David Alves Jr.
Números 33:1-49
En la mayor parte de este pasaje, Dios recuenta cada una de las jornadas de Israel, al viajar de Egipto a Canaán. Desde Ramsés, de donde salieron, hasta los campos de Moab junto al Jordán. Por mandato de Dios, Moisés registró cada uno de los lugares en los que acamparon y hacia donde partieron. Debe llamarnos la atención que Dios le haya dedicado a su palabra esta sección larga y llena de nombres de lugares. Muchos de ellos no muy conocidos. Pero Dios le dio importancia a que se redactara esta larga lista. Con la excepción de algunos lugares, en su gran mayoría, Dios no dice qué sucedió en cada una de estas ubicaciones. Solo da la lista de nombres de todos los lugares por los cuales pasaron.
Pareciera que Dios quería que su pueblo pudiera regresar a esta porción de su palabra y se maravillara por todos los lugares por el que él los había guiado. Claro que él quería que siempre se admiraran de todos los milagros que él hizo en cada uno de estos lugares, pero en esta ocasión, parece ser que Dios quería que se acordaran de que él los había guiado por todo ese trayecto. ¿Lo merecían? ¡De ninguna manera! Pero ese era el Dios a quien servían- lleno de amor y misericordia.
Dios le dijo a Israel: “Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de desierto, Y en yermo de horrible soledad; Lo trajo alrededor, lo instruyó, Lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, Revolotea sobre sus pollos, Extiende sus alas, los toma, Los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió, Y con él no hubo dios extraño” (Dt. 32:9-12). A pesar de tanta maldad en ellos, Dios nunca abandonó a su pueblo.

Lo mismo nos ha prometido el Señor a los que actualmente le seguimos. En este mundo desértico, lleno de aflicciones y tentaciones, Cristo Jesús promete acompañarnos cada paso que damos en nuestro peregrinaje. Le dijo a sus apóstoles: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Él es el buen Pastor que promete estar con nosotros siempre, aún si vamos caminando por el valle de sombra de muerte (Sal. 23:4). El que fue herido por nosotros en el madero, jamás dejará nuestro lado. En las pruebas de la vida, que son como un horno de fuego, él está con nosotros como lo hizo con los amigos de Daniel. Cuando todos nos han dado la espalda, el Señor permanece a nuestro lado, como lo hizo con Pablo su siervo solitario (2 Tim. 4:17). Él fue desamparado por Dios, para ampararnos siempre. Jesús es la roca más alta que nosotros, de la cual habla el salmista, a la cual podemos subir para encontrar refugio ante las adversidades de la vida. A pesar de nuestras faltas, él promete nunca dejarnos.
Al iniciar otro año, si el Señor no viene y si Dios nos da vida, tenemos un trayecto por delante por el cual debemos aún peregrinar. No todos los Israelitas que salieron de Egipto llegaron a Canaán. Muchos de ellos, por haber desobedecido a Dios y por haberle despojado de su gloria. Para nosotros, Canaán representa nuestro máximo disfrute de todas las bendiciones espirituales que tenemos en Cristo Jesús en los lugares celestiales (Ef. 1:3). Lleguemos a Canaán. Disfrutemos todo lo que tenemos en el Hijo de Dios que se entregó por nosotros. Veamos siempre su mano guiándonos y guardándonos. No nos distraigamos con las cosas insignificantes que nos ofrece el mundo. No nos contaminemos con las cosas perversas que desea nuestra carne. El Señor va a nuestro lado; confiemos en él, sirvámosle a él y adorémosle a él.