David Alves Jr.

El antiguo testamento nos presenta distintos tipos o figuras de Jesucristo a través de personas, como Isaac; animales, como el cordero pascual; objetos, como el arca de Noé; y días que observaba Israel, como el día de la expiación. En este estudio estaremos viendo el día de reposo y cómo también ese es una sombra de nuestro Salvador.
Dios reposó
Al finalizar la creación del universo, Dios reposó de toda obra en el día séptimo (Gn. 2:2) y santificó o apartó ese día de los otros días en la semana (Gn. 2:3). Él pudo finalizar la hermosa y vasta obra de la creación, y al descansar, pudo disfrutar intensamente cada detalle de lo que había formado.
Unos 4,000 años después Dios observó otra obra. Si la obra de la creación fue inmensa, esta otra obra fue aún más enorme y más impresionante. La obra que ahora observada era la de la salvación que su hijo había culminado después de llevar todos nuestros pecados y al resucitar de entre los muertos. Que Dios pusiera millones de estrellas que colgaran en el firmamento era increíble; pero que el Hijo de Dios hiciera la gran obra de la salvación, es infinitamente más impresionante.
Israel reposó
Sobre las tablas que Dios le dio a Moisés, el cuarto mandamiento era: ”Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éx. 20:8). Dios le ordenó a su pueblo que no podía trabajar, sino tenía que reposar el séptimo día, tal y como él lo hizo al terminar de crear el universo.
El Señor Jesucristo y sus discípulos guardaban el día de reposo. Pero un día Sábado al tener hambre arrancaron espigas en un campo para comerlas pero fueron duramente criticados por los fariseos. Ellos insistieron que no era lícito que hicieran eso. La ley no lo prohibía pero ellos habían formulado toda una serie de reglas y ritos en cuanto a muchas cosas pero sin el fundamento de la palabra de Dios. El Señor Jesús les hizo ver que él es el ”Señor del día de reposo” (Mt. 12:8). Vemos aquí la grandeza de Cristo en relación al día de reposo. Era él quien podía decidir que era o no era lícito hacer a lo largo de ese día.
Después vieron que en la sinagoga había un hombre con una mano seca. Le preguntaron para ponerlo a prueba si era lícito sanarle el día de reposo. Jesucristo con mucha sabiduría contestó con una pregunta: ”¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?” Aquí vemos la ternura y la misericordia de Cristo en el día de reposo. ¡Claro que no había ningún problema en rescatar una oveja o sanar a un enfermo el día de reposo!
El Señor Jesucristo fue crucificado un día viernes a las 9:00 am. Para los judíos el día de reposo comenzaba el viernes a las 6:00 pm. Para ellos eso daba inicio al día sábado. Por eso los judíos le pidieron a Pilato que mandara quebrarle los huesos a Jesucristo para que muriese y así ellos pudiesen guardan el reposo. ¡Cuanta hipocresía había en sus corazones! Sabemos que sus piernas no fueron quebradas porque el Señor ya había muerto para que se cumpliera la profecía: ”El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado” (Sal. 34:20).
Fue después del día de reposo que nuestro Amado resucitó de entre los muertos. Al pasar el día de reposo, las mujeres llegaron a la tumba con especies pero encontraron que la tumba estaba vacía (Mt. 28:1). La muerte y la resurrección traían el final de la ley de Moisés para dar lugar al nuevo pacto en el cual nosotros estamos viviendo. Hay muchos que no han comprendido que el día de reposo no debe guardarse en nuestros tiempos porque era una señal entre el pacto que Dios hizo con su pueblo Israel (Éx. 31:13, 17). Nosotros no pertenecemos a Israel y ya no estamos bajo la ley de Moisés (Rom. 6:14; Gá. 4:5; Ef. 5:18). Cristo por medio de su sangre hizo un nuevo pacto y eso lo recordamos al tomar de la copa en el partimiento del pan.
Cristo es nuestro reposo
¿Cada cuando guardamos reposo nosotros? ¿Un día a la semana? ¿El día sábado? ¡No! Nosotros disfrutamos el reposo todos los días del año, todos los minutos de cada hora y cada segundo de cada hora. Alguien pregunta: ¿pero yo pensé que el día de reposo había quedado atrás? Es correcto. Pero nuestro reposo no es para un solo día, como con Israel; sino que nuestro reposo es en Cristo y podemos disfrutarlo todos los días de nuestra vida. En Hebreos 4 el escritor habla del reposo que tenemos los que hemos creído en el Señor. Gracias a Dios que por medio del tormento que Cristo experimentó en la cruz, él es nuestro gran reposo.