David Alves Jr.
Jueces 11:1-12:7
El juez Jefté es un ejemplo de fe (Heb. 11:32). Hubieron también aspectos de su vida que se asemejan a nuestro Salador.
Despreciado
Jefté era de Galaad, o sea del otro lado del Jordán, y también era hijo de una mujer ramera. El hecho de que provenía de dicho lugar y de dicha unión matrimonial, le habrá costado a Jefté sufrir desprecio. La mamá que tenía le costó no heredar lo que le correspondía de la casa de su papá. El rechazo fue a tal grado que tuvo que salir huyendo de sus hermanos para morar en Tob.
En el caso de nuestro Señor, Él también fue de un lugar no bien visto. Según Natanael, nada bueno podía salir de Nazaret. Este lugar no es mencionado ni una sola vez en el Antiguo Testamento. Los de Judea se burlaban por la forma en la que hablaban los de Galilea. El entorno familiar de Jesús se agravó ante la sociedad cuando se supo que María había quedado embarazada antes de casarse con José. Lo más seguro es que Él sufrió burlas por causa de esto. Vemos también en nuestro Salvador el hecho de que sus propios hermanos no creyeron en Él. Los hijos de María y todo el pueblo Hebreo, le despreció y desechó.
Acompañantes
Al irse Jefté a aquél lugar, se reunieron con él hombres pobres, desocupados, vacíos y sin valor. Eso es lo que da a entender la palabra “ociosos” que aparece en el texto de la versión Reina Valera 1960. Con estos hombres, él ganaría la batalla contra los de Amón y con los de Efraín.
¿Qué tipo de personas se han juntado con Cristo? El Espíritu dice en Corintios que fuimos nosotros, los más viles y los más menospreciados. En Su gracia, el Señor quiso recibir a los publicanos y pecadores. En Su misericordia, nos eligió a nosotros a pesar de que éramos fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes, estafadores, y mucho más. Por medio de Su sangre nos limpió y por medio de Su Espíritu nos regeneró. Somos de Él y Él es nuestro. Mañana nos sentaremos a Su mesa, algo que jamás merecíamos, y le adoraremos al comer del pan y al beber de la copa. Nos permite también servirle y para Su gloria hacemos grandes proezas por Su gran poder.

Vindicado
Después de que su familia lo humilló, Jefté fue buscado por los ancianos de Galaad, de donde él era, para que él les comandara al pelear contra los de Amón. Jefté se quedó atónito por el hecho de que ellos le hayan pedido esto cuando le habían aborrecido en el pasado. Los de Galaad le aseguraron que se sujetarían a él y que tenían plena confianza en él para que se ganara la batalla. El que había sido despreciado, ahora había sido elegido como caudillo y jefe de ellos. Jefté de esta manera fue vindicado. Aquél que había sido tratado injustamente, ahora estaba siendo reconocido y respetado. Jefté, por el poder de Dios, también gozaría triunfos sobre los opresores y opositores de su pueblo.
Nuestro Señor que fue humillado al grado de sentirse como un gusano, un día será confesado como Señor por todos en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra. El que sufrió la peor muerte, se sentará sobre el trono más alto. El que fue desechado por muchos, será adorado por millones y millones de ángeles y de personas que Él redimió con Su sangre. De esta manera, el Hijo eterno de Dios será por siempre vindicado. Una de las cosas que permitirá que Él goce de todo esto, será que Él vencerá a todo ejército.
Devoto
Este juez le prometió a Dios, que si ellos le ganaban a los amonitas, él le ofrendaría al Señor la primera persona en recibirle al regresar a casa. Resultó ser que la primera persona que vio fue a la única hija que tenía. Esto le causó gran tristeza a Jefté, pero tuvo que cumplir su voto a Jehová. No significó que la tuvo que matar como piensan algunos, sino que Jefté la entregó a Dios para no poder casarse y quedarse virgen de por vida. Este acto mostró la devoción que Jefté le tenía a Dios. Hizo lo que tuvo que hacer para cumplir su palabra.
La devoción de Jesucristo a Su Padre no puede compararse con la de ninguna otra persona. Nuestra devoción es muy pobre, muy débil y muy inestable. La devoción de nuestro precioso Señor a Su Dios fue sumamente valiosa, sumamente intensa y sumamente leal. Cumplió Su Palabra y Su voluntad sin importar lo que le costaría. Entregó todo Su Ser a Dios en cada momento de Su vida aquí y se consagró enteramente a Él al dar Su vida por la humanidad.
Adoremos a nuestro Dios y Salvador.
Gracias.
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