Himnología

“Mi Fe Espera en Ti”

David R. Alves

Charles Ray Palmer tenía apenas 22 años cuando escribió este himno en inglés. De una vez, quiero preguntarte, joven, ¿qué de tu vida? ¿Estás aprovechando el tiempo para Dios o malgastándolo en el mundo? Ray Palmer nació en 1808, y era oriundo del estado de Rhode Island, en la costa noreste de los Estados Unidos. Que, dicho sea de paso, es el estado más pequeño de la Unión Americana. Palmer llegó a ser un reconocido líder de las, así llamadas,Iglesias Congregacionales en los Estados Unidos, y cuando murió a los 79 años se le recordócomo un maestro sabio, un cristiano devoto pero sencillo, y amado por todos los que le conocían. Escribió también otros himnos, incluso, traduciendo algunos del latín. “Mi Fe Espera en Ti” se ha considerado uno de los mejores himnos escritos en la historia de la himnodia estadounidense.

Una noche en el invierno de 1830, sintiendo algo de desánimo y soledad, atravesando problemas de salud y en necesidad económica, Palmer había estado leyendo, en el silencio de su habitaciónde la casa en donde estaba hospedado, un poema en alemán que describía a un hombre arrodillado haciendo una súplica ante la cruz de Cristo, y se conmovió al pensar en las riquezas de la gracia y del amor de Cristo para con él. “Las palabras que escribí”, diría Palmer años después, “nacieron de mi propia alma con muy poco esfuerzo. Recuerdo que escribí los versos con tierna emoción. No se me ocurrió la más mínima idea de escribir para que otro lo leyera, y menos aun de escribir un himno que le daría la vuelta al mundo”. Como acostumbraba, copió lo que había escrito en su pequeña libreta de apuntes que siempre llevaba consigo.

En cuanto a la traducción de este himno al español, lamentablemente sólo he podido conseguir que las iniciales del nombre son “B. S.”

La primer estrofa del himno dice así:

Mi fe espera en Ti,
Cordero, quien por mí
fuiste a la cruz;
escucha mi oración,
dame tu bendición,
llene mi corazón tu santa luz.

El himno comienza expresando la plena certeza que disfruta la persona que ha confiado en Cristo, el Cordero de Dios inmolado en la cruz, como su Salvador personal. Muchos en el mundo oran, y a veces lo hacen con mucha fe, dicen ellos, en momentos de necesidad extrema, pero no saben si sus oraciones son oídas. Acerca el acceso a Dios que creyentes tienen en todo momento por medio del Señor Jesucristo, el apóstol Pablo escribió: “En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Efe. 3:12). Quizás recuerde la historia de la reina Ester. Ella entró con una petición al rey Asuero, pero no estaba segura si tendría acceso; de no tenerlo, moriría (Ester 5). No así con el pueblo de Dios. Dice la carta a los Hebreos: “Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo [o sea, a la presencia de Dios] por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió… acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe” (10:19-22).


Boceto de Charles Ray Palmer cuando escribió este himno, hecho por Paul Julien Maylan en 1904.
Tomado del libro “Famous Hymns of the World”, Allan Sutherland, 1905.

Dos años después de escribir estos versos, mientras Palmer caminaba por una transitada calle en Boston, Massachussets, se topó con el musicólogo cristiano, el Dr. Lowell Mason. Hemos hecho referencia a él en otras ocasiones y ¡tendremos que hacerlo de nuevo! Es que él compuso más de mil seiscientas melodías. Llegó a ser conocido como el padre de la musica sagrada en los Estados Unidos. Le debemos los arreglos musicales para himnos como “Yo Quiero obedecerte” (Bautismo), “Cerca de Ti, Señor” (El himno del Titanic, así conocido). El Dr. Mason estaba ayudando con la publicación una nueva colección de himnos y le preguntó al jóven Palmer si no sabía de algún himno nuevo que sería bueno incluir. Con cierta reservación, Palmer le mostró su poesía, hasta entonces desconocida. Mason copió las palabras, y le compuso una melodía, que le puso por nombre “Olivet”. Es de notar, que resultaría ser una de las mejores melodías que compuso Mason. Dos días después se volvieron a ver y Mason le dijo: “Sr. Palmer, posiblemnte vivirá muchos años y hará muchas cosas buenas, pero creo que la posteridad le conocerá mejor por ser el autor del himno “Mi fe espera en Ti”. ¡Esa profecía de sumplió al pie de la letra!

