Vida Cristiana

Los Amigos

David Alves padre

Por haber creído el mensaje del evangelio somos creyentes (1 Co. 1:21), cristianos (1 Pe. 4:16), discípulos (Hch. 11:26), hijos de Dios (1 Jn. 3:1), hermanos (1 Jn. 3.14), herederos (Ro. 8:17), escogidos de Dios, santos, amados (Col. 3:12), fieles (Ef. 1:1), ¡y más!

También deberíamos ser amigos.

“Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular”, escribió Juan a Gayo (3 Jn. 15).

Juan había descrito la espiritualidad de Gayo, un hermano que lidiaba con una situación muy complicada en su iglesia local. Se respiraba un aire muy enrarecido por los intentos despiadados que tenía Diótrefes de ser el primero. Era un verdugo con los hermanos y ¡enemigo de Juan!

Pero, haciéndole contrapeso a la arrogancia de Diótrefes, Juan enfatiza la hermosura de la amistad cristiana. La distancia no era barrera para que Gayo tuviese amigos en el fe que estaban con Juan, y el apóstol, asimismo, sabía que con Gayo habían amigos de él también. Al saludarlos “a cada uno en particular”, Juan pedía que fuese, literalmente, a cada uno por su nombre. Amigos se recuerdan mutuamente, se saludan con afecto y por nombre.

“Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos” (Hch. 27:3).

Pablo tenía unos dos años encarcelado en Cesarea. Apeló al Cesar. Acaba de emprender su largo viaje a Roma. El centurión encargado lo trató bien. En el segundo día del viaje se le permitió al apóstol visitar a creyentes que era amigos suyos en Sidón. Las incomodidades en estas embarcaciones han de haber sido muchas. “Se le permitió visitar a sus amigos y aprovechar su generoso cuidado” (Versión Weymouth, del inglés). Pablo “se refrescó”, dice la Vulgata. Sí, amigos atienden, sirven, cuidan a uno, refrescan. Estos amigos de Pablo practicaban la hospitalidad (Ro. 12:13), y lo hacían con esmero.

“Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios” (1 Sam. 23:16).

Aunque Jonatán era príncipe, y treinta años mayor, amó a David, joven humilde y pastoril, como a si mismo y lo demostró (1 Sam. 18:1-4). Le dijo en una ocasión: “Lo que deseare tu alma, haré por ti” (1 Sam. 20:4). “Jehová esté entre tú y yo”, dijo Jonatán, cuando se juraron fidelidad mutua.

La última vez que se vieron en vida, según sepamos, Jonatán buscó solícitamente a David en el desierto al sureste de Judá cuando estaba siendo perseguido a muerte por Saúl. Jonatán “fortaleció su mano en Dios”. Dicen otras traducciones: “Le metió valor a su corazón”, “le animó a que siguiera confiando en Dios”.

La verdadera amistad es sacrificial, es duradera, y a prueba de fuego. Amigos animan a uno. El resto de sus días David recordaría este último encuentro que tuvieron. Fue una amistad pura, dulce, ejemplar (2 Sam. 1:26).

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Pr. 17:17).

Creyente, no busques amigos en el mundo (Stg. 4:4), búscalos entre el pueblo del Señor. ¿No hay? Sé la clase de amigo que vale la pena tener. El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; amigo hay más unido que un hermano” (Pr. 18:24).

Que sean amigos como los de Juan, de Gayo, de Pablo, de David. Los recordarás por la bendición espiritual que te fueron.

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2 comentarios en “Los Amigos”

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