Éxodo 28:31-35
El manto del efod iba por debajo del efod y era de color azul. Este color en las vestiduras del sumo sacerdote y en el tabernáculo, nos presenta a Cristo como aquel que vino del cielo para morir por nosotros. “El Señor, es del cielo” (1 Co. 15:47). El azul también nos recuerda el hecho de que nuestro Señor no está en la cruz o en la tumba, sino que está en el cielo vivo y que es nuestro Sumo Sacerdote que intercede por nosotros.
El borde de la abertura por donde metía Aarón su cabeza para ponerse el manto era de obra tejida para que no se rompiera la tela. Lv. 21:10 establecía que el sumo sacerdote no podía rasgar sus vestidos al lamentarse de algo. Esto nos hace ver que el Señor a quien servimos y adoramos, su sacerdocio es constante y permanente. No hay nada que cause una ruptura en la manera tan misericordiosa en la que nos trata. Esto también lo vemos en la túnica que vistió al Señor al estar aquí. “Era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo” (Jn. 19:23). Nada podía causar una variación en el servicio de Cristo a Dios; nada puede cambiar su sacerdocio celestial para nuestro beneficio.
En las orlas del manto, o sea en sus orillas, colgaban adornos. Los adornos era granadas de distintos colores y entre cada una iban campanas de oro. En esto es maravilloso poder contemplar la vida fructífera de Cristo. Jacob bien podía haber estado hablando del Señor cuando dijo de José: “Rama fructífera es José, Rama fructífera junto a una fuente, Cuyos vástagos se extienden sobre el muro” (Gn. 49:22). El Señor dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (Jn. 15:5). Las granadas que colgaban del manto eran de diversos colores. La granada azul es su fruto celestial; la púrpura es su fruto como Rey y la de color carmesí es su fruto de la cruz. ¡Qué vida más fructífera la de nuestro Amado! Añoramos que se cumpla la escena de Is. 53:11 cuando el Señor nos vea a todos en su gloria: “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho.”
Entre cada uno de las granadas, iba una campana de oro. Esto también nos representa algo muy valioso acerca de la persona de Cristo. Si tomamos las granadas como representado su fruto; las campanas, con el ruido que hacían, nos representan las enseñanzas de Cristo. En las vestiduras del sumo sacerdote, primero iban las granadas y después las campanas. Triste cuando el maestro de la palabra de Dios no es ejemplo de lo que predica. Esto jamás fue el caso del Señor. Siempre fue un ejemplo perfecto de lo que predicaba. Enseñó sobre el amor, y siempre amó. Enseñó sobre el perdón, y siempre perdonó. Dios nos ayude a replicar en nuestras vidas la perfecta congruencia que vemos en el Señor Jesucristo.
Cuando Aarón entraba a la presencia de Dios, los Israelitas podían oír las campanas hacer ruido y les habrá llenado de gozo saber que él los estaba llevando con él ante la presencia de Dios. Démosle gracias a Dios por aquel que nos representa delante de su presencia. El Señor murió, resucitó y ascendió al cielo a estar a la mano derecha del Padre para representarnos a nosotros delante de él. Heb. 9:24 “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.”