Fíjese cómo en las siguientes dos estrofas se enfatiza la necesidad que tiene todo creyente de ser guardado y guiado por Dios. Hay una figura literaria que usa la Biblia llamada el zoomorfismo, en el que se atribuyen a personas aspectos de animales, y uno de sus usos es para describir a Dios como si tuviese alas: Bajo sus alas, como en el Salmo 91:4, Dios nos guarda; sobre sus alas, como en Éxodo 19:4, la idea es que Dios nos guía. 

Dice la segunda estrofa:

Tu gracia en mi alma pon,
guarde mi corazón
Tu sumo amor.
Tu sangre carmesí,
diste en la cruz por mí,
que viva para Ti con fiel ardor.

Note que el móvil primordial del cristiano es devoción a Cristo como respuesta a lo que hizo Cristo en la cruz. Sólo el que ha entendido de manera personal la obra del Calvario tendrá este tipo de anhelo.

Por último, el himno concluye así:

A ruda lid iré,
y pruebas hallaré,
mi guía sé.
Líbrame de ansiedad,
guárdame en santidad,
y por la eternidad te alabaré.

Tarde o temprano, todo creyente pasa por tiempos de adversidad. La vida cristiana no es fácil. A esto se refiere la “ruda lid”, o combate violento. El apóstol Pablo exhortó a Timoteo: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo… Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Tim. 2:3, 12). Pase lo que pase, el creyente debe, y puede, vivir libre de ansiedad. Isaías dijo: “Tú [Dios] guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Y añadió: “Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:3-4).

Este himno era el favorito de un hombre cristiano, muy amigo mío, de nombre Francisco López, a quien, por cariño, le decíamos “don Panchito”. Nos reuníamos en una iglesia local en Puerto Vallarta, Jalisco, México, y por más de dos décadas, casi semanalmente, nos pedía cantar “Mi Fe Espera en Ti, Cordero Quien por Mí Fuiste a la Cruz”. Tuve el privilegio de predicarle el evangelio una noche y saliendo de la reunión me dijo que acababa de aceptar a Cristo como su Salvador. Su camino hasta la salvación había sido impresionante. A seis días de haber nacido en el vecino estado de Michoacán, en 1933, ya era huérfano de padre y madre. Fue hecho monaguillo. Nunca fue a la escuela. Imperaba el fanatismo católico y la superstición. A los 8 años vio por primera vez una avioneta en el cielo. Misioneros cristianos desconocidos dejaron caer sobre la región miles de folletos evangélicos. El cura mandó a quemar la literatura en la plaza, pero Panchito había escondió varios ejemplares y pidió, una y otra vez, que alguien se los leyera. Las verdaderas allí escritas quedaron grabadas en su corazón. Al pasar de los años llegó a Puerto Vallarta y en una plaza recibió folletos muy parecidos que le recordaron a su infancia, cincuenta años atrás. Asisitió a donde estábamos predicando el evangelio. Nunca había oído la lectura de la Biblia ni el mensaje del evangelio. Este himno, “Mi Fe Espera en Ti”, obviamente hizo eco en lo más profundo de su alma como beneficiario agradecido de la obra que el Cordero de Dios por él.

La Guerra Civil en los Estados Unidos se libró entre los años 1861 y 1865. Fue uno de los conflictos bélicos más sangrientos de aquel país. Se cuenta que la noche antes de la Batalla de Fredericksburg, en Diciembre 1862, unos siete soldados jóvenes cristianos se reunieron para orar en su tienda de campaña. Pensaron en cómo dejar a sus familiares algún recuerdo memorable por si no sobrevivían la batalla. Decidieron escribir a mano este himno “Mi fe espera en ti” en una hoja y lo firmaron todos. Casi veinte mil soldados en total murieron el día siguiente, incluyendo a varios de ellos. Qué aliento fue para los familiares saber de la confianza que tenían estos soldados de cara a la eternidad.

Los señores Ray Palmer, Francisco López, esos soldados de la Guerra Civil, junto con millones más ya están alabando a Cristo. El que escribe anticipa con gozo unirse también a ese coro celestial. ¿Qué de usted? ¿Nos veremos en gloria, alrededor del trono en el que estará el Cordero, Cristo Jesús? Tal seguridad sólo la disfruta la persona que de todo corazón puede decir: “Mi fe espera en ti, Cordero quien por mí, fuiste a la cruz”. Confíe en Cristo ahora mismo y será salvo por la eternidad.

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