David Alves Jr.
Jueces 17
La corrupción moral en Israel durante los tiempos de los jueces es asombroso. Micaía le robó mil cien siclos de plata a su propia madre. Esto era una enorme fortuna que había hurtado, porque el pasaje nos hace saber que diez siclos era el salario de un año para algunas personas.
Cuando le confesó lo que había hecho, la madre en vez de reprocharle por cometido tal aberración, lo bendijo y ya no quería que se le devolviera el dinero, sino que quiso mandar a hacer un ídolo. Micaía tenía una casa de dioses en la cual practicaba todo un sistema de adoración. Había un efod, terafines y había consagrado a uno de sus hijos para cumplir con el rol de sacerdote.
Después Micaías se encontró con un joven de Belén que era levita. Micaías le ofreció un salario si él servía como sacerdote en su casa de dioses. En vez de que sirviera a Yahweh en su tabernáculo, este hombre decidió servir como sacerdote en una casa de dioses falsos bajo la autoridad de un hombre perverso.
En ocaciones vemos a Cristo en toda la Biblia al buscar semejanzas entre una persona y nuestro Salvador. En este caso no cabe duda que no podremos hacer eso, sino que tendremos que ver a Jesús en este pasaje al contrastarlo con el sacerdote corrupto del que leemos aquí. Por lo tanto, meditemos en Cristo Jesús nuestro gran sumo sacerdote.
La grandeza de Jesús puede ser vista, en primer lugar, en que él no solo es sacerdote sino que es sumo sacerdote. Esto conlleva la idea que él es el sacerdote superior a todos los demás sacerdotes. El varón contratado por Micaías solo era sacerdote, nuestro Señor es sumo sacerdote. A lo largo de la historia de Israel, hubieron unos setenta y ocho varones que tuvieron esta responsabilidad. Ninguno de ellos puede ser comparado con aquél que es el más grande de todos; él es el gran sumo sacerdote (Heb. 4:14).
Su superioridad como sacerdote también puede ser vista en que no solamente es sumo sacerdote, sino que él cumple con tres responsabilidades muy importantes a la misma vez. En Israel, alguien era sumo sacerdote, otra persona era el rey y otro individuo era profeta. No así en el caso de Mesías. Él a la misma vez es sumo sacerdote, rey y profeta. El levita de Belén era un insignificante sacerdote en una casa desconocida de dioses falsos. Nuestro Redentor brilla infinitamente más que todos los hombres por quién es y por lo que hace.

El sacerdocio patético de este hombre en Efraín, y aún el servicio de hombres piadosos que sirvieron como sumo sacerdote en Israel; por más llamativo que pudiera haber sido en algunos casos, su oficio no dejó de ser ejercido aquí sobre la tierra. La exaltación de Jesucristo puede también ser vista en el hecho de que su glorioso sacerdocio es ejercido en el alto cielo, en la presencia de Dios, en el templo de templos. Leemos en Hebreos 9:11,
”Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación”. Su sacerdocio nos beneficia grandemente estando en esta tierra, pero su sacerdocio proviene de una dimensión mucho más superior, una que es celestial. En Hebreos 3 leemos acerca de cómo es que el sacerdocio del Hijo de Dios es muchísimo mayor que el sacerdocio de Moisés. Su sacerdocio es tan importante que él está sentado a la mano derecha “del trono de la Majestad en los cielos” (Heb. 8:1). Él como sumo sacerdote ha sido hecho más sublime que los cielos (Heb. 7:26). Estamos pensando en el Altísimo que realiza su sacerdocio en el alto cielo.
El escritor a los creyentes judíos presenta al Salvador como siendo un sumo sacerdote misericordioso y fiel en cuanto a lo concerniente a su Padre (Heb. 2:17). En el caso del sacerdote de Micaías, ¿qué había de misericordioso o de fidelidad en él? Nada. Deshonró su oficio y afrentó al Dios de su pueblo. Nuestro Señor no se podría haber dejado pervertir por la codicia y la ambición, como sí sucedió con el sacerdote del que leemos aquí. Nuestro sumo sacerdote jamás le falla a su Padre y jamás nos fallará a nosotros. Él se compadece fielmente de nosotros en nuestras necesidades (Heb. 4:15). No cabe duda que algo que también motivó al siervo de Micaías fue su ego, su orgullo. La soberbia lo había cegado completamente para cometer esta atrocidad. Nuestro sumo sacerdote es hermosamente humilde. Nadie tan glorioso como él; nadie tan humilde como él. En Hebreos leemos acerca de él no glorificándose a sí mismo; sino que fue su Dios quien lo eligió para cumplir con ese gran oficio (Heb. 5:5). Sobresale la pureza de nuestro sumo sacerdote. Él es “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores” (Heb. 7:26). ¡Él es sin igual!
Por último, algo que también marca una enorme diferencia entre nuestro sumo sacerdote y todos los demás sacerdotes; es lo que él hizo a favor de nuestros pecados. Los sacerdotes ofrecían los sacrificios de otros. Los sacerdotes ofrecían sacrificios por sus propios pecados. Sacerdotes como el de Micaías, ofrecían sacrificios inútiles a dioses muertos. En el caso de nuestro sumo sacerdote, él mismo fue nuestro sacrificio y él mismo entró por nosotros al lugar santísimo con su propia sangre. En Hebreos leemos en dos ocasiones acerca de él derramando su propia sangre (9:12; 13:12). Pensemos en la angustia y en el dolor que esto le causó. El gran sumo sacerdote se hizo sacrificio para limpiarnos de todas nuestras impurezas. Estás son maravillas que no logramos captar en nuestras mentes, pero que sí nos llevan a adorarle.
Ciertamente no hay sumo sacerdote como nuestro Señor. El levita que sirvió a Micaías no solo refleja la perversión de Israel, pero por contraste, acentúa lo maravilloso y lo grandioso que es nuestro sumo sacerdote. Alabémosle de todo corazón.
Recibe contenido bíblico para tu edificación. Sigue nuestro canal de WhatsApp:
https://whatsapp.com/channel/0029Va4byrd2f3EFIOGEQx1A
Hola muy buenos días bendiciones apreciado hnos como hago para poder. Recibir estas enseñanzas vía wtsap? De ante mano muchas gracias saludos
Me gustaMe gusta
Hola hermana. Por favor envíe un mensaje a +529381606202
Me gustaMe gusta