Cristo en toda la Biblia

El Lugar del Cráneo

David Alves Jr.

Mateo y Marcos llaman el lugar Gólgota y nos aclaran que su significado es el lugar de la Calavera. Lucas únicamente nos dice que era un lugar llamado de la Calavera y es Juan el que nos dice que la palabra Gólgota es en Hebreo.

Al leer los evangelios, hay distintos detalles que se nos dan en cuanto a este lugar tan especial para los hijos de Dios.

Un lugar conocido

Tenía nombre, y por lo tanto, era un lugar conocido. Era un espacio identificado. Lo llamaban Gólgota o lugar de la Calavera. La palabra Calavera es cráneo. Por eso lo llamamos Calvario porque en latín la palabra calvo es cráneo. Por eso nos estaremos refiriendo a este lugar como el lugar del cráneo.

Es el lugar del cráneo por dos posibles razones. Pudiera ser por tantos cráneos que eran comúnmente encontrados en esa área por la gran cantidad de personas que eran crucificadas. Sus cuerpos no eran sepultados, sino que eran tirados sobre la tierra para descomponerse o echados en una fosa común. La otra razón por la que posiblemente era llamado el lugar del cráneo, era por su topografía. Hay un cerro cerca de Jerusalén donde se cree que fue crucificado el Señor que tiene huecos en su ladera que lo asemeja a un cráneo. La realidad es que no podemos estar seguros por qué se llamaba así, pero lo que sí sabemos es que al Cristo de Dios, le correspondió sufrir y morir en el lugar del cráneo.

Este lugar conocido nos indica cómo nuestro Salvador murió en un espacio tan identificado con la muerte. Murió en el lugar del cráneo donde muchos otros también murieron. Pero hay muchas cosas acerca de su muerte, que la hacen ser la muerte más singular de todas las demás. Todos los demás murieron por crímenes que ellos habían cometido; mientras que él murió por los pecados del mundo.

Un lugar fuera de la ciudad

El Gólgota se ubicaba afuera de la ciudad de Jerusalén. Se nos dice que al cargar su cruz, salió a este lugar para ser crucificado (Mt. 27:32; Jn. 19:17). Estaba cerca de la ciudad (Jn. 19:20) pero fuera de ella. El escritor a los Hebreos nos pide que salgamos a aquél que “padeció fuera de la puerta” (Heb. 13:12,13).

Su ubicación relaciona la muerte de Cristo con un un lugar de rechazo y menosprecio. No hubo lugar para él en el mesón al nacer; ni tampoco hubo lugar para él en Jerusalén para morir.

La pregunta para nosotros es, ¿estamos dispuestos a pagar el costo de sufrir rechazo por él?

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Imagen tomada de http://www.touristisrael.com

Un lugar cerca de un camino muy transitado

El Señor murió en el día de la Pascua. Mientras él era crucificado, la ciudad de Jerusalén estaba abarrotada de peregrinos que llegaban de todos lados para cumplir con esta fiesta solemne. Flavio Josefo, el historiador judío que nació poco después de la muerte de Cristo, calcula que unas dos millones de personas saturaban la santa ciudad en esas fechas.

No murió un día cualquiera, donde lo habrían visto unas cuantas personas, sino que fue visto por el pueblo y por una multitud (Lc. 23:35,48). No murió en un lugar escondido, sino en un lugar muy público. El lugar del cráneo estaba lo suficientemente cerca del camino por donde transitaban todos los que entraban y salían de la ciudad, que podían insultarle y leer el letrero de escarnio que pusieron sobre su cabeza coronada de espinas (Jn. 19:20).

Centenares o miles de personas le miraron sufriendo la muerte dada a los criminales, crucificado entre dos ladrones, como si perteneciera a una banda. Fue visto por varios desnudo, desfigurado y ensangrentado.

El hecho de que el Señor haya muerto en el lugar del cráneo, un espacio tan concurrido por tantos que pasaban por allí, acentúa la humillación que él sintió al ser el espectáculo de todas aquellas personas que pasaron por un camino cerca del madero (Lc. 23:48).

Un lugar expuesto

Al leer sobre la crucifixión en los Salmos y en el evangelio de Juan, y el intenso impacto que le causó al Señor en su cuerpo, pareciera que el lugar del cráneo estaba completamente descubierto. En otras palabras, parece ser que era un lugar donde el calor del sol se sentía en toda su intensidad. Pareciera que no habían árboles o algún tipo de edificación que escudaba a los crucificados de los rayos del sol. El Señor sintió ese calor por tres horas. A medio día, cuando hace más calor, él se encontró sobre un madero, sin nada que le refugiara del sol.

Él describe todo esto al decir: ”He sido derramado como aguas” (Sal. 22:14). Había entregado todas sus fuerzas al padecer esta terrible muerte. No estamos especulando que el Señor murió sufriendo una muy fuerte deshidratación porque él dijo: ”Como una vasija se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar” (Sal. 22:15). Y también: ”Mis huesos cual tizón están quemados”… ”Mis huesos se han pegado a mi carne” (Sal. 102:3,5). En medio de todo el calor que sentía su cuerpo, exclamó: ”Tengo sed” (Jn. 19:28).

Aquél que es nuestro ”abrigo para sombra contra el calor del día” (Isa. 4:6), murió levantado sobre una cruz, en un espacio desprovisto de cualquier refugio del sol.

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Imagen tomada de http://www.touristisrael.com

Un lugar cerca de un huerto

Juan nos describe la hermosa y conmovedora escena (Jn. 19:41,42). El Creador del universo y el dador de la vida, había muerto. José y Nicodemo bajaron su cuerpo del madero, lo envolvieron en especies y lo llevaron a un huerto cerca del lugar del cráneo donde le pusieron en un sepulcro nuevo.

José había cavado esa tumba en la ladera de un cerro cerca del Gólgota. Pensaba quizás sepultar allí a sus padres o que él sería sepultado allí por sus hijos. Pero al conocer a Cristo, en algún momento, decidió que ese sepulcro era para el Salvador del mundo.

El discípulo amado es el que nos dice que ”en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo”. Es precioso pensar que cerca del lugar del cráneo, tan íntimamente relacionado con la muerte, había un hermoso huerto con una tumba. Quizás José había sembrado árboles y su esposa tenía un jardín de flores en su huerto. Dios guió para que él recibiese esta sepultura. No iba a permitir que su cuerpo fuese dejado sobre la tierra del lugar del cráneo o que fuese echado en una fosa común. El Señor había sufrido suficiente humillación; ahora le tocaba ser sepultado de una forma digna en un lugar bello y placentero.

El hecho de que el Señor haya sido sepultado en un huerto, representa su resurrección. La vegetación habla de vida. La primavera acababa de iniciar durante estas fechas. La tierra había recobrado vida, las flores manifestaban sus maravillosos colores y los árboles habían reverdecido. El Señor había entregado su vida y por tres días estaría en ese sepulcro nuevo, pero al tercer día resucitaría para vencer la muerte, el pecado y a Satanás. Por medio de su muerte en el Gólgota, nosotros morimos al pecado; por medio de su resurrección en el huerto, nosotros nacimos de nuevo.

Al considerar este lugar del cráneo, lo único que podemos hacer es postrarnos ante Dios y adorarle por todo lo que se llevó a cabo allí.

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