El Hijo con la Ternura de un Padre

David Alves hijo

No temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas.
Rut 3:11

La ternura domina la narrativa del libro de Rut. Una historia que contiene componentes de tragedia, también presenta sentimientos de afecto entrañable entre distintas personas. Esto se puede ver en parte cuando leemos de individuos sin relación consanguínea hablándose como si fueran familia. Noemí llamó a Rut su hija (2:2, 8, 22); Rut llamó a Noemí su hija (3:1, 16, 18); y Booz llamó a Rut su hija (2:8; 3:10, 11).

En cada una de estas citas podemos palpar que estas personas hablaron de esta manera por el cariño que sintieron por otros. En esta ocasión nos enfocaremos en Booz hablándole a Rut como si fuese su hija. Hemos considerado ya a Booz como figura de nuestro Señor Jesús. Al pensar en la delicadeza que percibimos en la forma en la que Booz le hablaba a la moabita, nos lleva a meditar en la ternura de nuestro Booz celestial, Cristo Jesús, y el cuidado afectuoso que Él muestra por Su amada iglesia. Tracemos “la mansedumbre y ternura de Cristo” (2 Co. 10:1) en el libro de Rut para que adoremos al que por amor sufrió por nosotros la muerte de la cruz.

Fueron tres veces que Booz llamó a Rut su hija. La llamó de esa manera al pedirle que se quedara en su campo por la misericordia que tuvo de ella al querer ayudarle en su gran necesidad (2:8). Las otras dos veces que la llamó así fue cuando Rut se colocó a a sus pies y le pidió que la redimiese. La llamó hija al alabarle por la virtud que ella había manifestado al no haber buscado casarse con alguien más joven que Booz (3:10). También la llamó hija al pedirle que no temiera porque él haría conforme al deseo de su corazón (3:11). Rut había sufrido mucho en Moab, pero al llegar a Belén su alma fue grandemente consolada a través de la cariñosa atención que Booz le dio. Esto nos conduce a contemplar la ternura de Cristo Jesús.

El tierno Salvador le mostró a las personas el afecto más profundo. Su afecto excede por mucho cualquier cuidado que Booz le pudo haber manifestado a Rut. El manso Cordero de Dios también le habló a las personas llamándoles como si fuesen Sus hijos. Al paralítico que tanto había padecido, le dijo amorosamente: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt. 9:2). A la mujer que había amargamente sufrido doce años con flujo de sangre, le dijo pacientemente: “Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (Mr. 5:34). La noche antes de ir al madero del Gólgota, Jesús se reunió con Sus discípulos y los llamó hijitos. Calmó Sus temores al decirles: “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco” (Jn. 13:33). Después de haber resucitado, el Señor se le apareció a Sus apóstoles quienes se encontraban tristes y confundidos. En Juan 21 leemos acerca de Jesús apareciéndoseles en una playa, les llamó hijitos, les indicó dónde pescar y les preparó comida. ¡Cuánta ternura! ¡Cuánta delicadeza! ¡Cuánto afecto! ¡Él es el Hijo con la ternura de un padre!

Es posible que por esta razón uno de los títulos que el Espíritu le dio al Señor en Isaías 9:6 es “Padre eterno”. Este título pudiera enfatizar el hecho de que Jesús y Su Padre uno solo son (Jn. 10:30). Es obvio que también subraya la existencia sin principio y sin fin de Su gloriosa Persona. Pero este título también pudiera recalcar la delicadeza que el Hijo de Dios mostró por aquellos que le vieron y por todos aquellos que hemos creído en Él. No tuvo posteridad, pero Él dulcemente ha tratado a muchos como si fuesen hijos Suyos.

Adoramos al Cristo tierno. Con ternura sin igual fue a la cruz por nosotros. Con ternura infinita sufrió la ira de Dios por nosotros. Con ternura incomparable nos lavó de todos nuestros pecados. Con ternura singular nos hizo nuevas criaturas al darnos Su Espíritu. Con ternura indescriptible nos acompaña todos los días de nuestra vida. Con ternura sin par nos promete un hogar donde le veremos, le serviremos y le exaltaremos por siglos mil. Honra y gloria sea al Hijo con la ternura de un padre.

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Imagen por Roman Kraft

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