David Alves Jr.

María no es la única mujer en los evangelios con ese nombre. Hay por los menos seis mujeres con ese nombre. Pareciera que todas vivieron de una manera muy contraria a lo que significa su nombre. María significa: ”amargura”. Proviene del nombre ”Mara” que se auto-nombró Noemí al regresar de Moab a Belén con las manos vacías y habiendo sepultado a su esposo y sus dos hijos. Ella dijo: ”No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.” (Rut 1:20)
Las mujeres que llevan el nombre de María en los evangelios, siguieron y sirvieron al Señor con una dulzura muy única. Haríamos bien en considerar las vidas de cada una de ellas, pero en esta ocasión, contemplaremos a María de Betania. Vamos a considerar las tres veces que leemos de María sentada a las pies de Jesucristo. Por eso el título de este sencillo escrito: ”En esta Cuarentena, Siéntate como María”.
Antes de hablar de ella, pensemos por unos momentos en su pueblo. María era de Betania que significa: ”casa de higos”, ”casa de sufrimiento” y ”casa de pobreza”. Era un pueblo que se ubicaba sobre el Monte de los Olivos y estaba a unos escasos 3 km de Jerusalén. Su cercanía a Jerusalén y la hospitalidad de Lázaro, María y Marta, hacía que fuera un lugar donde el Señor desearía pasar mucho tiempo allí. Dios quiera que su Hijo tenga la misma bienvenida en la casa de cada uno de nosotros así como lo recibían en casa de María. ¿Habría algo que le incomodaría al Señor si él viniera a nuestros hogares durante esta cuarentena? No había nada de eso en la casa que estamos observando. Todo era de disfrute para el Señor y para la familia que lo recibía. Lo que sí encontramos en esta casa en aquella pequeña aldea es una mujer constantemente sentada a los pies de Jesucristo.
En cada una de las ocaciones en las que María se sentó a los pies del Señor, notaremos que el Señor se revela en tres maneras distintas y hace tres cosas muy llamativas.
Cristo como Profeta, se revela a María
En Lucas 10, leemos del Señor llegando a casa de María en Betania. Se nos dice que ”sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra (v.39). Su hermana Marta se ocupaba más de sus ”muchos quehaceres” (v.40) y se quejó ante el Señor que María no le ayudaba. El Señor le respondió con algo muy interesante cuando le dijo: ”María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (v.42).
Todos tenemos ”muchos quehaceres” pero nunca se nos olvide que lo más importante es ”la buena parte” o sea la comunión íntima que tenemos con el Señor a sus pies. El Señor se reveló como Profeta a María cuando ella se sentó a sus pies al exponerle ricas enseñanza sobre distintos temas. ¡Cuánto nos hubiese gustado poder acompañar a María en aquella ocasión! En esta cuarentena, la tentación sería gastar nuestro tiempo en cosas que realmente no nos edifican y que pueden robarnos de tiempo que pudiéramos estar pasando a los pies de Cristo.
Acompañemos a María. Sentémonos con ella y aprendamos de Cristo como Profeta. Hay tanto que él quiere enseñarnos.
Cristo como Sacerdote, se conmueve de María
Ese día se sentía más el hecho de que Betania significa: ”casa de sufrimiento”. Lázaro, él único hermano de María y de Marta había muerto. Aún cuando el Señor sabía que Lázaro, su amigo a quien él amaba, estaba enfermo de muerte, no fue inmediatamente para impedir que partiera. A veces pareciera que el Señor no tiene cuidado de nosotros o que no está presente cuando algo muy fuerte nos ha pasado, pero así como con María y Marta, el Señor a la distancia sí estaba con ellas y sí tiene cuidado por el dolor que estaban sintiendo.
Cuando el Señor por fin llega a Betania y va al sepulcro de Lázaro, María se sentó a sus pies desconsolada y quebrantada y le dijo: ”Señor, si hubieses estado aquí no habría muerto mi hermano” (Jn. 11:32). Jesucristo, ya no como Profeta, sino ahora como Sacerdote, se estremece y se conmueve en espíritu (v.33). Al ver también el sepulcro donde le habían puesto, él lloró (v.35). Imagínate lo mucho que le habrá consolado a María al ver a su Señor llorando.
¿Estás pasando por una situación complicada? Te invito. Ven. Siéntate con María. Allí te espera nuestro Gran Sumo Sacerdote que es el ”varón de dolores y experimentado en quebranto”. Él entiende cada uno de tus pesares y siente cada una de tus lágrimas por que él ya lo vivió todo al estar aquí.
Cristo como Rey, se agrada de María
Ahora nos encontramos en la última semana antes de la crucifixión. ¿A dónde decide ir el Señor en esos días? Otra vez va a Betania a visitar a la familia que tanto apreciaba. Lázaro, María y Marta le invitaron a una cena. Lo más seguro es que era en agradecimiento por haberles resucitado a su hermano y por el consuelo dado.
Lázaro lo vemos a la mesa platicando con Jesucristo. Marta está atareada en la cocina preparando y sirviendo la comida. ¿Dónde más pudiera estar María? Así es, supusiste bien. Está por tercera vez a los pies de su Señor. Esta vez, ya no para aprender de él como el Profeta y ni para ser consolado por él como el Sacerdote. María ahora está a sus pies para adorarle como Rey.
Ella ha destinado un perfume muy costoso para ungir el cuerpo de Cristo antes de que vaya a la cruz. Toma ”una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos” (Jn. 12:3). ¡Qué devoción! Los varones muchas veces nos avergonzamos al ver a las hermanas teniendo más devoción al Señor que nosotros.
En esta cuarentena, siéntate a los pies del Señor. No solamente para aprender de él o para ser consolado por él, sino también para adorarle. A pesar de estar en este encierro, podemos para pasar tiempos muy íntimos con él para adorarle, y como si fuera, para ofrecerle perfumes de gran valor y de agradable olor.
Acompañemos a María. Sentémonos como ella para adorar al Amante de nuestras almas. Nota que no solo el perfume derramado por María ungió al Señor, pero también ”la casa se llenó del olor del perfume” (v.3). En esta cuarentena, Dios quiera que nos sentemos a los pies de Cristo para adorarle y que también nuestras casas se llenen del aroma de nuestra adoración. Y cuando sea tiempo de salir al final de la cuarenta, el Señor nos ayude a que todos afuera en el mundo puedan oler el perfume de nuestra adoración en nosotros al ver nuestro buen testimonio.
