6,000 los crucificaron, uno a cada cuatrocientos metros, a ambos lados de la famosa Vía Apia, entre Capua y Roma.
Flavio Josefo, el historiador judío, relata de una revuelta de los judíos en el año 7 de nuestra era que culminó con la crucifixión de ochocientas víctimas en un día.

Hace 52 años, en 1968 trabajadores en un barrio al norte de Jerusalén hacían una excavación y se toparon accidentalmente con un antiguo cementerio que data del primer siglo. Posteriormente, arqueólogos identificaron allí los restos de unas 17 personas, pero el más notorio fue el caso del hombre llamado “Yehohanan hijo de Hagakol”, de entre 20 y 30 años de edad, que al parecer murió crucificado. El talón del pie derecho está atravesado por un clavo de 11.5 centímetros, junto con pequeños restos de madera de olivo. Se cree que las piernas fueron clavadas de lado al madero, no frontalmente. Hasta ahora, esta es la evidencia física más concreta que se tiene de una víctima de crucifixión.
Otro descubrimiento se hizo al norte de Italia, cuando excavaban en el 2007 para un gasoducto cerca de Gavello. En una tumba aislada encontraron huesos, de unos dos mil años de antigüedad, que también presentaban traumas semejantes a los de un crucificado, particularmente un orificio en un talón.
En el Nuevo Testamento menciona unas sesenta veces la cruz y la crucifixión del Señor Jesucristo. (Harold H. Hoehner, cronista bíblico, sugiere que Cristo murió en el año 33 de nuestra era, durante el Imperio romano.)
- Cristo mismo lo predijo: “El Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado”, Mateo 26:2.
- El pueblo, reunido ante Pilato en Jerusalén, pidió vehementemente que Cristo muriera crucificado, Mateo 27:22-23.
- Pilato, el gobernador romano, sentenció a Cristo a la muerte por crucifixión, Lucas 23:24-25, teniendo la autoridad legal para hacerlo, Juan 19:10.
- Los Evangelios narran detalles de interés histórico del evento de la crucifixión. Mateo, Marcos y Juan seguramente fueron testigos oculares, mientras que Lucas se basó en fuentes fidedignas:
- Sucedió en las afueras de la ciudad de Jerusalén, Mateo 27:32; y Marcos 15:20, pero cerca de la ciudad, Juan 19:20, en un lugar llamado Gólgota hebreo), que significa: Lugar de la Calavera (latín), Mateo 27:33.
- El lugar estaba cerca de alguna vía por la que pasaban transeúntes, Mateo 27:39.
- Fue crucificado a la hora tercera, o sea, las 9:00 AM, Marcos 15:25.
- Otros dos fueron crucificados con Él, Lucas 23:33.
- Autoridades civiles y religiosas, vieron la crucifixión de Cristo: soldados, principales sacerdotes, escribas, fariseos, los ancianos, y un centurión (Mateo 27:36-41, 54). Parece que Pilato mismo hizo acto de presencia, Juan 19:19-22.
- Una multitud estaba presente viendo de cerca el espectáculo, Lucas 23:48.
- Cristo murió sobre la cruz, atestiguado por los soldados, el centurión y Pilato, empleados del imperio romano, Juan 19:33: Marcos 15:44-45.
- Fue un evento conocido por la mayoría de los habitantes en Jerusalén, Lucas 24:18. (Cálculos para la población de Jerusalén en ese tiempo fijan la población permanente en 50,000, aumentando a 125,000 cuando llegaban muchos de fuera para las fiestas religiosas).
- Apenas unas semanas después de la crucifixión, Pedro acusó a personas escuchando sus prédicas en Jerusalén de haber participado de alguna en lo sucedido, Hechos 2:23; 4:10. Nadie contradijo a Pedro.
- Treinta años después de la crucifixión, el apóstol Pablo, escribió desde una cárcel en Roma, la capital del Imperio, que Cristo fue “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, Filipenses 2:8. Autoridades romanas no censuraron lo que escribió.
- Finalmente, Juan, unos sesenta años después de los hechos, lo confirmó en Apocalipsis 11:8, así como en las referencias hechas al respecto en su evangelio.
Unos mil años antes de Cristo, David profetizó que las manos y los pies de Cristo serían horadados, Salmo 22:16. Cuando Cristo resucitó de entre los muertos, esa noche les mostró sus manos y sus pies a sus discípulos, Lucas 24:40. En el aposento alto, ocho días después de resucitar, Cristo invitó a Tomás a meter sus dedos en las heridas en sus manos, Juan 21:27.
Las escasas pruebas de crucifixiones por los romanos hace dos mil años se puede deber a que tales descubrimientos se dificultan porque los cuerpos eran bajados de las cruces y sepultados en fosas comunes. A diferencia de Cristo, a muchos reos les sujetaban los brazos al travesaño (patíbulo) de la cruz con sogas. Si tenían clavos, estos eran removidos por ser considerados como amuletos codiciados con propiedades curativas. Ha sido difícil identificar osamentas con perforaciones como casos de crucifixión, especialmente si las piernas o pies habían sido fracturadas para acelerar la muerte.
¿Ha intervenido Dios en esto? Es posible que sea un asunto similar al del cuerpo de Moisés, enterrado en un lugar desconocido, Deuteronomio 34:6; Judas 9. Al diablo le encantaría distraernos a todos con reliquias de los crucificados en cada esquina, en vez de mirar por fe al que ha muerto en la cruz, al Salvador.
Aunque haya poca (o mucha) evidencia física de casos de crucifixión, la infalibilidad de las Sagradas Escrituras es nuestra base más sólida para creer que, efectivamente, nuestro Señor murió crucificado. ¡Con razón cantamos tanto acerca de Cristo en la cruz!
No necesito encontrar más restos arqueológicos, mi anhelo ardiente es ver la evidencia más clara y contundente de uno que fue crucificado hace dos mil años: al Cordero como inmolado de pie en medio del trono en el cielo, Apocalipsis 5:6.
Mientras, seguiré cantando:
¡Le veré! Anhelo aquel momento.
¡Le veré! Postrado quedaré.
Por la cruz y todo aquel tormento,
Muchas gracias le daré.