David Alves Jr.
Imagen: Penélope Alves
“En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste.” Salmos 22:3
David escribió el precioso Salmo 22 unos mil años antes del nacimiento del Señor. Profetizó lo que Cristo decía y pensaba sobre el madero. Al preguntar sobre el por qué del abandono de su Dios, piensa sobre cómo el pueblo de Israel fue librado continuamente a través de su gran poder. Quizás recordó cómo fueron rescatados de Egipto o de cómo la mano de Dios les llevó a conquistar la tierra prometida, a pesar de la presencia de varios pueblos contra los cuales tuvieron que pelear. Pidieron agua y comida al peregrinar por el desierto, y se les proveyó. Disfrutaron de la sombra de la nube que les guiaba de día y el calor de la columna de fuego por las noches. Y de otras muchas maneras en las que Jehová les libró. Un pueblo desconocido, pequeño e ingrato, fue librado por Dios. El Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, clamó a su Padre hasta que se cansó de clamar (Sal. 69:3) y no fue librado. Aquél que podía haber llamado legiones de ángeles para que lo salvaran, prefirió morir solo y abandonado.