David Alves Jr.
El profeta Isaías en su libro nos presenta las glorias de Cristo y sus sufrimientos. Trae a nuestra atención su reino y su cruz. Nos describe su exaltación, pero también su humillación. Hay por lo menos tres adjetivos que el profeta emplea para hacernos entender algo de el rechazo que sintió el Señor que son: “menospreciado” (49:7), “abominado” (49:7) y “desechado” (53:3).
Una forma provechosa de estudiar la Biblia es al buscar el significado de palabras. Una sola palabra puede decirnos mucho. En este breve estudio no será la excepción.
En Isaías 49:7 leemos de él que fue el “menospreciado de alma”. Menospreciado significa: escarnecido, desestimado, desdeñado. Es también vilificar a alguien al no verle ningún valor. Este trato le hirió hasta lo más íntimo, dice que “de alma”.
En ese mismo versículo, Cristo es el “abominado de las naciones”. Abominado significa: aborrecer o detestar algo. Esta misma palabra es usada para hablar de lo mucho que Dios rechaza a las imágenes que son adoradas (Deu. 7:26) o cómo ve él a los que no aceptan su existencia (Sal. 14:1). Algo abominado es algo visto que es de lo peor. Cristo supo lo que era ser tratado como si fuera una abominación, una palabra muy fuerte. En este caso, abominado “de las naciones” lo cuál nos hace pensar en la magnitud del desprecio que experimentó.
Pasamos al último que vemos en Isaías 53:3 en donde dice de Cristo que fue “desechado entre los hombres”. Nosotros desechamos basura o lo que no nos sirve. Esta palabra es sinónima de abandonar o desamparar. Este fue un sentir de Cristo “entre los hombres”. No fueron unos cuantos. La mayoría de las personas le desecharon.
Dios nos ayude a hacer memoria y de exaltar aquél que fue el “menospreciado”, “abominado” y “desechado”.

Foto por Vahe Ohanian en http://www.unsplash.com