Cristo en toda la Biblia

Jugaron con Jesús

David Alves padre

Notas sobre Mateo 27:27-31

v. 27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía;

El gobernador era Pilato, prefecto romano de Judea durante los años 26 a 36 d.C. Tenía su residencia en Cesarea, pero estaba de visita en Jerusalén por lo de la fiesta de los judíos (la Pascua).

Estos soldados del gobernador parecen haber sido un refuerzo adicional que acompañó a Pilato a Jerusalén. En la Fortaleza de Antonia, a un costado del Templo, se concentraba de manera permanente una compañía del ejército romano (600 soldados).

“El pretorio en Jerusalén era un palacio magnífico que Herodes el Grande había construido para sí mismo, y que los procuradores romanos parecían haber ocupado cada vez que venían de Cesarea a Jerusalén para asuntos públicos” (Strong).

Es inimaginable el estado físico del Señor cuando lo trajeron de nuevo al pretorio. La noche anterior había estado con sus discípulos en el aposento alto, luego experimentó tres horas de agonía intensa en el Getsemaní, de donde fue llevado atado para comparecer durante la madrugada ante Anás, y luego Caifás. En ambos juicios fue abofeteado, escupido y golpeado por los judíos. Cuando amaneció fue llevado ante todo el concilio, y después con Pilato, quien lo remitió a Herodes Antipas, quien de nueva cuenta lo regresó a Pilato. A las nueve de la mañana sería clavado a la cruz.

Pero antes de ser entregado para ser crucificado, Pilato azotó al Señor. “La flagelación romana utilizaba un instrumento de tortura llamado flagelo (en griego), un látigo de cuero que tenía correas atadas con piezas afiladas de hierro o hueso. Aunque las palizas en la sinagoga judía se limitaban a treinta y nueve latigazos, no se impuso límite alguno a los azotes romanos. Los escritores antiguos describieron víctimas destripadas o con los huesos al descubierto por el flagelo” (M. E. Dever).

“Sobre mis espaldas araron los aradores; hicieron largos surcos” (Sal. 129:3). “De tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres” (Is. 52:14).

Fue entonces que los soldados jugaron con Cristo. ¡Más de seiscientos soldados alrededor de Él! Estos hombres viles saciaban su sádica sed al divertirse con los reos antes de ejecutarlos. En esta ocasión tenían en medio, sin saberlo, al Señor de la gloria. La acusación en su contra sería el tema de la burla: era Rey.

v. 28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata,

Desnudez era particularmente vergonzoso para un judío. ¡Cuánto más para el santo, inocente puro, justo Jesús! Marcos y Juan describen el manto de color púrpura. “Probablemente era un manto de soldado ya desechado y desteñido de tinte escarlata que representaba la púrpura real” (Hendriksen). Se burlaban del que era el Rey de los Judíos. ¡Cómo ha de haber dolido tener que llevar este manto encima de carnes abiertas por la flagelación que acababa de ocurrir!

v. 29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas,

Esta corona era la guirnalda que ponían sobre el triunfador. Claro, esta corona era en son de burla. Las espinas aparecieron después de la entrada del pecado en el mundo (Gé. 3:18), y son símbolo de la maldición del pecado. Siempre tienen una connotación negativa en la Biblia.

“Los botánicos han señalado que pocos países de las dimensiones de Palestina tienen tantas variedades de plantas espinosas” (Hendriksen).

“Tal vez la corona estaba hecha de ramitas flexibles de la acacia siria, que tenía espinas tan largas como un dedo” (Braune). La acacia era considerada sagrada por los judíos por ser la madera que se usó para los muebles del Tabernáculo. Es de notar que tres muebles, el arca, la mesa y el altar de incienso, llevaban molduras, o coronas, de oro. ¡No de acacia! Esto representa lo que será en gloria. Cristo llevará muchas diademas (Ap. 19:12).

y una caña en su mano derecha;

Solamente Mateo menciona la caña en su mano derecha. Una caña de bambú, dicen eruditos, es lo que usaban los romanos para golpear a los reos

Pero un día el Mesías llevará la “vara de hierro” (Sal. 2:9; Ap. 19:15), el cetro de justicia (Sal. 45:6; Heb. 1:8), y regirá a las naciones.

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e hincando la rodilla delante de él,

De nuevo, solamente Mateo menciona que se hincaban delante de Cristo. Uno tras otro, tras otro, tras otro. Quizás los seiscientos soldados lo hicieron.

Muchos de ellos se volverán a hincar ante Él, el Juez (Fil. 2:10). Ya no en un pretorio, pero ante el Gran Trono Blanco.

le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!

Los soldados estaban acostumbrados a exclamar con suma reverencia a su emperador: “¡Salve, César!”. Pero aquí es parte de una parodia abominable.

v. 30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.

En la casa de Caifás le escupieron los judíos (Mt. 26:67), ahora le escupen los gentiles. Cristo había profetizado que le iban a escupir (Mr. 10:34).
Como Job, Cristo podía decir: “Ahora yo soy objeto de su burla, y les sirvo de refrán. Me abominan, se alejan de mí, y aun de mi rostro no detuvieron su saliva” (Job 30:9-10).

Ser escupido era una vergüenza que duraba días (Nú. 12:14). Escupirle a un hombre en Israel era porque no quería redimir (Dt. 25.9). Cristo podía y quería ser el Redentor. ¡No merecía ser escupido!

Cristo había escupido para bendecir a sus criaturas (Mr. 7:23; 8:33; Jn. 9:6). Ahora, sin temeridad alguna las criaturas le escupieron a su Creador.

Le quitaron el cetro, y usaron la caña para golpearle en la cabeza, hundiendo esas largas espinas en su sien. Alguaciles y soldados ya le habían causado heridas contusivas con su golpes y bofetadas, Pilato añadió las heridas lacerantes con su látigo, ahora el Varón de dolores sufre heridas penetrantes en su cabeza.

v. 31 Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos,

“Escarnio: Burla tenaz que se hace con el propósito de afrentar” (DRAE).

Sus vestidos, las únicas pertenencias que le quedaban en este mundo, estaban por ser repartidos y rifados entre algunos de estos soldados en el Gólgota.

y le llevaron para crucificarle.

El Señor Jesucristo sirvió de juguete para los soldados romanos, así como Sansón lo había sido para los filisteos (Jue. 16:25).

Así, la diversión concluyó en el pretorio. Lo que seguía sería en serio, mucho más terrible.

Indescriptible.

1 comentario en “Jugaron con Jesús”

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