David Alves Jr.
Jueces 15
Dios usa a personas ordinarias para hacer cosas extraordinarias a través de objetos ordinarios. En este capítulo de Jueces, el Señor permitió que Sansón derrotara a sus enemigos de dos maneras inesperadas.
En primer lugar, Sansón cazó trescientas zorras y las amarró por parejas de sus colas con teas. Estas son astillas de madera que se empapaban con resina y se prendían con fuego. Soltó las zorras en los sembrados de los filisteos y así quemó toda la cosecha de ellos.
Al enterarse los de Filistea quién había hecho tal atrocidad, ellos se vengaron de Sansón al matar a su esposa y a su suegro al quemarles. Cuando Sansón se enteró, él aseguró que los mataría para vengarse, lo cual hizo.
En segundo lugar, Sansón derrotó a los filisteos usando una quijada de asno y mató a mil hombres. Nadie hubiese esperado que Sansón derrotase a los enemigos de estas dos maneras; usando zorras y una quijada.
Lo mismo encontramos en cuanto a nuestro Salvador. Él sí era el Dios Todopoderoso, pero en su muerte, él cedió a su infinita fortaleza. Permitió que los hombres le castigaran cruelmente y se dispuso a que su Dios le hiriera severamente al cargarle con nuestras maldades.
De acuerdo a Dios, su Hijo “fue crucificado en debilidad” (2 Co. 13:4). ¿Quién iba a pensar que la salvación de Dios, que sería ofrecida a todos, sería a través de él muriendo sobre el tronco de un árbol? El hombre jamás lo hubiese imaginado. Según Isaías, el hombre pensó que Jesús colgó allí para pagar su propio pecado.
¡Cuán equivocados estaban! Aunque Pablo escribió que Cristo “fue crucificado en debilidad”, realmente él estaba conquistando a los enemigos más poderosos que son el diablo, la carne, el mundo, el pecado, la muerte y el infierno. Murió en aparente debilidad, cuando realmente realizaba la obra más poderosa que jamás se ha llevado a cabo.
Terminamos al considerar otras dos semejanzas entre Sansón y Jesucristo. Al estar escondido Sansón en una cueva, varios hombres de Judá llegaron a donde estaba, para arrestarle y entregarle a los filisteos. Realmente él fue traicionado por estos hombres. Esto nos hace pensar en la terrible traición que sufrió el Señor a manos de uno de sus discípulos antes de que él fuese sentenciado a la muerte de la cruz.
La otra cosa que los vincula es la sed que tuvo Sansón después de aniquilar a los de Filistea. En su sed, él clamó a Jehová; y Dios le proveyó agua de una forma milagrosa. En el caso de nuestro Señor, él también clamó tener sed; pero en el caso de él, no hubo milagro del cielo para calmar su desesperación. Sediento, ensangrentado y abandonado, sufrió por nuestras iniquidades.
Toda la alabanza sea solo para él.
Gracia Más Gracia 
Gracias.
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