David Alves Jr.
Imagen: Penélope Alves
A veces aceptamos padecer nuestros pesares pero no estaríamos dispuestos a hablar de ellos como si fuesen nuestros de manera muy personal. Quizás es una forma de distanciarnos de la difícil realidad por la que estamos pasando. Con el Señor fue todo lo contrario. Las humillaciones, carencias y padecimientos que soportó, las hizo todas suyas.
La Palabra de Dios nos presenta la colección de muchas cosas que el Señor hizo suyas. En esta ocasión estaremos considerando solamente tres de ellas.
Su estrella
Los sabios fueron guiados por la estrella en su búsqueda del Mesías, y al llegar a Jerusalén, le dijeron a Herodes: “su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mt. 2:2). La estrella les siguió guiando hasta llegar a una aldea pequeña llamada Belén y se detuvo sobre la casa de José y María donde estaba Jesucristo. Aquellos hombres se alegraron y entraron a la casa para postrarse ante el Hijo de Dios y para presentarle regalos de gran valor. Sin duda, habrán notado la pobreza de aquella familia. Buscaban al Rey de los Judíos pero quizás no se esperaban encontrarlo en esas condiciones. Increíble pensar que aquél bebé que nació en medio de tanto rechazo y pobreza, fue quien había creado le estrella que guió a los magos a donde él estaba.
Su tierra
“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos” (Mr. 6:1). Su tierra era Nazaret. Vivió allí por casi 30 años. No era un lugar del cual uno quería ser. Abundaba el pecado y los de allí eran considerados inferiores a los de Judea. La pregunta de Natanael sobre Nazaret lo resume bien. Cuando él se enteró que el Cristo era de Nazaret, él preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46). Cuando el Señor regresó a Nazaret después de comenzar su servicio público, en vez de creer en él, únicamente tuvieron palabras de menosprecio para con él, y por su incredulidad, Cristo no hizo milagros allí. Aún así Cristo hizo Nazaret “su tierra”.
Su cruz
Juan escribió: “Y él cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera” (Jn. 19:17). ¡Qué amor el de Cristo, que por nosotros hizo la cruz suya! La cruz que le trajo tanto dolor y tanta vergüenza, se apropió de ella como si fuese suya para sufrir por nuestros pecados.
Su estrella, su tierra y su cruz. ¡Cuántas cosas hizo suyas por nosotros que le causaron tantas aflicciones!