David Alves Jr.
El Señor Jesucristo merece siempre un lugar central. En repetidas ocaciones en la Biblia lo encontramos “en medio”.
A los 12 años de edad, lo vemos en el templo, “en medio de los doctores de la ley” (Lc. 2:46).
En Jn. 8 lo encontramos “en medio” del grupo de acusadores que querían apedrear a la mujer.
Aún en su muerte de humillación vemos su importancia al ser crucificado “en medio” de los dos malhechores (Jn. 19:18).
Después de su resurrección, Cristo se le apareció a sus apóstoles dos veces en el aposento alto. Cuando lo hizo, se encontró “en medio” de los que estaban presentes (Jn. 20:19, 26).
Algo parecido sucede cada vez que una de sus iglesias se reúnen en su nombre. Él promete que se hallará “en medio” de ellos (Mt. 18:20).
En el cielo, donde habrán millones de millones presentes, y habrán personas de renombre y ángeles de mucha dignidad; nadie se podrá igual a Cristo, quien estará sentado en su trono “en medio” de todos nosotros (Ap. 5:6; 7:17).

Foto por Rikonavt en http://www.unsplash.com