David Alves Jr.
Levítico 9

Pareciera que el orden de eventos para que la gloria de Dios habitara en el tabernáculo fue de la siguiente manera:
1. El tabernáculo fue levantado (Éx. 40).
2. Los sacerdotes fueron vestidos y consagrados (Éx. 29; Lv. 8).
3. Por siete días los sacerdotes se mantuvieron en el tabernáculo ofreciendo sacrificios.
4. Al octavo día, después de que ofrecieron sacrificios, por ellos y por el pueblo, la gloria de Dios descendió (Lv. 9; Éx. 40).
Mediador de un nuevo pacto
Antes de que Dios se manifestara en su santuario en aquél día, se tuvieron que ofrecer distintos sacrificios. Unos en beneficio de los sacerdotes, y otros, a favor de la nación.
Dios le pidió a Aarón que se acercara al altar y que ofreciera por él y por el pueblo. De esta manera, se haría reconciliación.
Nos hace pensar en nuestro Señor como mediador entre nosotros y Dios (1 Tim. 2:5; Heb. 8:6; 9:15; 12:24). También podemos meditar en aquél que murió para reconciliarnos con Dios (Rom. 5:11; 2 Co. 5:19).
Aarón tuvo que ofrecer por su pecado; Cristo no tenía nada qué hacer por su pecado porque no tenía. En lo que sí se parecen Aarón y el Señor es que ambos ofrecieron por el bienestar de otros. Aarón lo hizo por una nación; Cristo por todo el mundo. Aarón lo hizo al sacrificar animales; Cristo lo hizo al sacrificarse a sí mismo.
Levantando sus manos, los bendijo
Al terminar de manejar las ofrendas y sacrificios, Aarón alzó sus manos y bendijo al pueblo. Después de los sacrificios, vino la bendición.
Lo mismo hizo el Señor a sus seguidores, antes de ascender a la presencia de su Padre después de haber resucitado. Primero se sacrificó y después dio su bendición. ”Los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo” (Lc. 24:50).
Tenemos la segura esperanza que así como se fue, un día regresará. Estos días de pandemia mundial, nos hacen aún más anhelar su venida.
Los sufrimientos y las glorias
Al haberse llevado a cabo el ofrecimiento de los sacrificios, fue entonces cuando la gloria de Dios llenó el tabernáculo de reunión.
Los animales siendo sacrificados, nos hablan de los sufrimientos de Cristo, siendo sacrificado en la cruz. La gloria de Jehová descendiendo, representa la gloria presente que el Señor Jesús goza en el cielo. El orden concuerda con lo que escribió Pedro: ”los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pe. 1:11). Esto nos anima porque el mismo orden aplica a nosotros. Pablo nos anima: ”Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Tim. 2:12). Después de las pruebas vienen las coronas y recompensas. Algo similar fue en el caso del Señor. ”Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:2).
La complacencia de Dios
Al hacerse presente la gloria de Dios, fuego del cielo consumió lo que estaba sobre el altar de bronze. Al ver esto, el pueblo se humilló delante de Dios y le alabó. El fuego era muestra de que Dios estaba complacido con los sacrificios. Quizás a través del fuego, fue cómo Dios mostró que estaba agradado con la ofrenda de Abel, mas no con la de Caín su hermano.
El fuego cayendo sobre el altar, nos indica algo del agrado que Dios encontró en la muerte de su Hijo. Cuando estuvo sobre la cruz, no lo mostró; es más, lo abandonó. Pero su complacencia en lo que había padecido Jesucristo la manifestó cuando lo resucitó de entre los muertos (Hch. 13:30)
Mañana será un día del Señor muy atípico. Muchos no partirán el pan para hacer memoria del Señor por tomar precauciones por el COVID-19. Aún así, al estar en casa, podemos llenar nuestros corazones de gratitud por el Cristo que fue sacrificado y resucitado por nosotros.