David Alves Jr.
Éx. 28:40-43
Hace tiempo habíamos visto al Señor en las vestiduras del sumo sacerdote en los v.1-39. En estos últimos cuatro versículos del capítulo, se nos dice cómo debían de vestirse los hijos de Aarón al ministrar en el tabernáculo. Vestían con una túnica, un cinturón, una mitra o turbante y con calzoncillos.
Túnica
Tanto el sumo sacerdote como los sacerdotes tenían que usar una túnica. La del sumo sacerdote era de lino fino (v.39) y por lo tanto suponemos que también lo era la de los sacerdotes. La ropa de lino era hecha de fibras de una planta llamada flax y era puesta al sol para que emblanqueciera. El color blanco de la túnica nos habla de la pureza de nuestro Señor. Únicamente él podía preguntar: “¿Quién de ustedes me prueba que tengo pecado?” (Jn. 8:46) y que nadie pudiese señalar alguna falta en él.

Cinturón
El cinturón era para ajustar la túnica para permitirle al sacerdote tener más agilidad en su servicio. El cinto en el sacerdote nos hace pensar en Jesucristo como el siervo. No podemos sino pensar en el Señor la noche antes de ir a la cruz, y como en el aposento alto, él se ciñó con una toalla usándola como cinto y le lavó los pies sucios a cada uno de sus discípulos (Jn. 13:4). Jamás comprenderemos la profundidad de las palabras que encontramos en dos de los evangelios: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28; Mr. 10:45).
Mitra
Todos aquellos que servían en el tabernáculo lo hacían con sus cabezas cubiertas con un turbante. Moisés escribe que eran “para gloria y hermosura” (Éx. 28:40). Lo único que llamaba la atención del atuendo de los sacerdotes era la mitra. Quizás aquí podemos ver la hermosura de los pensamientos de nuestro Señor Jesucristo. Fue el ejemplo perfecto de lo que es amar a Dios con toda nuestra mente (Mt. 22:37). Nosotros pecamos a través de la concupiscencia o pensamientos impuros; el Señor Jesucristo jamás pensó algo indebido, él “no conoció pecado” (2 Co. 5:21).
El turbante también nos indica la reverencia que mostraban los sacerdotes al cubrir sus cabezas al estar en la presencia de Dios. Lo mismo hacían los querubines en el propiciatorio con sus alas. Nadie ha mostrado tanta reverencia a la presencia de Dios como el Señor. Solo él podía decir: “el celo por tu casa me ha consumido” (Sal. 69:9). Nadie más se atrevió a sacar a los ladrones del templo como lo hizo él y de decirles que la casa de oración, la habían hecho cueva de ladrones (Mt. 21:13). Aún a los 12 años de edad, él mostró ese deseo al quedarse en el templo, aún cuando su familia se había regresado a casa. Para él eran más importante los “negocios de su Padre” (Lc. 2:49).
Calzoncillos
Terminamos con los calzoncillos que iban por debajo de la túnica. Eran hechos también de lino como lo era la túnica. La túnica nos representa la perfección de Cristo que era visible o externa; los calzoncillos nos indican algo acerca de la pureza invisible o interna de nuestro Amado. Nosotros podemos hipócritamente mostrar una pureza exterior, cuando en el interior no es el caso. Dios lamenta cuando realmente no somos lo que todos ven en nosotros. Esto no podía pasar con el Señor. Él era exactamente igual de puro por fuera que por dentro. La gente se daba cuenta de eso y por eso decían que “enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mt. 7:29).