Cristo en toda la Biblia

Consagración de los Sacerdotes (Parte 2)

David Alves Jr.

Continuamos buscando a Cristo en Éx. 29 en la ceremonia de la presentación de los sacerdotes al comenzar a utilizarse el tabernáculo.

La semana pasada nos quedamos donde Aarón y sus hijos fueron ungidos con aceite. Después de eso los sacerdotes fueron vestidos. Habíamos notado que el sumo sacerdote ya había sido vestido antes de la unción.

Expiación por el pecado

Ahora sigue la ofrenda por el pecado. Un becerro fue llevado a la puerta del tabernáculo para hacer expiación por los pecados de los sacerdotes para que pudieran servir a Dios en santidad. El Señor Jesús no necesitó de ofrendas por el pecado porque no había ni una sola inmundicia en él (Heb. 7:26, 27).

Lo que sí podemos hacer es relacionar a Cristo con la ofrenda por el pecado. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del becerro. Como si fuera, ellos simbólicamente transferían sus pecados sobre el becerro que iba a morir en su lugar. En el caso de Jesucristo no fue algo representativo. Él sí fue cargado con la inmensa carga de nuestros pecados (1 Pe. 2:24). El becerro después fue degollado. Esto nos hace pensar en los dolores intensos en la crucifixión de Cristo.

Acceso a Dios a través de la sangre

La sangre del becerro entonces fue untada sobre los cuernos del altar y era derramada al pie del altar. La sangre era la base sobre la cual los sacerdotes podían tener acceso a servir en la presencia de Dios. Leemos en Heb. 9:12 en cuánto a Cristo: “No por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.”

La grosura quemada

La grasa del becerro fue quemada sobre el altar de bronce para el disfrute de Dios. Estaba prohibido al pueblo de Israel que comieran la grosura de los animales que eran sacrificados (Lv. 3:17; 7:23). La grasa siempre era ofrecida a Dios porque era lo más valioso del animal. La grosura nos hace pensar en lo que Dios disfruta de su Hijo que nadie más puede ver.

Congregados en tu nombre,
invisible, estás aquí.
Eres Dios y también hombre;
¡oh, Señor!, no hay otro así.
A tu Padre le diremos
de las glorias de tu ser,
aunque poco comprendemos
de lo que él sí puede ver.

Lo quemado fuera del campamento

Por ser ofrenda por el pecado; la carne, la piel y el estiércol del becerro fue quemado fuera del campamento y no sobre el altar en el tabernáculo como en el caso del holocausto. Así también el Señor fue clavado sobre una cruz que fue erigida fuera de la puerta de la ciudad de Jerusalén (Heb. 13:12). Allá afuera en ese lugar de abandono y rechazo sintió la ira de Dios que cayó sobre él por nuestros pecados.

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