
“Ésta te herirá en la cabeza…” (Gén. 3:15).
Si la herida de la serpiente en el talón profetiza los sufrimientos del Señor; la herida en la cabeza de la serpiente, anuncia la victoria del Señor sobre Satanás al haber resucitado de entre los muertos.
Cristo consumó una obra inmensa cuando sufrió, murió y resucitó. Conquistó el pecado, el mundo, la muerte; pero también derrotó al Diablo, aún con todo el poder que tenía.
“Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Col. 2:15).
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo…” (Heb. 2:14).
La serpiente ha sido herida en su cabeza, pero pronto recibirá su golpe mortal por el Señor mismo antes de venga a reinar (Rom. 16:20; Ap. 12:9; 20:10).
Dice la alabanza:
¡Triunfo, Triunfo! Cantemos la gloria
del Rey poderoso, por cuya victoria
quedó abolido el poder de la muerte.
El fuerte vencido por uno más fuerte:
Jesús vencedor, y vencido Satán.
No hay otro como Él que merezca que mañana hagamos memoria de todo lo que sufrió.