David Alves Jr.
En nuestras más dolorosas angustias, nos ha consolado a todos leer acerca de la Roca de refugio y de salvación que tenemos en el Señor (Sal. 89:26; 94:22). En esta ocasión llegamos con Israel a la peña de Horeb, no para pensar en cómo la Roca quita nuestro dolor, si no para contemplar Su dolor.
Esta peña es más que un objeto; es una Persona, es Cristo mismo. Pablo, el apóstol de Dios, nos indica que la Roca en el desierto era Cristo (1 Co. 10:4). En Éxodo 12 Cristo es el Cordero Pascual, en Éxodo 16 es el maná y en Éxodo 17 es la roca.
Al tener sed Israel, Dios mandó a Moisés a que golpeara una roca para que fluyeran ríos de agua. Los golpes que dio la vara contra la roca, llena nuestras mentes de los sufrimientos de Cristo. La roca fue hendida (Sal. 78:15) y abierta (Isa. 48:21) para que Israel bebiese agua. Esto nos habla de la intensidad de los dolores de nuestra Roca cuando Él padecía por nuestro pecados. En silencio nos detenemos para pensar en cómo los azotes que recibió de los soldados, no se comparan con los azotes que recibió desde el cielo por parte de Su Dios.
Cantamos en el himno:
Su santa vara Dios blandió,
hiriéndote a Ti;
Dios mismo te desamparó,
para ampararme a mí.
Isaías profetizó: “Le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados.” (Isa. 53:4, 5)
Cristo es: La Roca perfecta (Dt. 32:4); La Roca menospreciada (Dt. 32:15, 18); La Roca única (Dt. 32:31; 1 Sam. 2:2); La Roca protectora (Sal. 62:2); La Roca exaltada (2 Sam. 22:47); La Roca fundadora (Mt. 16:18); La Roca malentendida (1 Pe. 2:8); y La Roca golpeada (Éx. 17:6; Nm. 20:11).
¡Ninguna Roca es como la nuestra!
Foto por Ben Karpinski en http://www.unsplash.com
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