David Alves Jr.

El cuerpo lo pide
Es comúnmente señalado que el alcoholismo es una enfermedad o un padecimiento físico y mental. La Biblia enseña que es una obra de la carne (Gál. 5:19-21). La persona que es alcohólica necesita creer en Jesucristo para así ser regenerado (Jn. 3:3; Tit. 3:5) y poder dejar ese estilo de vida. Si la persona ya ha creído en el Señor y vuelve a embriagarse, necesita ponerse bajo el control completo del Espíritu Santo y así poder dominar ese pecado. Pablo escribe: ”No se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del Espíritu” (Ef. 5:18). De manera que el alcoholismo no es una enfermedad sino un deseo pecaminoso.
Una no es ninguna y dos como si fuera una
La Biblia no prohibe beber alcohol, prohibe emborracharse. Habiendo dicho eso, lo más recomendable sería no ingerir alcohol por los siguientes tres motivos:
1. Debemos evitar toda apariencia de maldad (1 Tes. 5:22). ¿Qué mensaje le damos a un incrédulo cuando nos ven con una cerveza en la mano? Nadie nos va a ver y pensará que estamos ejercitando piedad al beber alcohol. Difícilmente alguien querrá oírme hablar de la salvación al estar tomando.
2. Un acto mío pudiera destruir a un hermano espiritualmente, especialmente si batalló con el alcoholismo en su vida antes de Cristo. La palabra de Dios nos pide que evitemos hacer cosas por el bien de los más débiles (Rom. 14:21).
3. Beber socialmente me llevará a beber más y más, lo cual me llevará a caer en el alcoholismo. ”Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna” (1 Co. 6:12).
Falsa felicidad
Beber alcohol siempre es presentado como el epítome de la felicidad. La Biblia dice todo lo contrario del alcoholismo. Salomón lo describe perfectamente en Pr. 23:29-35
“¿De quién son los ayes? ¿De quién las tristezas?
¿De quién las luchas? ¿De quién las quejas?
¿De quién las heridas sin causa?
¿De quién los ojos enrojecidos?
De los que se demoran mucho con el vino,
De que los que van en busca de vinos mezclados.
No mires al vino cuando rojea,
Cuando resplandece en la copa;
Entra suavemente,
Pero al final muerde como serpiente,
Y pica como víbora.
Tus ojos verán cosas extrañas,
Y tu corazón proferirá perversidades.
Y serás como el que se acuesta en medio del mar,
O como el que se acuesta en lo alto de un mástil.
Y dirás: ”Me hirieron, pero no me dolió;
Me golpearon, pero no lo sentí.
Cuando despierte,
Volveré a buscar más.”
El gozo del cristiano no debería de depender de una bebida. Nuestro gozo depende únicamente en el Señor. Evitemos el alcohol para prevenir todo tipo de problemas, crisis y tragedias en nuestras familias.
Dime con quien andas, y te diré quien eres
Muchas veces el problema principal con el alcohólico son sus supuestas amistades. Digo supuestas, porque las verdaderas amistades nos inducen al bien y no al mal. Salomón aconseja otra vez y dice: ”No estés con los bebedores de vino” (Pr. 23:20). Escribió también: ”El que anda con sabios será sabio, pero el compañero de los necios sufrirá daño” (Pr. 13:20). Quizás es tiempo que consigas nuevas amistades.
Supuestas justificaciones
Algunos se excusan y dicen beber porque Jesucristo convirtió agua en vino y porque era muy común beber vino en ese tiempo. No confundamos las cosas. El vino de ese tiempo es muy diferente al de hoy al no tener el mismo porcentaje de alcohol. También tenemos que tener en mente que no había el acceso a agua purificada como la tenemos hoy.
Alguien también pudiera justificarse al usar lo que le dijo Pablo a Timoteo: ”Usa un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Tim. 5:23). Hoy tenemos farmacias y medicamentos que no habían en esos tiempos.