David Alves Jr.
Éxodo 27:16-19; 38:18-20
Al lado Este del atrio del tabernáculo, se encontraba la única puerta por la cuál entraban los sacerdotes y los oferentes. La puerta era una cortina de 20 codos de ancho (10 m) y 5 codos de alto (2.5 m). La cortina colgaba de 4 columnas que estaban sobre 4 basas de bronce. Sus capiteles o ganchos y sus molduras eran de plata. La cortina era de 4 colores: azul, púrpura, carmesí y blanca.
Notemos las siguientes cosas en cuanto a la puerta:
Su importancia
No había otra puerta, era la única. Para poder entrar al atrio y ofrecer a Dios un sacrificio de olor grato, la persona tenía que entrar por esta puerta. De igual manera para nosotros, únicamente a través de Cristo es que podemos tener acceso a la presencia de Dios. Pablo escribió: “en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él…” (Ef. 3:12). Cristo dijo a Felipe: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Jn. 14:6)
Su anchura
Las puertas que nosotros hacemos son angostas. No así la puerta que Dios mandó a poner en su santuario. Al medir 20 codos permitía acceso a cuantos quisiesen acercarse a ofrecer algo a Dios. ¡Cuánto más la obra de Cristo! Dios quiere que toda persona sobre este planeta pueda ser salvo y sea adorador suyo (1 Ti. 2:4) a través de Cristo que es la puerta (Jn. 10:9).
Su atractivo
Aún al estar a una larga distancia del tabernáculo, sería difícil no notar la puerta por sus colores tan llamativos. Era obra de recamador al ser más de un color entretejido en la cortina. (Obra de tejedor era cuando se trabajaba hilo de un solo color y obra primorosa cuando era más de un color y con un diseño, como el de los querubines sobre el velo).
Los querubines sobre el velo interior restringía la entrada de los sacerdotes. La falta de querubines en la puerta del atrio hacía la invitación a que todos entraran para adorar a Dios.
Las cuatro columnas y los cuatro colores de la cortina nos hacen pensar en los 4 evangelios y como cada uno presenta a Cristo de una forma singular. En Mateo Cristo es el Rey, en Marcos es el siervo, en Lucas es el Hijo de hombre y en Juan es el Hijo de Dios. En otra occasion ya relacionamos estos cuatro colores con cada uno de los vistazos dados de Cristo por parte de los evangelistas.
El Espíritu Santo nos ayude a entrar mañana a nuestro atrio, al reunirnos con su pueblo, y al traer a Dios ofrendas y sacrificios de olor grato, al hacer memoria de los dolores de su Hijo.
“Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo.” (Sal. 65:4)
“Anhela mi alma y aún ardientemente desea los atrios de Jehová…” (Sal. 84:2)
“Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos…” (Sal. 84:10)
“Dad a Jehová la honra debida a su nombre; traed ofrendas, y venid a sus atrios.” (Sal. 96:8)
“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.” (Sal. 100:4)
