Anuncio del Nacimiento de Sansón

David Alves hijo

Jueces 13:1-7

El próximo juez en Israel sería Sansón. Es el juez del que más se nos dice acerca de su vida. Por ejemplo, el Espíritu Santo aún nos detalla acerca de la comunicación divina que recibieron sus padres en cuanto a su concepción, su nacimiento y el llamado singular para su vida. En esto se asemeja mucho al anuncio del nacimiento de Cristo Jesús.

En el caso del nacimiento de Sansón, el ángel de Jehová le dio el anuncio a su madre; y en el caso de Jesús, el ángel Gabriel le dio el anuncio a su madre María. La esposa de Manoa recibió la visita del ángel de Jehová al estar sola Veremos la próxima semana que podemos ver a nuestro glorioso Salvador en la identidad de ese ángel. María recibió la visita del ángel Gabriel al estar sola. En los dos avisos vemos la importancia de los nacimientos, dado que seres descendieron del cielo al dar los anuncios. Obviamente el anuncio del nacimiento del Señor Jesús fue infinitamente más importante que el de Sansón.

Dios le hizo saber a ambas madres que el nacimiento de estos dos hijos serían a través de su poder milagroso. La mujer de Manoa quedaría embarazada a pesar de haber sido estéril y de no haber podido tener hijos. El milagro en María sería distinto pero aún así sería por el infinito poder del Omnipotente. Ella estaba comprometida a contraer matrimonio con José. Era una mujer virgen y piadosa. Aún sin contraer relaciones conyugales con José, el Espíritu Santo vendría sobre ella y le cubriría con su sombra para que concibiese al Señor.

En lo dicho a la madre de Sansón, se le hizo saber que él cumpliría el voto del nazareato. Se le instruyó: “El niño será nazareo para Dios desde el seno materno”. La esposa de Manoa no iba a poder beber vino ni licor y no podría comer ninguna cosa inmunda. Al nacer Sansón, no debían cortarle el cabello y no debía beber ni comer lo que se prohibía en el voto del nazareno (Nm. 6:1-8). Este voto era para los que anhelaban dedicarse a Dios, apartarse a él y vivir santificadamente.

Sansón cumpliendo con este voto, nos hace meditar en el Señor apartándose devotamente a su Dios. Se entregó a él desde la eternidad; desde su niñez (Lc. 1:80; 2:40, 49, 52); durante toda su vida sobre la tierra; y por toda la eternidad también lo hará. Notaremos que tristemente Sansón no cumplió siempre este voto. En ocasiones se separó a Dios, pero en otros casos le falló terriblemente. El Hijo de Dios era el único que con toda toda sinceridad podía decir en cuanto a la voluntad de su Padre, “Yo hago siempre lo que le agrada” (Jn. 8:29). No hubo un solo acto cometido por él en desobediencia. No hubo un solo momento en el que no se encontró completamente entregado al Dios del cielo.

Por último, notemos la razón dada a ambas mujeres en cuanto al propósito de Dios para las vidas de Sansón y Cristo. A la madre de Sansón se le dijo: “Él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos”. Antes de que naciera, Sansón estaba destinado para salvar a Israel del dominio opresor de los filisteos. En el caso de Jesús, hubieron muchas más cosas que se le notificaron a María sobre la grandeza de la Persona y de la obra de su hijo. Su nombre sería Jesús, que significa: “Dios salvará a su pueblo de sus pecados. Sería grande y sería llamado Hijo del Altísimo. Recibiría el trono de David. Al pensar en su nombre Jesús, nos maravillamos de que él había sido elegido por Dios en la eternidad de ser El Salvador de Israel, pero también de todo el mundo. Sería el Salvador, no de una nación dominante, sino del pecado. En esto también Jesús excede por mucho a Sansón.

Al meditar en la superioridad de Cristo por encima de Sansón, en relación a los anuncios de los nacimientos de los dos, hacemos como María y adoramos a Dios por su Hijo que él nos dio. Junto con María decimos: “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.” Y también: “Grandes cosas me ha hecho me ha hecho el Poderoso; y santo en su nombre”.