David Alves Jr.
Números 24
Si Dios pudo permitir que hablara un asna, Dios también podía utilizar a Balaam, el profeta malvado, para revelar algo de la futura grandeza del Mesías. Tristemente, estas sublimes profecías no impactaron a Balaam. Nosotros al considerarlas, deberíamos permitir que sí nos afecten, al postrarnos en adoración al Señor.
En su cuarta parábola dicha a Balac, él anuncia: “Saldrá estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel, Y herirá las sienes de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set. Será tomada Edom, será también tomada Seir por sus enemigos, e Israel se portará varonilmente. De Jacob saldrá el dominador, Y destruirá lo que quedare de la ciudad. Y viendo a Amalec, tomó su parábola y dijo: Amalec, cabeza de naciones; mas al fin perecerá para siempre” (v.17-20).
Esta preciosa porción nos anticipa la gloriosa y esplendorosa venida del Mesías.
La estrella, primeramente la podemos analizar, en relación al nacimiento del Salvador del mundo. Quizás esta fue la profecía que guió a los astrólogos del este a la casa donde se encontraba el Rey de los judíos. Nos admiramos del gran poder del Creador de los astros en poder manipular ese esferoide luminoso para que se moviera y se ubicara encima del hogar de José y María.
¿Realmente era una estrella cualquiera? Algunos relacionan a la estrella como siendo Jupiter o Saturno; otros consideran que fue un cometa. Creo que podemos ir más allá al considerar esta estrella. Hay suficiente evidencia para relacionarla como siendo la manifestación de la gloria de Dios. La misma gloria que se le apareció a los pastores, se hizo manifiesta por encima de este hogar en Belén. La palabra “estrella” en Hebreo y Griego denota cualquier tipo de brillantez o resplandor.
Sobre un gran monte, Cristo se transfiguró y su rostro fue como el sol (Mt. 17:2). La gloria de Cristo que se le apareció a Saulo de Tarso camino a Damasco, “sobrepasaba el resplandor del sol” (Hch. 26:13). El hecho de que Cristo sea la “estrella resplandeciente de la mañana” (Ap. 22:26) es porque su gloria alumbrará este pobre mundo sumido en densas tinieblas.
Balaam profetizó: “Saldrá estrella de Jacob”. Junto con los gentiles que hicieron el largo viaje, vemos la gloria de Dios reposando sobre la casa, entramos en ella, y adoramos al Señor ofreciéndole oro, incienso y mirra.
Como ya notamos, la estrella también nos lleva a pensar en su segunda venida a este mundo. Él es la “estrella de la mañana” que es dada a los que sean vencedores (Ap. 2:28). Podemos anticipar el día cuando los cielos y la tierra se iluminen con su gloria al venir a establecer su reino.

Balaam también profetiza sobre el cetro que se levantará de Israel para herir a las naciones y cómo de allí también saldrá el dominador que causará gran destrucción. El cetro era la vara de oro que poseían los emperadores y los reyes. Era la insignia de su dignidad y poder. Si la estrella, nos habla de la gloria de Jesús; el cetro, representa su dominio. Su gloria irradiará este mundo y su dominio se extenderá por toda la tierra al ser proclamado el Rey de reyes y Señor de señores.
Lo mismo había profetizado Jacob al despedirse de sus hijos. “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Gn. 49:10). Se cumplió en parte por la familia real en la descendencia de David, pero tendrá su cumplimiento total en Cristo, el Hijo de David.
El cetro del Mesías se distingue del cetro de cualquier otro rey que jamás ha existido. Esos cetros representaron gobiernos que se distinguieron por avaricia, crueldad y egocentrismo. El preciso Salmo 45 nos presenta a Cristo como el Rey y se nos describe ahí su cetro. “Cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad” (v.5, 6). Balaam nos revela que viene el día cuando las naciones serán aniquiladas por el poder del Mesías y él así gobernará el mundo.
Ofrezcámosle acciones de gracias a Dios por la estrella y el cetro de su Hijo, y por las grandiosas verdades que nos representan.
